🇪🇸 En España propiamente dicha es costumbre comer turrón durante las fiestas navideñas: Nochebuena, Navidad, Nochevieja y Día de Reyes.
(Abro un inciso para aclarar conceptos. El vocablo «Navidad», del que deriva el adjetivo «navideño», es una síncopa de «Natividad» [del latino «·nativĭtas, nativitātis·», que significa «nacimiento»]. La síncopa es una figura literaria que a veces se usa con el fin de eliminar la connotación del vocablo original y dar otra diferente al nuevo vocablo, resultante de la síncopa del original. En este caso, como el vocablo «Natividad» tenía una clara connotación precristiana, pagana, y habida cuenta de que la Iglesia católica se apropió también, cómo no, de la fiesta pagana del Nacimiento del Sol –la Natividad por antonomasia, el Solsticio de Invierno, el ·Medugiamos·–, fue sincopado en «Navidad» para significar exclusivamente la festividad en que se conmemora el nacimiento de Jesucristo, un nacimiento cuya fecha, por cierto, no está documentada siquiera en los propios textos sagrados de los cristianos. Cierro el inciso.)
El turrón es un delicioso manjar dulce sobre cuyo origen parece que no se ponen de acuerdo los historiadores o especialistas; así que voy a exponer el primero que supe, que leí de niño en la Enciclopedia Básica, publicada en 1971 por la Librería Editorial Argos, y que me llamó mucho la atención:
En el año 1714, durante la Guerra de Sucesión, la ciudad de Barcelona, último bastión de los defensores de la Casa de los Austrias, se hallaba sitiada por las tropas del pretendiente Felipe V, de la Casa de Borbón. Apenas quedaban alimentos, el hambre apretaba y había peligro grave e inminente de epidemia. Entonces las autoridades de la capital catalana decidieron abrir un concurso entre los proveedores de alimentos para premiar al que lograse presentar uno que no se corrompiera y que permaneciese inalterable y en condiciones de ser ingerido. Y así fue como un confitero catalán de apellido ·Turrons· ganó el concurso con un producto elaborado con masa de almendras y miel cubierta por obleas (hojas delgadas hechas con harina, sal y agua).
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Al final Barcelona cayó, y desde entonces los españoles hemos de padecer a los Borbones, salvo períodos relativamente pequeños. Sin embargo, el manjar premiado fue ganando fama y difusión, y acabó siendo llamado turrón en memoria de su inventor.
Cuando era niño me gustaban mucho los anuncios publicitarios de turrones, a cuál más creativo o humorístico. Estos anuncios empezaban a emitirse por televisión unas semanas antes del Solsticio de Invierno. Y me gustaban principalmente porque eran una señal de que se aproximaban las fiestas navideñas, las primeras vacaciones del curso escolar y que para mí, como para todos los demás niños de Hispania, tenían mucho encanto y alimentaban mis ilusiones, sobre todo por los regalos de Reyes (las vacaciones empezaban el 23 de diciembre, un día antes de la Nochebuena [víspera de la Navidad], y finalizaban el 6 de enero siguiente, festividad de la llamada Epifanía del Señor, que conmemora la adoración de los Reyes Magos al niño dios de los cristianos). No hace falta decir que en mi infancia fui educado en la religión católica, como todos o casi todos los demás niños españoles.
Las imágenes precedentes (tomadas de Todocolección) son anuncios publicitarios de una marca de turrones de los años sesenta o setenta del siglo pasado. Puede verse que los personajes son representativos de una o más etnias de Hispania, como debe ser, todo lo contrario de los anuncios de ahora, tan «inclusivos» y tan «diversos» (entiéndase: con personajes alógenos que poco a poco van substituyendo a los blancos de Hispania). Y por eso me gusta recordarlos.
Como decía una canción de ·Franz Johan·, un cómico hispano-germano que tuvo mucha popularidad en la España de Franco: «Recordar es volver a vivir».