Para una perfección particular
43. Si honrar a la Santísima Virgen es
necesario a todos los hombres para alcanzar su salvación, lo es mucho más a los que son llamados a una perfección excepcional. Creo personalmente
que nadie puede llegar a una íntima unión con Nuestro Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera dependencia de su socorro.
44. Sólo María halló gracia delante de Dios sin auxilio de ninguna creatura. Sólo por Ella han hallado gracia ante Dios cuantos después de Ella la han hallado, y sólo por Ella la encontrarán cuantos la hallarán en el futuro.
Ya estaba llena de gracia cuando la saludó el Arcángel Gabriel. Quedó sobreabundantemente llena de gracia cuando el Espíritu Santo la cubrió con
su sombra inefable. Y siguió creciendo de día en día y de momento en momento en esta doble plenitud, de tal manera que llegó a un grado inmenso e incomprensible de gracia.
Por ello el Altísimo la ha constituido tesorera única de sus riquezas y dispensadora exclusiva de sus gracias para que embellezca, levante y enriquezca a quien Ella quiera; haga transitar por la estrecha senda del Cielo a quien Ella quiera; introduzca, a pesar de todos los obstáculos, por la angosta senda de la Vida a quien Ella quiera; y dé
el trono, el cetro y la corona regia a quien Ella quiera.
Jesús es siempre y en todas partes el fruto e Hijo de María; y María es en todas partes el verdadero árbol que lleva el fruto de Vida y la verdadera Madre que lo produce.
45. Sólo a María ha entregado Dios las llaves que dan entrada a las bodegas del amor divino y el poder entrar y dar entrada a los demás por los caminos más sublimes y secretos de la perfección.
Sólo María permite la entrada en el paraíso terrestre a los pobres hijos de la Eva infiel para pasearse allí agradablemente con Dios, esconderse de sus enemigos con seguridad, alimentarse deliciosamente -sin temer ya a la muerte- del fruto de los árboles de la vida y de la ciencia del bien y del mal, y beber a boca llena las aguas celestiales
de la hermosa fuente que allí mana en abundancia. Mejor dicho, siendo Ella misma este paraíso terrestre o tierra virgen y bendita de la que fueron arrojados Adán y Eva pecadores, permite entrar solamente a aquellos a quienes le place para hacerlos llegar a la santidad.
San Luis Maria Grignion de Montfort - “Tratado de la Verdadera Devoción”.