Muchos consideran que el wokeísmo no es más que una especie de diabólico carnaval permanente, con espectáculos de Drag Queen en jardines de infancia precozmente sexualizados aquí, y un "Mes del Orgullo" bajo la bandera del arco iris allá. Pero esto subestima enormemente la ideología más peligrosa de nuestro tiempo. El wokeísmo llegó primero como una plaga mental a través de las academias y universidades antes de infestar el sistema mediático y la industria cultural, anulando lenta pero inexorablemente todas las normas de evaluación. Es el viejo juego del marxismo cultural con un nuevo disfraz. Ahora ya no se trata de una guerra de clases, sino simplemente de una minoría contra la mayoría. La minoría siempre es buena, independientemente de si es inmigrante, transexual, verde, femenina o fanática del clima; la mayoría siempre es mala, porque es blanca, mayor, a menudo masculina, heterosexual y, por tanto, inevitablemente privilegiada.