💥 *INTRODUCCIÓN A LA VIDA DE ORACIÓN*💥
*Romano Guardini*
*Entrega 41*
🌱 *III- LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y LA ORACIÓN*🌱
*LA VIDA INTERNA DE DIOS*( Continuación)
El Nuevo Testamento nos presenta dos interpretaciones de esta Santa Trinidad en un solo Dios. Una de ellas es la que acabamos de exponer. En ella se parte de la relación en que viven padres e hijos, seres pertenecientes a dos generaciones, y se dice: Dios es fecundo. En Él se realiza el misterio del nacimiento. Desde toda la eternidad, Dios es «Padre» –realizando así la unidad perfecta de la maternidad y paternidad terrenas–,y es también Hijo,expresión que
abarca tanto al hijo como a la hija, esto es, a todo participante de la vida. En cuanto Padre, Dios comunica al Hijo la plenitud de su vida y su ser propios. El Hijo, a su vez, no se distancia del Padre, no se constituye en un Dios aparte –por así decir–; permanece unido vitalmente al Padre, hacia el que vuelve por amor y en cuyo seno reposa, como se dice al comienzo del evangelio de San Juan (1,18). Ahora bien, la plena libertad y la subsistencia del ser del Hijo no desgarra la unidad divina merced al poder sagrado de Alguien que tiene un nombre: el «Espíritu Santo». Él es el Amor que une Al padre y al Hijo.La otra interpretación de la plenitud de la vida divina parte de la vida espiritual, que también San Juan nos presenta en el prólogo de su evangelio. En éste se indica que Dios no se desconoce a Sí mismo; sabe que es infinito en cuanto a su ser y su valor. Dios no es mudo; se expresa a Sí mismo en una Palabra eterna y creadora. Dios es aquel que habla y aquello de que se habla. Pero lo hablado, la Palabra o Logos, es tan real, subsistente y vivo como El que habla. La Palabra no está en camino hacia alguien para que éste la perciba, sino que ella misma se convierte –por así decir– en oído. Aquí, la mente debe adivinar algo que ella misma no puede realizar, a saber: que la palabra se convierte en oído, retorna a su origen y se convierte en la autopercepción del que habla. El que aquí habla es el Padre; lo hablado, la Palabra, es el Hijo. Y todo este misterio de unidad y pluralidad se realiza en el Espíritu Santo.
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La Revelación llegó a su plenitud al mostrarnos este misterio de Dios. La Redención implica que el hombre es introducido en este misterio. El Hijo eterno, el Logos, «vino al mundo», «se hizo carne» y compartió nuestra existencia, con lo cual nos asumió también en la suya. El Hijo nos reveló el misterio del volver a nacer; nos anunció que el hombre, que ya posee una vida, debe ser llevado a lo más hondo del ser divino y nacer a una nueva existencia. Ha de participar del puesto que ocupa Cristo en Dios y convertirse en hermano y hermana de Cristo. Debe ir juntamente con Cristo al Padre,en condición de hijo suyo, no por naturaleza sino por gracia.Y esto debe realizarse merced a la fuerza del Espíritu Santo, que quiere ser nuestro Amigo y Consejero (Jn 3, 3-10).
No oramos a un Dios indefinido, tal como lo conciben ciertas formas fantasmales de pensamiento o sentimiento, sino a un Dios vivo y responsable. Él nos ha descubierto su misterio y nos ha dicho«Quién» es. Nos ha manifestado su «Yo» y nos ha revelado su Nombre. Nuestra oración debe, por tanto, dirigirse a Él como Dios Trino, que es como se nos dio a conocer. La oración del cristiano es el trato con este Dios.( Continuará)
*Apóstoles de Su Amor*
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