CASTIDAD Y MATRIMONIO
"(…) escribió Luis Vives 3 libros sobre la Educación de la mujer cristiana (…) los cuales dedicó a la reina doña Catalina, para la educación de su pupila, la princesa María.
En ninguna cosa insiste Vives tanto como en fijar el fin de la educación de la mujer, la cual, aun tratándose de una princesa destinada a ocupar el trono de una poderosa nación, nada ha de procurar con más ahínco que la honestidad.
«En la educación de la mujer -dice en el capítulo IV- la honestidad reclama la principal solicitud, por no decir la única.»
«El varón (…) necesita muchas cualidades: prudencia, elocuencia, sagacidad política, ingenio, [etc] y cuando le falta alguna de estas excelencias, se le tiene por menos digno de reprensión con tal que posea otras. Mas en la mujer nadie echa menos la elocuencia, o el Ingenio, o la sagacidad [etc] ni hay quien exija de ella otra cosa sino la honestidad; la cual, si le falta a la mujer, es como si al varón le faltan todas las cualidades; como quiera que, para la mujer, la honestidad está en lugar de todas las otras... (…) asegurada la honestidad, todas las otras cosas están en salvo (…) cuando se pierde, arrastra consigo a la ruina todo lo demás.»
(…) en el capítulo X inculca: «(…) la castidad es la principal de las virtudes femeniles, y por sí sola equivalente a todas las demás (…) si ésta se posee, ninguno echa menos las otras; pero si falta, nadie hace caso de las restantes (…) la honesta y pudorosa, es la hermosa, la agraciada, la dotada, la noble, la fecunda, y poseedora de todos los bienes más excelentes (…) la impúdica es como un mar y universidad de todos los males.»
(…) muchos (…) estimaran esta exposición (…) de medieval, monástica y (…) anticuada. Pero (…) no la hemos ido a buscar en un San Bernardo o en otros escritores eclesiásticos (…) sino en un autor mundano, erudito de una época de brillante cultura (…) Si (…) propone como blanco (…) único, de esa educación la honestidad, no lo hace inducido por prejuicios monásticos o medioevales (…) sino guiado por la luz de la razón (…) en la entraña misma de las relaciones naturales y sociales.
(…) Aun a riesgo de molestar a algunos de nuestros lectores, queremos dejar (...) la palabra [a Rousseau] padre de casi todos los errores políticos modernos, a quien sus innumerables prejuicios no pudieron vendar tanto los ojos (…):
«La deshonestidad de la mujer -dice- disuelve la familia y rompe todos los lazos de la naturaleza, y dando al marido hijos de dudoso origen, hace traición a los unos y a los otros, y añade la perfidia a la infidelidad. Trabajo cuesta hallar otro desorden, otro crimen, que pueda compararse con este (…) No basta, por tanto, que la esposa sea fiel; sino es menester que sea juzgada tal por su marido, por sus parientes, por todo el mundo; que sea modesta, cauta, recatada, y que lleve las credenciales de su virtud a los ojos de todos (…)»
Quien atentamente pondere estas frases de Rousseau, no podrá continuar teniendo por extremadas las aseveraciones de Vives (…) la honestidad (…) se ha de proponer como supremo blanco de la femenina educación.
(…) a la mujer no le basta obrar con rectitud, y ser interiormente inculpable sino necesita, por razón de su elevada vocación social, ser además exteriormente irreprensible. Por eso no empleamos el vocablo general de moralidad, al tratar de la mujer, sino el especial de honestidad; el cual no solo comprende la pureza de cuerpo y alma, sino además la modestia, el recato, el pudor, el rubor, y cierta manera de timidez de quien está persuadido que, como dice el Apóstol, lleva un precioso tesoro en vaso de barro; y ese tesoro es de tal condición, que no peligra solo si el vaso se quiebra, sino pierde su fragancia si se airea, y su matiz purísimo si le da mucho la luz."
"La educación femenina" - Padre Ramón Ruíz Amado
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