— A lo largo de un año, su salud apenas mejoró. Pero ella siguió meditando. De hecho, ponía en práctica todas las meditaciones que yo había diseñado para mis alumnos.
• Sabía que había tardado varios años en crear su actual estado de salud, de modo que le costaría bastante experimentar algo distinto.
• Así que continuó con sus prácticas e hizo lo posible por ser tan consciente de sus pensamientos, conductas y emociones que nada que no quisiera experimentar se colara en su consciencia.
• Al cabo de un año, Anna se percató de que, muy lentamente, empezaba a encontrarse mejor tanto física como emocionalmente.
• Estaba superando el hábito de identificarse con su antiguo ser e inventando un nuevo yo para sustituir al antiguo.
• En mis talleres había aprendido que debía devolver la armonía a su sistema nervioso autónomo, porque el SNA controla todas las funciones automáticas que suceden al margen de la consciencia cerebral: la digestión, la absorción, los niveles de azúcar en sangre, la temperatura corporal, las secreciones hormonales, el ritmo cardíaco.
• El único modo que tenía de colarse en el sistema operativo e influir en el SNA era cambiar su estado de consciencia con regularidad.
• Así que empezaba cada meditación con la bendición de los centros de energía.
• Esas zonas del cuerpo en concreto están controladas por el SNA. Como mencionaba en la introducción, cada centro posee su propia energía o frecuencia (que emite información específica o posee su propia consciencia), sus glándulas, hormonas, reacciones químicas, su propio minicerebro y, en consecuencia, su propia mente.
• Cada centro está sujeto a la influencia del cerebro subconsciente que trabaja bajo el consciente y pensante.
• Anna aprendió a modificar sus ondas cerebrales para poder entrar en el sistema operativo del SNA (ubicado en el cerebro medio) y reprogramar cada uno de los centros con el fin de que funcionasen de manera más armoniosa.
• A diario, con pasión y determinación, enfocaba la atención en cada zona de su cuerpo así como en el espacio que rodea cada centro, y los bendecía con el fin de mejorar su estado físico y su bienestar general.
• Sin prisa pero sin pausa, reprogramó su sistema nervioso autónomo para devolverle el equilibrio y recuperar la salud.
• Anna aprendió también una técnica de respiración que suelo enseñar en los talleres. Sirve para liberar la energía emocional que se acumula en el cuerpo cuando pensamos y sentimos lo mismo una y otra vez.
• Al insistir en los mismos pensamientos, Anna había estado creando los mismos sentimientos y luego, al volver a experimentar esas emociones tan conocidas, caía nuevamente en los viejos pensamientos.
• Descubrió que las emociones antiguas quedan almacenadas en el cuerpo, pero que podía usar la técnica respiratoria para liberar la energía acumulada y librarse del pasado.
• Así que cada día, con una pasión mayor que su adicción a las viejas emociones, practicaba esa forma de respiración hasta que llegó a convertirse en una experta en la técnica.
• Después de aprender a movilizar la energía almacenada en el cuerpo, exploró cómo crear en el organismo las condiciones para una nueva mente.
• Para ello, desde el centro del corazón, acogió las emociones del futuro antes de que éste se materializara.
• Anna se dedicó a estudiar también el modelo de epigenética que enseno en mis talleres y conferencias, aprendió que los genes no son los causantes de la enfermedad; es el entorno el que envía señales a los genes responsables de la dolencia.
• Anna comprendió que, si sus emociones eran reacciones químicas de experiencias externas, al revivir a diario las emociones del pasado estaba activando y dando instrucciones a los mismos genes que le provocaban los problemas de salud.
• Si, en vez de eso, pudiera incorporar las emociones de su futura vida abrigando estos sentimientos antes de vivir la experiencia, podría cambiar su expresión génica y transformar su cuerpo para alinearlo biológicamente con el nuevo futuro.