Desde hace años, hemos observado cómo Venezuela se ha encaminado hacia un escenario que podría desembocar en una guerra civil. Algunos argumentaban: "Imposible, nosotros estamos desarmados y ellos tienen las armas", o "ellos son los violentos, nosotros somos los pacíficos". Sin embargo, la realidad es que la situación más peligrosa proviene del propio régimen de Maduro. Para concretar el fraude electoral, Maduro tuvo que ceder más poder a diversos grupos delictivos. En el futuro, cuando el régimen intente desplazar a estos grupos porque ya no sirven a sus intereses, podría desencadenar disputas internas. Es decir, el verdadero peligro de una guerra civil en Venezuela proviene de dentro del mismo régimen.
En cuanto a Colombia, las disidencias de las FARC y el ELN actualmente están enfrascadas en combates que ya han causado la muerte de más de 50 personas y el desplazamiento de miles de colombianos, algunos de los cuales han buscado refugio en territorio venezolano.
Aunque en el pasado estos grupos armados ya se han enfrentado, la situación actual podría tener implicaciones diferentes para Venezuela. Ambos grupos tienen una presencia significativa en varios estados venezolanos; por ejemplo, el ELN controla las exportaciones de coltán, mientras que las disidencias de las FARC están activas en estados como Bolívar y Amazonas, explotando yacimientos auríferos. Esto significa que los combates podrían extenderse al interior de Venezuela, obligando al régimen venezolano a tomar una posición. Combatir a ambos grupos de manera abierta es una estrategia poco viable, ya que podría convertirlos en enemigos simultáneos.
Si el conflicto se intensifica, es probable que el Gobierno de Colombia, sin hacerlo público, apoye a una de las facciones. Esto podría presionar al régimen de Venezuela para que adopte una postura similar, ya sea por alianzas tácitas o por necesidad de estabilidad en su frontera.
En todo caso, si este conflicto escala, podría desestabilizar aún más la situación en Venezuela.