En el avión experimentamos corporalmente la unidad del planeta, su pequeñez, su totalidad y diversidad. El mapamundi de las escuelas primarias, o los mapas que colgaban de las paredes de las clases de nuestra infancia, tienen entonces claramente un significado.
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Siempre me digo, cuando vuelo, que se debería enseñar la geografía a los niños en los aviones, llevándoles gratuitamente de un punto a otro, para darles la ocasión de ver el campanario de un pueblo natal, de constatar la configuración de su ciudad, de abarcar con una sola mirada su trazado rodeado de campo, de seguir con la mirada el lecho de un río, de un curso de agua, de ver transformados en espejos densos y luminosos los estanques, los lagos, las balsas en las cuales se refleja el sol. Lecciones de geografía para aprender a amar a tu país de manera visceral...
Michel Onfray