Un Lector vive Mil Vidas 📚

@unlectorvivemilvidas


Citas de las sagas literarias:
Una canción de hielo y fuego
El señor de los anillos
Geralt de Rivia
Crónica del asesino de reyes
Las crónicas de Narnia
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Creador: @Javier_S_Bazan

Un Lector vive Mil Vidas 📚

05 Oct, 17:17


—Jon a veces se desesperaba conmigo, pero acabé por ser un buen rey. —Robert miró a Ned, y frunció el ceño al ver que seguía callado—. Tienes mi permiso para hablar y darme la razón.

—Alteza... —empezó Ned con cautela.

—Venga, di que soy mejor rey que Aerys y asunto concluido —dijo Robert dándole una palmada en la espalda—. Eres incapaz de mentir, ni por amor ni por honor, Ned Stark. Todavía soy joven, y ahora que estás conmigo las cosas van a cambiar. Haremos que este reino sea tema de canciones, y a los siete infiernos con los Lannister.

Eddard VII, Juego de tronos

Un Lector vive Mil Vidas 📚

05 Oct, 16:49


Más allá se alzaban las torres.

La Torre del Borracho estaba tan inclinada que parecía a punto de derrumbarse, tal como había estado durante cinco siglos. La Torre de los Hijos se erguía hacia el cielo recta como una lanza, pero su cúspide derruida quedaba abierta al viento y a la lluvia. La Torre de la Entrada, de estructura achaparrada, era la mayor de las tres y estaba cubierta de musgo resbaladizo; un arbolillo retorcido crecía ladeado entre las piedras de la cara norte, y al este y al oeste aún quedaban en pie algunos trozos de muro.

«Los Karstark se quedaron con la Torre del Borracho y los Umber con la Torre de los Hijos — recordó—. Robb eligió para sí la Torre de la Entrada.»

Si cerraba los ojos, todavía podía ver los estandartes que ondeaban valerosos al viento del norte.

«Ya no queda ninguno; todos han caído.» El viento que le azotaba las mejillas venía del sur, y los únicos estandartes que ondeaban sobre los restos de Foso Cailin mostraban un kraken de oro sobre campo de sable.

Lo vigilaban; sentía los ojos clavados en él. Cuando levantó la vista divisó los rostros blancos que oteaban entre las almenas de la Torre de la Puerta y entre los ladrillos rotos que coronaban la Torre de los Hijos, donde, según la leyenda, los hijos del bosque habían invocado el martillo de las aguas para dividir en dos las tierras de Poniente.

La única vía seca para cruzar el Cuello era el cenagal, y las torres de Foso Cailin taponaban el extremo norte como el corcho de una botella. El camino era angosto, y las ruinas estaban situadas de tal forma que cualquier enemigo que llegara del sur tuviera que pasar bajo ellas y entre ellas. Para asaltar cualquiera de las tres torres, el atacante tendría que mostrar la espalda y dejarla expuesta a las flechas de las otras dos, mientras trepaba por muros de piedra húmeda festoneadas de gallardetes de resbaladiza piel blanca de fantasma. El terreno cenagoso de más allá del camino era infranqueable, un laberinto de arenas movedizas y extensiones de hierba que podían parecer tierra firme pero se tornaban en agua en cuanto se pisaban, todo ello infestado de serpientes mortíferas, flores venenosas y monstruosos lagartos león con dientes como puñales. Igual de peligrosos eran sus habitantes, a los que rara vez se veía pero que siempre estaban al acecho: los moradores de los pantanos, los comerranas y los embarrados. Utilizaban nombres como Fenn, Reed, Peat, Boggs, Cray, Quagg, Greengood o Blackmyre. Los hijos del hierro los llamaban «demonios de los pantanos»

Hediondo II, Danza de dragones

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27 Sep, 05:57


Los peores recuerdos eran los de mis primeros años de vida. El lento balanceo y las sacudidas del carromato, mi padre llevando las riendas sueltas. Sus fuertes manos sobre mis hombros, mostrándome cómo debía colocarme sobre el escenario para que mi cuerpo dijera «orgulloso», o «triste», o «tímido». Sus dedos colocando bien los míos sobre las cuerdas de su laúd.
Mi madre cepillándome el cabello. Sus brazos rodeándome. La perfección con que mi cabeza encajaba en la curva de su cuello. Cómo por la noche me acurrucaba en su regazo junto al fuego, adormilado, feliz y seguro.

Esos eran los peores recuerdos. Preciosos y perfectos. Afilados como un bocado de cristales rotos. Tumbado en la cama, tensaba todos los músculos de mi cuerpo hasta formar un nudo tembloroso, sin poder dormir, sin poder pensar en otras cosas, sin poder dejar de recordar.

Otra vez. Y otra. Y otra.

Entonces oí unos golpecitos en mi ventana. Era un sonido tan débil que no lo percibí hasta que cesó. Entonces oí abrirse la ventana detrás de mí.

—¿Kvothe? —susurró la voz de Auri.

Apreté los dientes para contener los sollozos y me quedé tan quieto como pude, confiando en que ella pensara que estaba dormido y se marchase.

—¿Kvothe? —Volvió a llamar—. Te he traído... —Hubo un momento de silencio, y luego dijo—: Oh.

Oí un leve sonido detrás de mí. Auri entró por la ventana, y la luz de la luna proyectó su diminuta sombra en la pared. Noté moverse la cama cuando se sentó en ella.

Una mano pequeña y fría me acarició la mejilla.

—No pasa nada —dijo Auri en voz baja—. Ven aquí.

Empecé a llorar en silencio, y ella deshizo con cuidado el apretado nudo de mi cuerpo hasta que mi cabeza reposó en su regazo. Empezó a murmurar, apartándome el cabello de la frente; yo notaba el frío de sus manos contra la ardiente piel de mi cara.

—Ya lo sé —dijo con tristeza—. A veces es muy duro, ¿verdad?

Me acarició el cabello con ternura, y mi llanto se intensificó. No recordaba la última vez que alguien me había tocado con cariño.

—Ya lo sé —repitió—. Tienes una piedra en el corazón, y hay días en que pesa tanto que no se puede hacer nada. Pero no deberías pasarlo solo. Deberías haberme avisado. Yo lo entiendo.

Contraje todo el cuerpo y de pronto volví a notar aquel sabor a ciruela.

—La echo de menos —dije sin darme cuenta. Antes de que pudiera agregar algo más, apreté los dientes y sacudí la cabeza con furia, como un caballo que intenta liberarse de las riendas.

—Puedes decirlo —dijo Auri con ternura.

Volví a sacudir la cabeza, noté sabor a ciruela, y de pronto las palabras empezaron a brotar de mis labios.

—Decía que aprendí a cantar antes que a hablar. Decía que cuando yo era un crío ella tarareaba mientras me tenía en brazos. No me cantaba una canción; solo era una tercera descendente. Un sonido tranquilizador. Y un día me estaba paseando alrededor del campamento y oyó que yo le devolvía el eco. Dos octavas más arriba. Una tercera aguda y diminuta. Decía que aquella fue mi primera canción. Nos la cantábamos el uno al otro. Durante años. —Se me hizo un nudo en la garganta y apreté los dientes.

—Puedes decirlo —dijo Auri en voz baja—. No pasa nada si lo dices.

—Nunca volveré a verla —conseguí decir. Y me puse a llorar a lágrima viva.

—No pasa nada —dijo Auri—. Estoy aquí. Estás a salvo.

El temor de un hombre sabio

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21 Sep, 19:58


Mientras se bañaba, la muchacha le lavó los pies, le frotó la espalda y le cepilló el pelo. Después le aplicó un ungüento aromático en las pantorrillas para aliviarle los calambres, y lo vistió de nuevo con ropa de niño: unos polvorientos calzones rojo vino y una casaca de terciopelo azul con ribete de hilo de oro.

—¿Me querrá mi señor después de cenar? —le preguntó mientras le ataba los cordones de las botas.

—No. Estoy harto de mujeres. —« Putas» .

La chica se tomó el rechazo demasiado bien para su gusto.

—Si mi señor prefiere un muchachito, me encargaré de que tenga uno esperándole en la cama.

«Mi señor preferiría a su esposa. Mi señor preferiría a una chica llamada Tysha» .

—Solo si sabe adónde van las putas.

La chica apretó los labios. « Me desprecia —comprendió Tyrion—, aunque no más de lo que me desprecio yo. —No le cabía duda de que se había follado a más de una mujer que aborrecía su mera visión, pero al menos las otras habían tenido la amabilidad de simular afecto—. Un poco de desprecio sincero podría resultar refrescante, como un vino ácido después de beber demasiado vino dulce» .

—He cambiado de opinión —dijo—. Espérame en la cama. Desnuda, por favor. Estaré demasiado borracho para pelearme con tu ropa. Tú ten la boca cerrada y las piernas abiertas, y nos irá muy bien. —Le lanzó una mirada lasciva con la esperanza de que lo recompensara con un atisbo de miedo, pero todo lo que vio fue repulsión.

«Nadie tiene miedo de los enanos» . Ni siquiera lord Tywin se había asustado, y eso que Tyrion tenía una ballesta.

—¿Tú gimes cuando te follan? —preguntó a la calientacamas.

—Si mi señor lo desea…

—Puede que tu señor desee estrangularte. Es lo que hice con mi última puta. ¿Crees que tu amo me pondría algún problema? Seguro que no. Tiene cien más como tú, pero solo a uno como yo.

Sonrió, y en esa ocasión obtuvo de ella el miedo que esperaba.

Tyrion I, Danza de dragones

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26 Aug, 16:38


Fue hasta la puerta, se detuvo a escuchar un instante y la abrió muy despacio. En un nicho de la piedra ardía una lamparilla que proyectaba una luz amarillenta en el pasillo desierto. Lo único que se movía era la llama. Tyrion retrocedió con la ballesta pegada a la pierna.

Encontró a su padre donde sabía que estaría: sentado en la penumbra del retrete de la torre, con la túnica enroscada en torno a la cintura. Al oír las pisadas, lord Tywin alzó los ojos. Tyrion le dedicó una reverencia burlona.

—Mi señor…

—Tyrion… —Si tenía miedo, Tywin Lannister no daba muestras de ello—.¿Quién te ha liberado de la celda?

—Ojalá te lo pudiera decir, pero hice un juramento sagrado.

—El eunuco —decidió su padre—. Haré que le corten la cabeza. ¿Esa ballesta es la mía? Suéltala.

—¿Qué harás si me niego, padre? ¿Castigarme?

—Esta fuga es una estupidez. No te van a matar, si es eso lo que temes. Mi intención sigue siendo enviarte al Muro, pero no podía hacerlo sin el permiso de lord Tyrell. Deja la ballesta y pasaremos a mis habitaciones a hablar de este asunto.

—También podemos hablar aquí. Puede que no me apetezca ir al Muro, padre. Allí arriba hace un frío de cojones, y para frialdad, ya he tenido bastante con la que me has mostrado tú. Así que dime una cosa, solo una, y me marcharé. Es una pregunta muy sencilla, lo mínimo que me debes.

—Yo no te debo nada.

—Toda mi vida me has dado menos que nada, pero esto me lo darás. ¿Qué hiciste con Tysha?

—¿Tysha?

«Ni siquiera recuerda su nombre» .

—La chica con la que me casé.

—Ah, sí. Tu primera puta.

—La próxima vez que digas esa palabra, te mataré —amenazó Tyrion, apuntando al pecho de su padre.

—No tienes valor para eso.

—¿Quieres que lo averigüemos? Es una palabra muy corta, y por lo visto te sale muy fácilmente. —Tyrion hizo un gesto impaciente con la ballesta—. Tysha. ¿Qué hiciste con ella después de darme la lección?

—No me acuerdo.

—Pues inténtalo. ¿Ordenaste que la mataran?
Su padre frunció los labios.

—No había motivo para semejante cosa; había aprendido cuál era su lugar… y, si mal no recuerdo, se le pagó por su trabajo. Supongo que el mayordomo la echó y se fue. No se me ocurrió preguntar.

—¿Se fue? ¿Adónde?

—Adonde vayan las putas.

Tyrion apretó el dedo. La ballesta se disparó justo mientras lord Tywin empezaba a levantarse. La saeta se le clavó en la ingle, y se volvió a sentar con un gruñido. La saeta se había hincado profundamente, hasta las plumas. La sangre manaba a borbotones en torno al asta, y le salpicaba el vello del pubis y los muslos desnudos.

—Me has disparado —dijo con incredulidad. Tenía los ojos vidriosos por la conmoción.

—Siempre has sido único a la hora de analizar una situación de crisis, mi señor —dijo Tyrion—. Seguro que por eso eres la mano del rey.

—No… No eres… hijo mío.

—En eso te equivocas, padre. De hecho, soy tu viva imagen. Anda, hazme un favor y muérete deprisa. Me está esperando un barco.

Por una vez en su vida, su padre hizo lo que Tyrion le pedía. La prueba fue el hedor repentino cuando se le aflojaron los intestinos en el momento de la muerte.

«Bueno, al menos estaba en el lugar adecuado» , pensó Tyrion. Pero la peste que llenó el escusado fue prueba fehaciente de que el chiste acerca de su padre que se repetía tan a menudo era una mentira más.

Obviamente, lord Tywin Lannister no cagaba oro.

Tyrion XI, Tormenta de espadas

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26 Aug, 02:38


—Decidme la verdad, mi señora, ¿creéis que Margaery sigue siendo doncella?

—Ella dice que sí, Alteza.

—Ya lo sé. ¿Y qué decís vos?

Los ojos negros de Taena tenían un brillo travieso.

—Cuando se casó con Lord Renly en Altojardín, ayudé a quitarle la túnica para el encamamiento. Su señoría era un hombre de cuerpo bello y lleno de deseo; saltaba a la vista cuando lo metimos en la cámara nupcial, donde su esposa lo aguardaba desnuda como el día de su nombre, toda ruborizada bajo las colchas. Ser Loras la había llevado arriba en persona. Margaery puede decir que el matrimonio no llegó a consumarse, que Lord Renly había bebido demasiado en el banquete de bodas, pero os aseguro que, la última vez que lo vi, lo que tenía entre las piernas no estaba precisamente mustio.

—¿Visteis por casualidad el lecho nupcial a la mañana siguiente? —preguntó Cersei—. ¿La chica había sangrado?

—No se mostraron las sábanas, Alteza.

«Lástima.»

—¿Qué hay de nuestro valeroso Ser Loras? ¿Visita a menudo a su hermana?

—Más que ningún otro. —Taena frunció el ceño, y se formó una línea entre sus ojos oscuros—. Va a verla todas las mañanas y todas las noches, a menos que eso interfiera en sus deberes. Su hermano la quiere con devoción, lo comparten todo con... Oh... —Durante un momento, la myriense casi pareció conmocionada. Luego, una amplia sonrisa se abrió camino en su rostro—. He tenido un pensamiento muy malvado, Alteza.

—Entonces, no lo digáis en voz alta. La colina está llena de gorriones y, como todos sabemos, los gorriones aborrecen la maldad.

Cersei VI, Festín de cuervos

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24 Aug, 19:30


Así, en el prado verde a orillas de la Corriente del Bajo, volvieron a encontrarse, a la luz de una hermosa mañana, el rey Théoden y Gandalf, el Caballero Blanco. Estaban con ellos Aragorn hijo de Arathorn, y Legolas el elfo, y Erkenbrand del Folde Oeste, y los señores del Palacio de Oro. Los rodeaban los Rohirrim, los jinetes de la Marca; una impresión de maravilla prevalecía de algún modo sobre el júbilo de la victoria y los ojos de todos se volvían al bosque.

De pronto se oyó un clamor y los compañeros que el enemigo había arrastrado al Abismo descendieron de la empalizada: Gamelin el Viejo, Eomer hijo de Eomund, y junto con ellos Gimli el enano. No llevaba yelmo y una venda manchada de sangre le envolvía la cabeza; pero la voz era firme y sonora.

—¡Cuarenta y dos, maese Legolas! —gritó—. ¡Ay! ¡Se me ha mellado el hacha! El cuadragésimo segundo tenía un capacete de hierro. ¿Y a ti cómo te ha ido?

—Me has ganado por un tanto —respondió Legolas—.Pero no te celo ¡tan contento estoy de verte todavía en pie!

—¡Bienvenido, Eomer, hijo de mi hermana! —dijo Théoden—. Ahora que te veo sano y salvo, me alegro de veras.

—¡Salve, Señor de la Marca! —dijo Eomer—. La noche oscura ha pasado y una vez más ha llegado el día. Pero el día ha traído extrañas nuevas. —Se volvió y miró con asombro, primero el bosque y luego a Gandalf. —Otra vez has vuelto de improviso, en una hora de necesidad —dijo.

—¿De improviso? —replicó Gandalf—. Dije que volvería y que me reuniría aquí con vosotros.

—Pero no dijiste la hora, ni la forma en que aparecerías. Extraña ayuda nos traes. ¡Eres poderoso en la magia, Gandalf el Blanco!

—Tal vez. Pero si lo soy, aún no lo he demostrado. No he hecho más que dar buenos consejos en el peligro y aprovechar la ligereza de Sombragris. Más valieron vuestro coraje y las piernas vigorosas de los hombres del Folde Oeste, marchando en la noche.

Las dos torres

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23 Aug, 11:58


—Cuando salimos de Desembarco del Rey éramos hombres de Invernalia, hombres de Darry, hombres de Refugionegro, hombres de Mallery y hombres de Wylde. Éramos caballeros, escuderos y soldados, señores y plebeyos; solo nos unía un propósito. —El que hablaba era el hombre sentado entre las raíces del arciano, en la oquedad de la pared—. Ciento veinte hombres encargados de llevar a vuestro hermano ante la justicia del rey. —El hombre estaba bajando hacia el suelo de la cueva por la maraña de peldaños—. Ciento veinte hombres valientes y leales, dirigidos por un idiota con la capa llena de estrellas. —Era como un espantapájaros: llevaba una capa negra harapienta salpicada de estrellas y una coraza de hierro mellada en cien batallas. Tenía toda la cabeza, con excepción de una calva sobre la oreja derecha, allí donde le habían hundido el cráneo, cubierta por una densa mata de pelambre dorada rojiza que le ocultaba casi todo el rostro—. Más de ochenta de nuestros compañeros han muerto ya, pero otros han cogido las espadas que cayeron de sus manos. — Cuando llegó al suelo, los bandidos se apartaron para abrirle paso. Arya vio que le faltaba un ojo, que la carne que rodeaba la órbita estaba arrugada y llena de cicatrices, y que tenía una marca oscura en torno al cuello—. Con su ayuda seguimos luchando lo mejor que podemos por Robert y por el reino.

—¿Por Robert? —replicó Sandor Clegane con incredulidad.

—Ned Stark fue quien nos envió —intervino Jack-con-Suerte—, pero cuando nos dio las órdenes estaba sentado en el Trono de Hierro, de manera que no éramos sus hombres, sino los de Robert.

—Ahora, Robert es el rey de los gusanos. ¿Por eso os metéis bajo tierra? ¿Porque sois su corte?

—El rey ha muerto —reconoció el caballero espantapájaros—, pero seguimos siendo hombres del rey, aunque perdimos nuestro estandarte real en el Vado del Titiritero, cuando los asesinos de vuestro hermano cayeron sobre nosotros. —Se tocó el pecho con un puño—. Robert fue asesinado, pero su tierra aún existe. Y nosotros la defendemos.

—¿La defendéis? —El Perro se echó a reír—. ¿De quién crees que se trata, Dondarrion? ¿De tu madre? ¿O de tu puta?

«¿Dondarrion?» . Beric Dondarrion había sido atractivo; Jeyne, la amiga de Sansa, se había enamorado de él. Y ni siquiera Jeyne Poole estaba tan ciega como para considerar guapo a aquel hombre. Pero, al mirarlo de nuevo, Arya advirtió los restos de un relámpago de púrpura en el esmalte agrietado de la coraza.

—Las rocas, los árboles y los ríos —seguía diciendo el Perro—. ¿Acaso las rocas necesitan que las defiendan? Robert no pensaba así. Lo que no se podía follar, combatir o beber lo aburría, igual que lo aburriríais vosotros…, Compañía Audaz.

Arya VI, Tormenta de espadas

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23 Aug, 03:34


Acompañé a lady Lackless hasta la mesa y le retiré la silla. Mientras recorríamos el salón, había evitado mirarla, pero al ayudarla a sentarse, vi su perfil, y me resultó tan familiar que no podía apartar los ojos de ella. La conocía, estaba seguro. Pero no conseguía recordar dónde podíamos habernos encontrado...

Me senté y traté de pensar dónde podía haberla visto antes. Si las tierras de los Lackless no hubieran estado a mil quinientos kilómetros de distancia, habría pensado que la conocía de la Universidad. Pero eso era ridículo. La heredera de los Lackless no podía estudiar tan lejos de su hogar.

Mi mirada erraba por aquellas facciones tan asombrosamente familiares. ¿Me la habría encontrado en el Eolio? No parecía probable. Me acordaría. Era una mujer muy hermosa, con una mandíbula fuerte y ojos castaño oscuro. Estoy seguro de que si la hubiera visto allí...

—¿Ha visto algo que le interese? —me preguntó sin volverse hacia mí. Lo dijo con tono cordial, pero no lejos de la superficie se percibía una acusación.

Me había quedado mirándola fijamente. Apenas llevaba un minuto sentado a la mesa y ya estaba metiendo el codo en la mantequilla.

—Le ruego que me perdone, pero suelo fijarme en las fisonomías, y la suya me ha impresionado mucho.

Meluan se volvió y me miró, y su irritación se redujo un tanto.

—¿Es usted turagior?

Los turagiores aseguraban poder adivinar la personalidad o el futuro a partir de la cara, los ojos y la forma de la cabeza. Típica superstición víntica.

—Algo sé, milady.

—¿De verdad? Y ¿qué le dice mi cara? —Levantó la barbilla y miró hacia otro lado.

Examiné detenidamente las facciones de Meluan, deteniéndome en su pálido cutis y en su cabello castaño, ingeniosamente rizado. Tenía los labios carnosos y rojos sin necesidad de carmín. Las líneas de su cuello eran elegantes y orgullosas.

Asentí con la cabeza y dije:

—Su cara me revela un fragmento de su futuro, milady.

Meluan arqueó ligeramente una ceja.

—Adelante.

—En breve recibirá una disculpa. Perdone a mis ojos, revolotean de un lado a otro como los calanthis. No podía apartarlos de la hermosa flor de su rostro.

Meluan sonrió, pero no se sonrojó. No era inmune a los halagos, pero tampoco le eran desconocidos. Me guardé esa información.

—Esa ha sido una predicción muy fácil —dijo—. ¿Le dice algo más mi rostro?

Volví a estudiarla.

—Dos cosas más, milady. Me dice que es usted Meluan Lackless, y que yo estoy a su servicio.

Sonrió y me tendió una mano para que se la besara.

El temor de un hombre sabio

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18 Aug, 21:27


Era un hombre corpulento, de pecho amplio y hombros anchos, aunque su estatura no pasara de la media. Sabía que en los diez últimos años había engordado y tenía las carnes blandas, pero cuando era más joven, Merrett había sido casi tan robusto como ser Hosteen, el mayor de sus hermanos de padre y madre, quien a su vez tenía fama de ser el más fuerte de la progenie de lord Walder Frey. Cuando era niño lo habían enviado a Refugio Quebrado, a servir de paje en la familia de su madre. El viejo lord Sumner no tardó en convertirlo en su escudero, y todos dieron por supuesto que tardaría pocos años en convertirse en ser Merrett, pero los bandidos de la Hermandad del Bosque Real echaron por tierra aquellos planes. Mientras otro de los escuderos, su compañero Jaime Lannister, se cubría de gloria, Merrett empezó por contagiarse de viruelas por culpa de una vivandera, y luego encima lo tomó prisionero una mujer, ¡una mujer!, a la que llamaban Gacela Blanca. Lord Sumner había pagado rescate por él a los bandidos, pero en la siguiente batalla lo derribó un golpe de mangual que le rompió el yelmo y lo dejó inconsciente dos semanas. Más adelante le dijeron que todos lo habían dado por muerto.

Merrett no murió, pero los combates se terminaron para él. El menor golpe en la cabeza le producía un dolor atroz y lo reducía a un bulto lloroso. Dadas las circunstancias, la caballería era una meta que quedaba fuera de su alcance. Así se lo dijo con todo cariño lord Sumner. Lo mandaron de vuelta a Los Gemelos, para hacer frente al desdén ponzoñoso de lord Walder.

Después de aquello, la suerte de Merrett fue de mal en peor. Su padre había conseguido arreglarle un buen matrimonio; lo casó con una de las hijas de lord Darry, en los tiempos en los que los Darry contaban con el favor del rey Aerys. Pero apenas hubo desvirgado a su esposa, el rey Aerys perdió el trono. A diferencia de los Frey, los Darry se habían manifestado leales a los Targaryen, lo que les costó la mitad de sus tierras, buena parte de sus riquezas y casi todo su poder. En cuanto a su señora esposa, lo consideró decepcionante desde el primer día, y durante años se empeñó en parir una hija tras otra, tres que salieron adelante, una que nació muerta y otra que murió siendo un bebé, antes de darle por fin un hijo. Su hija mayor resultó una ramera, y la segunda, una glotona. Cuando encontraron a Ami en los establos con nada menos que tres mozos de cuadra, se vio obligado a casarla con un caballero errante de mierda. Creía que la situación no podía empeorar… hasta que ser Pate decidió hacerse un nombre derrotando a ser Gregor Clegane. Ami volvió viuda al castillo, para desesperación de Merrett y, sin duda, para regocijo de todos los mozos de cuadras de Los Gemelos.

Merrett abrigó la esperanza de que su suerte estuviera cambiando por fin cuando Roose Bolton eligió casarse con su Walda y no con otra de sus primas más delgadas y atractivas. La alianza con Bolton era importante para la casa Frey, y su hija había contribuido a cimentarla; pensaba que aquello le daría ciertas ventajas. El viejo no tardó en desengañarlo.

—La ha elegido porque está gorda —le dijo lord Walder—. ¿Te crees que a Bolton le importa un pedo de bufón que sea hija tuya? ¿Crees que pensó: « Eh, mira, Merrett el Memo, justo el hombre que quiero tener como suegro» ? Tu Walda es una cerda vestida de seda; por eso la ha elegido, y desde luego no te voy a dar las gracias. La misma alianza nos habría salido a mitad de precio si tu puerquita soltara la cuchara alguna vez.

La humillación definitiva se la asestaron con una sonrisa, cuando Lothar el Cojo lo llamó para hablar del papel que desempeñaría durante la boda de Roslin.

—Todos tendremos que hacer lo que nos corresponda según nuestras respectivas capacidades —le dijo su hermanastro—. Tú tendrás una misión, solo una, Merrett, pero creo que estás muy cualificado para ella. Quiero que te encargues de que Jon Umber, el Gran Jon, esté tan borracho que no pueda tenerse en pie, no digamos y a pelear.

«Y hasta en eso fracasé» .

Epílogo, Tormenta de espadas