A quien quiera leer, perdón el horario:
Tengo ganas, ganas de contar algunas cosas, tampoco son unas ganas volcánicas (en general ya no siento ganas volcánicas de hacer nada), pero hay un brote de ganas de compartir.
Tardo mucho con las introducciones siempre, disculpen.
Mi 2023 fue un año de angustia, completa. Ganas de no existir más, mentiría si dijera que no tuve ideas suic!das, pero lo que tenemos que diacutir acá no es la muerte, sino esta vida, porque no quería vivir más esta vida.
También una agorafobia me encerró por mucho tiempo en mi casa, sin si quiera entender porqué (más tarde construiría una explicación que resuelve esta duda finalmente). En un contexto de insomnio severo y un replanteo de amistades.
Más adelante me echan del lugar donde alquilaba (nada que no le haya pasado a otras personas que alquilan en CABA), Milei gana el Ballotaje (con todo lo que eso implica en las diferentes áreas en las que trabajo).
Quise pasar las fiestas sola y mi viejo, sin saber que era nuestra ultima oportunidad para compartir un asado con helado el 31 de Diciembre me dijo “la soledad no es buena consejera, venite” y fui, obvio.
Poco tiempo después me enamoré, cosa que hago poco porque los finales felices nunca son lo mío, lo son más bien esos de corazones rotos: “no tenía que ser” “por algo no funcionó” y lo particularmente repetitivo en algunas de mis historias: quieren que sea su amiga. (!)
Bueno, me fui por las ramas, pero de eso se trata.
Mi viejo, el tipo que con mas defectos que virtudes me crió y me acompañó (a su particular manera) durante gran parte de mi vida y con el que nos podíamos agarrar de los pelos discutiendo por política, género o feminismo, pero que después se corría rápido la lagrimita de la cara para no mostrar su orgullo al leerme en una nota, verme en la tele o cuando le regalaba las revistas en las que me entrevistaban.
Él que no coincidía conmigo pero venía a todo lo que lo invitara y con orgullo le decia a todos que él era mi papá y me aplaudía con esas ganas volcánicas que yo ya perdí.
Ese padre, mi viejo, el tipo que está en este mundo desde que nací, el tipo que es un fijo de esta vida: asi como hay arboles, agua, autos, flores, y asi como sale el sol todos los dias, él tb hacía lo suyo en una gran orquesta que es la realidad, que creí inmutable y estaba equivocada.
Durante este verano me enseñó que era humano, como vos y como yo. Humano de esos que hacen sus cosas, duermen la siesta, laburan, hacen un asado, te cagan a pedos y después te abrazan. Humanos de esos que sienten dolor y miedo, que tienen preguntas para hacerte pero no se animan a escuchar la respuesta. Humanos de esos que mueren.
Con los pedazos de corazón roto en el bolsillo (ya ni puedo pegarlo) hice lo que hay que hacer cuando ya no hay nada que hacer: acompañar.
Tardes largas de mate en el pasillo del servicio de cuidados paliativos. Que la morfina, que el tramadol, que si ya no tiene dolor, que si hoy habla mucho o si hoy no habló casi nada.
Conocí a otras personas que también acompañaban a otras personas que también se fueron, ojalá hoy estén bien.
Pocas cosas me dijo antes de morir, una de ellas es que se arrepentía de no haber estado mas presente durante mi infancia y la de mi hermana, que le hubiera gustado tener esos recuerdos hoy.
Eso me recuerda que cuando estuve en la terapia intensiva pensé que lo único que tenía en ese momento para aferrarme eran los recuerdos, asi que un poco lo entendi. Los recuerdos me entretuvieron durante algunos dias de incertidumbre y poca capacidad para respirar bien. Los recuerdos de chica, del primer beso, el primer amor, los pendientes, los abrazos, los mates, eso fue mi cable a tierra cuando los cables abundaban, entraban y salia de mi cuerpo.
Nota1: generar mas recuerdos ya que es lo único importante que voy a querer recordar en un momento asi.
Nota 2: una vez me dijeron que la palabra “recordar” viene de “re-corde” que significa “volver al corazón”. ¿Serà cierto? Hay que chequear este dato.