*Cómo Discernir Nuestros Corazones*
Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
Santiago 1:23–24
¿Se da cuenta de que la diferencia entre un sincero, controlado por el Espíritu, devoto, piadoso y obediente cristiano y un derrotado, débil y agobiado cristiano está en lo que ocurre en la mente?
Pueden asistir a la misma iglesia, participar en los mismos ministerios y hacer externamente las mismas cosas, pero uno está derrotado y el otro vive una vida espiritual fructífera. La diferencia se encuentra en el pensamiento.
Un día la diferencia se hará manifiesta. Pablo dijo a los corintios que cuando el Señor venga, «aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones» (1 Corintios 4:5).
Cristo dijo algo similar: «Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz» (Lucas 8:17).
Y: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse» (Lucas 12:1–2).
Le exhorto a profundizar en el espejo de la Palabra de Dios (Santiago 1.23–24), que es poderosa para discernir «los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12).
Como Jeremías aconsejó a Israel: «Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?» (Jeremías 4:14).
Y «limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (2 Corintios 7:1).
¿Qué le ha revelado el espejo de la Palabra de Dios recientemente?