032.-El Deseado de Todas las Gentes
Capítulo 8—La visita de pascua
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Dios les había conferido mucha honra al confiarles a su Hijo. Los santos ángeles habían dirigido los pasos de José a fin de conservar la vida [61] de Jesús. Pero durante un día entero habían perdido de vista a Aquel que no debían haber olvidado un momento. Y al quedar aliviada su ansiedad, no se habían censurado a sí mismos, sino que le habían echado la culpa a él.
Era natural que los padres de Jesús le considerasen como su propio hijo. El estaba diariamente con ellos; en muchos aspectos su vida era igual a la de los otros niños, y les era difícil comprender que era el Hijo de Dios. Corrían el peligro de no apreciar la bendición que se les concedía con la presencia del Redentor del mundo. El pesar de verse separados de él, y el suave reproche que sus palabras . sagrado de su cometido.
En la respuesta que dió a su madre, Jesús demostró por primera vez que comprendía su relación con Dios. Antes de su nacimiento, el ángel había dicho a María: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo: y le dará el Señor Dios el trono de David su padre: y reinará en la casa de Jacob por siempre.”5 María había ponderado estas palabras en su corazón; sin embargo, aunque creía que su hijo había de ser el Mesías de Israel, no comprendía su misión. En esta ocasión, no entendió sus palabras; pero sabía que había negado que fuera hijo de José y se había declarado Hijo de Dios.
Jesús no ignoraba su relación con sus padres terrenales. Desde Jerusalén volvió a casa con ellos, y les ayudó en su vida de trabajo.
Ocultó en su corazón el misterio de su misión, esperando sumiso el momento señalado en que debía emprender su labor. Durante dieciocho años después de haber aseverado ser Hijo de Dios, reconoció el vínculo que le unía a la familia de Nazaret, y cumplió los deberes de hijo, hermano, amigo y ciudadano.
Al revelársele a Jesús su misión en el templo, rehuyó el contacto de la multitud. Deseaba volver tranquilamente de Jerusalén, con aquellos que conocían el secreto de su vida. Mediante el servicio pascual, Dios estaba tratando de apartar a sus hijos de sus congojas mundanales, y recordarles la obra admirable que él realizara al librarlos de Egipto. El deseaba que viesen en esta obra una promesa de la liberación del pecado. Así como la sangre del cordero inmolado protegió los hogares de Israel, la sangre de Cristo había de salvar sus almas; pero podían ser salvos por Cristo únicamente en la medida en que por la fe se apropiaban la vida de él. No había virtud en el servicio simbólico, sino en la medida en que dirigía a los adoradores hacia Cristo como su Salvador personal. Dios deseaba que fuesen inducidos a estudiar y meditar con oración acerca de la misión de Cristo. Pero, con demasiada frecuencia, cuando las muchedumbres abandonaban a Jerusalén, la excitación del viaje y el trato social absorbían su atención, y se olvidaban del servicio que habían presenciado. El Salvador no sentía atracción por esas compañías. Jesús esperaba dirigir la atención de José y María a las profecías referentes a un Salvador que había de sufrir, mientras volviese solo con ellos de Jerusalén. En el Calvario, trató de aliviar la pena de su madre. En estos momentos también pensaba en ella. María había de presenciar sumúltima agonía, y Jesús deseaba que ella comprendiese su misión, a fin de que fuese fortalecida para soportar la prueba cuando la espada atravesara su alma. Así como Jesús había estado separado de ella y ella le había buscado con pesar tres días, cuando fuese ofrecido por los pecados del mundo, lo volvería a perder tres días. Y cuando saliese de la tumba, su pesar se volvería a tornar en gozo.
(Continuará...)
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