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*El reconocimiento de EE.UU. a Edmundo González Urrutia marca la nueva política de Trump con Venezuela*
Casi cuatro meses después de las elecciones presidenciales de Venezuela, el Gobierno de Joe Biden ha dado el paso de declarar presidente-electo a Edmundo González, el candidato que concentró a la oposición al régimen de Nicolás Maduro. La decisión, anunciada esta semana en un mensaje en la red social X por el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, apenas afectará a la Administración Biden. Será una herencia que recibirán Donald Trump, que jurará su cargo el próximo 20 de enero, y su Administración, liderada en política exterior por Marco Rubio, su nominado para secretario de Estado.
El reconocimiento de ultimísima hora de EE.UU. sobre González marca la posición de la primera potencia mundial antes de que Maduro se invista de nuevo como presidente el próximo 10 de enero. Pero también marca los planes de Trump, que tendrá que ver decidir cómo afronta una situación similar a la de 2019, cuando reconoció a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela y desató una campaña de «máxima presión» contra el régimen de Maduro, con sanciones duras que maniataron a su sector petrolífero, el sustento económico del país caribeño.
Trump no se ha pronunciado sobre la situación política en Venezuela desde que ganó la elección presidencial a comienzos de este mes. Pero, de alguna forma, ha hablado con la elección de Rubio como jefe de su diplomacia. El senador por Florida, hijo de inmigrantes cubanos, ha sido la voz más combativa en la alta política de EE.UU. contra los regímenes autoritarios en el continente americano.
Trump, el rey de la transacción
Rubio tardó pocos días en defender que González era el ganador de las presidenciales en Venezuela y en exigir al ejército y a las fuerzas de seguridad del país que se pusieran del lado del resultado de las urnas. Él fue quien impulsó una ley en el Senado para imponer una recompensa de cien millones de dólares a quien facilitara la detención de Maduro. Y también quien ha criticado con ferocidad la relajación de sanciones a Venezuela por parte de la Administración Biden.
Trump y Rubio se encontrarán en una encrucijada cuando lleguen al poder dentro de dos meses: ¿recuperar la política de «máxima presión», tratar de forzar con sanciones el derrocamiento de Maduro, ahogar a Venezuela para echar al dictador? ¿o encontrar un acomodo al régimen con beneficios para ambas partes? Trump, el rey de la transacción, tiene como instinto lo segundo. A favor de ello tendría a la industria petrolera de EE.UU., que le ha apoyado en su campaña, y que se ha visto beneficiada -en el caso de Chevron y de las refinerías en EE.UU.- con la relajación de sanciones de Biden que le permitió trabajar con el crudo venezolano.
Esa industria insiste al Gobierno de EE.UU. en que es mejor que Venezuela trabaje con ellos antes de que lo haga con Irán o China. Un acuerdo con Maduro beneficiaría además su política migratoria: abriría la puerta a la repatriación de venezolanos en territorio estadounidense dentro de los planes de deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados que Trump ha prometido en campaña. Maduro saludó la victoria de Trump como una «oportunidad de oro» para ambos países, una posibilidad para resetear la relación.
Rubio, por el momento, no ha reaccionado al reconocimiento de González. Pero todo apunta a que él buscará impulsar la primera opción, la mano dura con Maduro, y resulta difícil entender su elección como secretario de Estado si ese no es también el plan de Trump. La oposición venezolana, liderada por María Corina Machado, ha saludado la nominación de Rubio como próximo jefe de la diplomacia estadounidense y ha defendido que la victoria de Trump es la oportunidad definitiva para tumbar a Maduro.. También lo ha hecho González, que ha asegurado que espera hablar con el futuro secretario de Estado antes de la investidura del nuevo presidente de Venezuela del próximo 10 de enero.
Fuente: https://www.abc.