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Apocalipsis, la Revelación

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Estudio del libro de Apocalipsis versículo a versículo. 1Tesalonicenses 5:20: "No menospreciéis las profecías"

Apocalipsis, la Revelación (Spanish)

¡Bienvenidos al canal de Telegram 'Apocalipsis, la Revelación'! Aquí encontrarás un estudio detallado del libro de Apocalipsis, versículo a versículo. Nuestro objetivo es profundizar en las profecías bíblicas y comprender el mensaje de este libro tan importante para la fe cristiana. Como dice 1 Tesalonicenses 5:20, 'No menospreciéis las profecías', y es por eso que nos dedicamos a explorar cada palabra y cada símbolo de este libro enigmático. nnSi te apasiona la teología, la escatología y la interpretación de la Biblia, este canal es para ti. Únete a nuestra comunidad de estudiosos y juntos reflexionaremos sobre el significado de cada pasaje, debatiendo y compartiendo conocimientos. Prepárate para adentrarte en un viaje de exploración espiritual y descubrir la riqueza de la Revelación. nnNo te quedes atrás en el conocimiento de las profecías bíblicas, únete a 'Apocalipsis, la Revelación' en Telegram y sumérgete en un mundo de aprendizaje y reflexión. ¡Te esperamos con los brazos abiertos para descubrir juntos los misterios de este fascinante libro!.

Apocalipsis, la Revelación

08 Nov, 20:49


Babilonia” es una palabra de origen hebreo, «בָּבֶל», «Babel» (#894), que significa confusión. En la traducción al griego, «Βαβυλών», «Babulón» (#897), es un término que figuradamente se asocia con la tiranía. En la Grecia de los tiempos del apóstol Juan este tipo de regímenes no estaban tan cargados de connotaciones peyorativas como ahora, porque muchos tiranos eran queridos y aceptados entre los ciudadanos de las polis. No todos gozaban de tanta popularidad, y en ocasiones eran depuestos o asesinados. El escenario que se dibuja en este momento de la narrativa resulta muy interesante: Babilonia ha caído; la joya de la corona del imperio de la bestia está envuelta en llamas, columnas de humo cubren la gran ciudad. Mientras esto ocurre, “los reyes de la tierra” que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, temen por sus vidas porque saben que “sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (Apocalipsis 18:5). Tratan de huir y se distancian en lo posible para no recibir castigo, “parándose lejos por el temor de su tormento”. Pero es inútil escapar al juicio de Dios, su final está unido al de Babilonia. El Señor reserva a los reyes para «la gran cena de Dios» (Apocalipsis 19:17), un banquete donde “todas las aves que vuelan en medio del cielo” comerán “carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes” (Apocalipsis 19:20). Aún les cuesta creer que un imperio tan poderoso se haya venido abajo de esta manera, y en tan poco tiempo: “¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!” Las dos exclamaciones de aflicción que inician esta frase nos revelan un lamento vano y egoísta, carente absolutamente de arrepentimiento, más preocupados por la pérdida de poder y riquezas que por la salvación de sus almas. Y seguían dando voces, diciendo: “¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?” (Apocalipsis 18:18). Para tener una idea más precisa de cómo afectará a la humanidad la caída del sistema hay que leer los versículos once al diecisiete de este capítulo. Babilonia parecía ser invencible, pero “en una hora” vendrá su juicio, así como “en un solo día” vinieron sus plagas (Apocalipsis 18:8); también en un hora se consumirán sus riquezas (Apocalipsis 18:17), y en una hora Babilonia acabará desolada (Apocalipsis 18:19). Cuando en la sabiduría de Dios ya es tiempo de poner fin a algo, lo hace de una sola vez y sin demora.

Apocalipsis, la Revelación

06 Nov, 20:42


Es la segunda vez en este capítulo que se vuelven a mencionar a “los reyes de la tierra”, esta vez para decirnos que sus “deleites” con Babilonia se convertirán en llanto amargo porque el poder se les acaba, sus días de gloria muy pronto verán su fin. Aman a Babilonia, han fornicado cuanto han querido con ella, y esto explica que como pago obtengan la medida de su codicia. Gracias a ella han multiplicado sus riquezas sin importar los valores y principios para conseguirlas. Su estado de bienestar y privilegios siempre han estado muy por encima de todo, de poco les ha importado el pueblo, salvo cuando le ha sido útil para acceder y conservar el poder. La posición dominante de estas personas pertenecientes a una élite frente al resto se basa en la ventaja del pequeño número, es decir, en la posibilidad de esta minoría de ponerse rápidamente de acuerdo para dirigir una acción encaminada a proteger sus intereses. Este acto de materialismo desenfrenado Apocalipsis lo denomina “fornicación”, porque se comportan como prostitutas, se venden por dinero. Babilonia la grande lo lleva escrito en la frente, es “la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra” (Apocalipsis 17:5). Los que han adulterado con ella verán reducido a cenizas todo por lo que han vivido, “cuando vean el humo de su incendio”, porque su destrucción será por fuego. De Babilonia sólo quedará polvo y humo. Entonces “llorarán y harán lamentación sobre ella”, y esto marcará el final del imperio del Anticristo, y con él, la pérdida de los tres pilares de poder de su sistema de gobierno: religión, política y economía. Dios siempre ha hablado por medio de sus profetas, y les ha dado tiempo para que se arrepientan, pero no han querido hacerlo. Dice el Señor en Lucas 6:24-25: “Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.”

Apocalipsis, la Revelación

02 Nov, 23:52


La ciudad que ha vivido entregada a los placeres y al lujo, de espaldas a Dios, verá su suerte cambiar de repente, según dice el texto “en un solo día”. La palabra griega utilizada aquí para “día” es «η‌με‌ρα», «jeméra» (#2250), es decir, literalmente espacio de tiempo entre el amanecer y la noche, o las 24 horas enteras. Los judíos consideraban por lo general varios días como incluyendo parte de ambos extremos. Según este punto de vista puede que esta expresión deba ser considerada aquí como un período muy limitado de tiempo, o tal vez se trate en realidad de un día literal; es complicado precisarlo porque estos hechos aún no han ocurrido. Pero lo que no ofrece la mínima duda es que el juicio que vendrá sobre Babilonia será total y definitivo, y sea como fuere el tiempo que precise en caer, lo que los hombres han tardado en construir mil años, Dios “en un solo día” lo puede derribar. Una situación similar a la que se relata en Apocalipsis se vivió en la antigua Babilonia, cuando su rey Belsasar organizó un gran banquete a mil de sus príncipes. Mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había sustraído del Templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey y sus grandes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra. En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre que sobre el encalado de la pared del palacio real escribía una misteriosa frase que nadie supo interpretar, y anunciaba en estos términos el fin inmediato de su reino: “Mene, mene, tekel, uparsin”. Entonces el rey palideció, y mandó traer a su presencia al profeta Daniel, que le dio explicación detallada sobre el significado de esas palabras: “Mene: contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. Tekel: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. Uparsin: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas.” La Escritura nos dice en Daniel 5:30-31 que “la misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos, y Darío de Media tomó el reino, siendo de sesenta y dos años”. Como en los tiempos del rey Belsasar, la suntuosa Babilonia del sistema de la bestia sufrirá una destrucción total por “fuego”, “y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10). Su dolor será tan grande que el “llanto” se verá como una plaga más, un azote venido como consecuencia de la “muerte” y el “hambre” que experimentarán “los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:8). Así será el fin de la estructura económica mundial liderada por el Anticristo. En la Biblia, Babilonia es la primera ciudad de importancia, con una larga trayectoria llena de eventos históricos, pero pecaminosa en extremo. Y ni todo el poder de los hombres corruptos y de los demonios será suficiente para impedir su castigo, pues “poderoso es Dios el Señor, que la juzga”.

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30 Oct, 21:53


Aquí se destacan los más importantes pecados del mundo materialista. El principal es el orgullo, la arrogancia de glorificarse a sí misma. Existe una diferencia entre la clase de orgullo que Dios odia (Proverbios 8:13) y la clase de orgullo que sentimos acerca de un trabajo bien realizado, Gálatas 6:4: “Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro.” El orgullo que procede de la autojustificación o vanidad es pecado y Dios lo aborrece porque es un obstáculo para buscarle a él. Proverbios 16:18 dice que “antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”. Ella ha “vivido en deleites”, o en “lujos desvergonzados”, como dice la gramática del griego original. Se ve a sí misma “sentada como una reina”, superior a todos los demás. No necesita a Dios, su actitud es autosuficiente e independiente. Así de segura se siente Babilonia en un mundo que la reconoce como a su reina, la idolatra. En el judaísmo al shabat, el día de reposo, le llaman “la reina”, que siempre está al servicio del Rey. Y aquí tenemos lo opuesto, esta reina no anhela al Rey. Su soberbia es exactamente la misma que se describe de la antigua Babilonia en Isaías 47:8-10: “Oye, pues, ahora esto, mujer voluptuosa, tú que estás sentada confiadamente, tú que dices en tu corazón: Yo soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad. Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo día, orfandad y viudez; en toda su fuerza vendrán sobre ti, a pesar de la multitud de tus hechizos y de tus muchos encantamientos. Porque te confiaste en tu maldad, diciendo: Nadie me ve. Tu sabiduría y tu misma ciencia te engañaron, y dijiste en tu corazón: Yo, y nadie más.” Además dice: “no soy viuda”; ahora bien, ¿cómo una mujer podría pensar que no quedará viuda? Simplemente no casándose. Así hace lo que le viene en gana, no quiere estar bajo el dominio de nadie, en especial de la autoridad de Dios. Tiene la falsa creencia de que su reinado no terminará nunca. Se vanagloria de su prosperidad, pero vive de una falsa ilusión, porque “en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego” (Apocalipsis 18:8). Se equivoca cuando dice “no veré llanto”, porque es su orgullo el que acabará humillándola. La soberbia y la desobediencia a Dios son pecados que tienen consecuencias, y tanto sufrirá “de tormento y llanto”. En Apocalipsis 17:16 una confederación de diez reyes acabó aborreciendo a la gran ramera (Babilonia religiosa) hasta deshacerse de ella: “Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego.” Huir de Babilonia no es escapar de un lugar físico, es someternos a Dios y ofrecerle toda nuestra lealtad. Babel fue un lugar físico una vez, ahora la Babilonia espiritual se ha hecho “habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo” (Apocalipsis 18:2). Es tiempo de salir de Babilonia; el pueblo de Dios debe prestar atención porque pronto va a caer este sistema.

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27 Oct, 21:23


Este pasaje guarda una relación directa con el quinto sello, en donde Juan ve bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la Palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Éstos son los que han salido de la “gran tribulación” (Apocalipsis 7:14), “y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:10). Como el pecado precede al castigo era inevitable que este momento llegara. Los sufrimientos que el hombre, formado a la imagen de su Creador, inflige a sus semejantes, un día se volverán contra él. Dios no puede ser burlado, pues todo lo que sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7). Los nombres de los opresores están escritos en los libros con sangre y lágrimas de inocentes, y es de recibo que cobren su justa retribución: “Dadle a ella como os ha dado, y pagadle según sus obras”. La antigua expresión griega traducida aquí como “dadle”, «α‌ποδι‌δωμι», «apodídomi» (#591), según la concordancia Strong significa “pagar una deuda” o “devolver lo que se debe”. En otras palabras, Dios pagará a la Babilonia comercial con su misma moneda, exactamente lo que ella merece, lo que con creces se ha ganado a pulso: “Pagadle según su obra; conforme a todo lo que ella hizo, haced con ella; porque contra Jehová se ensoberbeció, contra el Santo de Israel” (Jeremías 50:29). Dios es justo y recto en lo que hace, y lo ha dispuesto todo para que la fortuna de Babilonia se venga abajo; dicho de modo eufemístico, para que caiga como un castillo de naipes. El “cáliz” de la maldad de Babilonia, de sus muchos pecados, ha sido tan abundante que ha llegado a llenarse hasta su borde, y se ha derramado el vino de su fornicación a todas las naciones a gran velocidad, se ha extendido como un reguero de pólvora. El juicio de Dios puede demorarse, pero siempre llega; es cuestión de tiempo que reciba comisión de condena, como dice el texto, por duplicado: “Preparadle a ella el doble”. Un excelente comentario para este versículo lo encontramos en las palabras que menciona el Señor en Mateo 7:2: “Con la medida con que medís, os será medido”, pero aquí se añade el doble. El concepto de recibir una «doble porción» tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. Los derechos del primogénito eran sumamente importantes en la antigüedad. El primogénito tenía el derecho de recibir el doble de la herencia que los otros hijos del padre, además del derecho a la sucesión, lo que implicaba un mayor compromiso y responsabilidad del beneficiario con el legado recibido. Esta práctica de heredad es mencionada por primera vez en la Ley de Moisés, en Deuteronomio 21:17: “Lo reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que corresponda a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura.” En una carta a la Iglesia en Colosas (Anatolia, a 18 kilómetros de Laodicea), el apóstol Pablo llama a Jesucristo “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Colosenses 1:15); un título que indica su posición como el bendito legítimo heredero de todas las cosas, porque todo fue creado por medio de él y para él. Sin embargo, no todas las dobles retribuciones implican bendición. En este pasaje de Apocalipsis estamos viendo el juicio sobre Babilonia, a la que debe pagarse doble castigo según sus obras. En la Escritura se enseña que una doble restauración era requerida en los casos de fraude. Las leyes sobre la restitución se encuentran registradas en el capítulo veintidós del libro de Éxodo. El versículo nueve dice así: “En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo.”

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26 Oct, 16:54


Babilonia tiene un amplio historial de pecados acumulados a lo largo de los siglos. Y el hecho de que Dios no juzgue inmediatamente la maldad del hombre no quiere decir que se olvide de ella. El «Día del Señor» vendrá como ladrón en la noche; se equivocan los que dudan que Jesús va a regresar para juzgar el mundo, “porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22). Dios ya había juzgado el mundo con el diluvio en tiempos de Noé, solo que esta vez los elementos ardiendo serán desechos y las obras que en ella hay serán quemadas. Aunque parezca que hemos estado esperando mucho tiempo, para Dios ha sido un abrir y cerrar de ojos, él está más allá del concepto de tiempo, es Eterno. Dice Pedro en su Segunda Epístola: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” Es su misericordia y gracia la que nos da la oportunidad de arrepentirnos y ponernos a cuentas con él. 2 Pedro 3:9: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” Pero sabe que no todos lo harán, “porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella” (Mateo 7:13). Sólo quedará un pequeño remanente que cruzará el angosto camino que lleva a la vida, su pueblo fiel. Dios nunca más se acordará de sus pecados e iniquidades porque ya han sido pagados por Cristo en la cruz (Hebreos 8:12). Pero la maldad de Babilonia ha alcanzado el punto máximo de tolerancia y “sus pecados han llegado hasta el cielo”. La figura usada aquí es como si sus transgresiones se amontonaran de tal forma que llegan hasta el cielo como una torre de Babel. Israel se negó a creer el mensaje de Dios sobre lo valiosos que eran a sus ojos. Se dejaron llevar por sus temores y prefirieron centrarse en sus debilidades. Después de un tiempo, Dios perdió la paciencia con ellos y le dijo a Moisés: “¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? Yo los heriré de mortandad y los destruiré…” (Números 14:11-12). El Señor perdonó a Israel por causa de Moisés, pero se sintieron miserables. Se les asignó una existencia en el desierto, una vida entregada al temor constante, y no se les permitió entrar en la Tierra Prometida. Si los depositarios de la Palabra de Dios, quienes recibieron la revelación del Señor y contaron con la amonestación de los santos profetas fracasaron en hacer la voluntad del Señor, ¿qué espera a quienes no tienen esas bendiciones? La profecía dice que el Espíritu de Dios no contenderá con el hombre para siempre (Génesis 6:3), y “Dios se ha acordado de sus maldades”. Esta palabra, “acordado”, en griego «μνημονευ‌ω», «mnemoneúo» (#3421), significa ejercer memoria, es decir, recordar; por implicación castigar. Este final de versículo es una repetición de Apocalipsis 16:19: “Y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira.” Dios es paciente, pero no indiferente. El hombre que reprendido endurece su cerviz, de repente será quebrantado por pasar por alto la oportunidad que se le ofrece para reconciliarse con Dios, por cuanto no reconoció el tiempo en que vino a salvarle. Isaías 55:6: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado”. La tolerancia de Dios tiene un límite y no va a permitir que abusemos de ella. Llegará un momento en el que actúe soberanamente, como lo juzgue más conveniente y en los tiempos por él establecidos. Y en ese tiempo pagará dos veces más por los pecados cometidos (Apocalipsis 18:6).

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23 Oct, 21:10


La voz que escucha Juan del cielo ya no es la del ángel que clamaba a gran voz al comienzo del capítulo, el que ahora parece estar hablando es el Cordero, y está llamando a su pueblo para que salga de Babilonia antes de que los juicios del cielo la visiten: “Salid de ella, pueblo mío”. Si acudimos a la fuente original de la palabra salir, «ε‌ξε‌ρχομαι», «exérjomai» (#1831), este verbo en griego puede interpretarse figurada o literalmente, según sea el contexto. Esto último significaría una separación física, como aquella que experimentó Lot, el sobrino de Abraham, cuando fue advertido por los mensajeros de Dios que debía salir de la ciudad de Sodoma para escapar de la lluvia de azufre y fuego que habría de venir de los cielos. Siguiendo este mismo patrón, ahora es Jesucristo y no un ángel, el que advierte a su pueblo para evitarles el castigo que Babilonia sufrirá por sus pecados. El llamado para apartarse de esta ciudad y del mundo que ésta representa, es un tema que se repite frecuentemente en las Sagradas Escrituras, porque “no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). El pueblo de Dios del Antiguo Testamento, Israel, también recibió el mismo aviso a salir de la Babilonia de Nabucodonosor para no experimentar el ardor de la ira, porque el Señor siempre previene a través de sus profetas lo que hará antes de que llegue el juicio, como en Jeremías 51:45: “Salid de en medio de ella, pueblo mío, y salvad cada uno su vida del ardor de la ira de Jehová.” El primer hebreo, Abraham, fue llamado a salir de su ciudad natal, Ur de Caldea, en Babilonia. El patriarca recibió la orden de abandonar la nación idólatra a la que pertenecían sus antepasados, su familia y la casa de su padre. Tenía que dirigirse a la tierra de Canaán. A cambio Jehová le prometió que él y su descendencia serían benditos. Génesis 12:2-3: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” La historia es cíclica, se repite en Apocalipsis. Al final de los tiempos el Señor vuelve a pedirle a su pueblo lo mismo que a Abraham, que salga de Babilonia. Del sistema idolátrico de Babilonia hay que salir para no ser “partícipes de sus pecados”, en tanto que “la amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4). No podemos seguir en el mundo y esperar tener una relación con Dios, porque “ninguno puede servir a dos señores” (Mateo 6:24). El que adorare la imagen de la bestia y recibiere su marca, según la Reina Valera, sufrirá “parte de sus plagas”; aunque la mayoría de las versiones bíblicas omiten la palabra “parte” para referirse a un “todo”. Constantemente la Palabra nos exhorta a no conformarnos con este mundo, a romper nuestros vínculos con él, sabiendo que lo que nos espera es más grande, porque Dios nos tiene preparada una ciudad infinitamente mejor que Babilonia, la Nueva Jerusalén.

Apocalipsis, la Revelación

20 Oct, 20:15


El texto muestra la enorme influencia que Babilonia ejerce sobre las demás naciones para que beban “del vino del furor de su fornicación”, y cómo el sistema está establecido para corromper no sólo a los poderosos y a “los reyes de la tierra”, sino también a toda una sociedad. La Biblia advierte que “raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe” (1 Timoteo 6:10). Es “el amor al dinero”, y no el dinero como bien material, uno de los principales motivos que nos separan de Dios. La Escritura no condena el dinero ni critica a los ricos, pues lo importante no es cuánto tenga una persona, sino la actitud que tiene hacia el dinero. Dice Pablo en Filipenses 4:12: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” Es cierto que en nuestra sociedad sin dinero no se puede vivir. Pero una cosa es esto, y otra dedicarle la vida sabiendo que la vida misma es un bien limitado. Por eso dice el Señor que no nos hagamos tesoros en la Tierra, sino en el cielo. El dinero no compra la paz del alma, ni el calor del amor, ni saborear las circunstancias sencillas y bonitas de cada día, ni mucho menos el encuentro con Dios. No proporciona inteligencia ni conocimiento, no hace al hombre virtuoso; al contrario, lo esclaviza para satisfacer los deseos de la carne, y Satanás lo sabe. Que actualmente las naciones se encuentran en tal condición, es demasiado obvio para ser negado. El pecado de Babilonia no se limita únicamente a la idolatría, referido con el término de fornicación, sino también al orgullo, la codicia y el afán desmedido por acumular riqueza. Éste es el juicio de Dios contra el enriquecimiento de unos pocos, ajenos a las necesidades de gran parte de la humanidad. Controlan los mercados mundiales, tienen el poder sobre las finanzas y la habilidad de hacerse de oro con las crisis que ellos mismos provocan. Ignoran la ética y la moral, apartan las normas básicas de comportamiento y los códigos de las leyes, todo en beneficio propio. Esta actitud es claramente contraria a los mandamientos de Dios, que premia, incluso, el ofrecer un vaso de agua dado con el corazón. Marcos 9:41: “Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” La palabra “mercaderes” que utiliza el ángel en este pasaje no es una referencia expresa dirigida a productores o fabricantes, sino a vendedores mayoristas, según el término griego «ἐ‌μπορος», «émporos» (#1713). El versículo concluye con la expresión “la potencia de sus deleites”, que en la lengua original se traduce como “lujo desvergonzado”, «στρη‌νος», «strénos» (#4764). Santiago, el hermano de Jesús (Gálatas 1:19), en su epístola universal condenó las formas despiadadas de los ricos opresores, lo que podría aplicarse igualmente a la Babilonia de los últimos tiempos. Santiago 5:1-3: “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.”

Apocalipsis, la Revelación

17 Oct, 21:00


Por dos veces, y “con voz potente”, el ángel proclama el colapso del sistema como un hecho consumado, inevitable: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia”. En la gramática griega del koiné antiguo existe un tiempo llamado «aoristo», apropiado para expresar conceptos eternos, sin límites, indefinidos, y esta forma verbal se emplea aquí. El ángel expresa lo que sucederá en el futuro como si ya hubiese sucedido, aunque lo describe como pasado porque entiende que cuando Dios dice que algo va a acontecer, es porque así será. Para nosotros es cuestión de fe, “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Lo que el Soberano del cielo determina siempre tiene su cumplimiento en la profecía. Es como si ya todo hubiese tenido lugar, porque él conoce “lo por venir desde el principio” (Isaías 46:10). No resulta inesperado este mensaje dado por el ángel porque en Apocalipsis 14:8 se muestra un anuncio preliminar idéntico a éste: “Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad”. Se repite con otras palabras en Apocalipsis 16:19 y su sentencia se anuncia nuevamente en Apocalipsis 17:1. Por tanto, debemos entender esta nueva visión como una ampliación de aquellas. El texto describe a continuación una ilustración profética de una desolación absoluta, la condición en la que quedará Babilonia después de ser asolada, se verá convertida en un lugar siniestro y maligno: “Y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”. A propósito, una descripción muy precisa de lo que es el mundo hoy. El relativismo moral conduce a esto, e incluso muchos proclaman que la Ley de Dios está abolida, y ciertamente sus vidas están de acuerdo con su fe. Si no hay Ley, entonces no existe transgresión, y por tanto no hay pecado; “pues el pecado es la infracción de la ley” (1 Juan 3:4). Cuando la antigua Babilonia fue devastada, sus ruinas se convirtieron en albergue de chacales y hienas, allí durmieron las fieras del desierto (Isaías 13:21-22). Pero aquí, los restos de sus palacios y casas de deleites son tomados por demonios, criaturas terribles e impuras que han encontrado su hogar entre la cochambre “de la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas” (Apocalipsis 18:16). Y no se alargarán los días de Babilonia, su tiempo llegó, “nunca más será habitada, ni se morará en ella de generación en generación; ni levantará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada” (Isaías 13:20).

Apocalipsis, la Revelación

14 Oct, 10:24


Ya hemos dejado atrás los capítulos referentes a la serie de los diversos grupos de conjuntos de sietes: los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas. Sin duda esto quiere decir que nos estamos acercando al final de los siete años de Tribulación, pero encasillar este capítulo con algún juicio en particular de los ya mencionados resulta realmente complicado, pues no se indica de forma expresa en qué momento cronológico de la ira de Dios cae Babilonia. De nuevo aparece el principio que prevalece en la literatura apocalíptica concerniente a la ampliación detallada de algún episodio anterior, un salto en la narrativa que no se ajusta necesariamente al orden natural de la profecía. Apocalipsis pone de manifiesto que la decadencia que sufre el mundo alcanzará un progresivo proceso de degradación con la apertura de los primeros sellos; pero este declive se acentuará de forma notable con la fractura del séptimo y último sello, la ira de Dios, que comprende los juicios parciales de las siete trompetas y los totales de las copas. Con la furia del Cordero, Babilonia irá cayendo gradualmente, hasta que “en una hora” sus riquezas sean consumidas (Apocalipsis 18:17). Una vez más es un ángel quien pone en marcha el desarrollo de los acontecimientos. El comienzo del capítulo muestra el método habitual de introducción a una nueva visión: “Después de esto”. Juan continúa siendo un observador que tiene que registrar por escrito todo lo que ve, y eso hace: “Vi a otro ángel”, diferente al que le había mostrado la sentencia contra la gran ramera. Esto nos hace volver la mirada al capítulo catorce, que nombra una sucesión de seis ángeles con la sola identificación de “otro ángel”. Pero este ángel en lugar de “volar por en medio del cielo” como hacen los otros, “desciende del cielo”, según la óptica del apóstol. La visión se está produciendo desde la superficie de la Tierra. El texto consigue llevarnos a la figura de un mensajero celestial dotado de gran autoridad, superior en rango en la jerarquía angelical. Demanda máxima atención, no en vano es el portavoz de un mensaje trascendente que analizaremos en el próximo versículo. Este ángel que desciende del cielo y entra en escena con gran poder viene de la presencia de Dios, e ilumina toda la Tierra “con su gloria”, la de Dios, evidentemente. Hay que considerar que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios inspirada, no tiene errores, es perfecta. Pero Dios muchas veces utiliza recursos literarios, reglas que encontramos en el lenguaje de ese tiempo para poder revelarnos cosas y hacer claras ciertas ideas. Si entendemos esto vamos a comprender mejor todo. Entonces, ¿qué está pasando aquí? Todo este capítulo tiene que ver con juicio, con la caída de la gran Babilonia; pero antes de que se hunda definitivamente vemos que el mundo entero será alumbrado con la gloria de Dios, que primero será manifestada por medio de su juicio. La ira de Dios es necesaria para que su gloria se manifieste. Recordemos que en este momento de la crónica el reino de la bestia todavía estaba cubierto en tinieblas cuando se derrama la quinta copa sobre su trono. Seguramente debamos entender que el esplendor de este ángel procedía de su contacto con el Dios del cielo de donde venía, algo similar a lo que aconteció a Moisés después de estar cuarenta días y cuarenta noches con Jehová en el Monte Sinaí. Éxodo 34:29: “Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios.” Como en la parábola de la semilla de la mostaza que enseñó el Señor Jesucristo, la cual “a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol” (Mateo 13:31-32), así también el apóstol Juan vio la obra evolucionar hasta que toda la Tierra quedó llena de la gloria de Dios.