Este pasaje guarda una relación directa con el quinto sello, en donde Juan ve bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la Palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Éstos son los que han salido de la “gran tribulación” (Apocalipsis 7:14), “y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:10). Como el pecado precede al castigo era inevitable que este momento llegara. Los sufrimientos que el hombre, formado a la imagen de su Creador, inflige a sus semejantes, un día se volverán contra él. Dios no puede ser burlado, pues todo lo que sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7). Los nombres de los opresores están escritos en los libros con sangre y lágrimas de inocentes, y es de recibo que cobren su justa retribución: “Dadle a ella como os ha dado, y pagadle según sus obras”. La antigua expresión griega traducida aquí como “dadle”, «αποδιδωμι», «apodídomi» (#591), según la concordancia Strong significa “pagar una deuda” o “devolver lo que se debe”. En otras palabras, Dios pagará a la Babilonia comercial con su misma moneda, exactamente lo que ella merece, lo que con creces se ha ganado a pulso: “Pagadle según su obra; conforme a todo lo que ella hizo, haced con ella; porque contra Jehová se ensoberbeció, contra el Santo de Israel” (Jeremías 50:29). Dios es justo y recto en lo que hace, y lo ha dispuesto todo para que la fortuna de Babilonia se venga abajo; dicho de modo eufemístico, para que caiga como un castillo de naipes. El “cáliz” de la maldad de Babilonia, de sus muchos pecados, ha sido tan abundante que ha llegado a llenarse hasta su borde, y se ha derramado el vino de su fornicación a todas las naciones a gran velocidad, se ha extendido como un reguero de pólvora. El juicio de Dios puede demorarse, pero siempre llega; es cuestión de tiempo que reciba comisión de condena, como dice el texto, por duplicado: “Preparadle a ella el doble”. Un excelente comentario para este versículo lo encontramos en las palabras que menciona el Señor en Mateo 7:2: “Con la medida con que medís, os será medido”, pero aquí se añade el doble. El concepto de recibir una «doble porción» tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. Los derechos del primogénito eran sumamente importantes en la antigüedad. El primogénito tenía el derecho de recibir el doble de la herencia que los otros hijos del padre, además del derecho a la sucesión, lo que implicaba un mayor compromiso y responsabilidad del beneficiario con el legado recibido. Esta práctica de heredad es mencionada por primera vez en la Ley de Moisés, en Deuteronomio 21:17: “Lo reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que corresponda a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura.” En una carta a la Iglesia en Colosas (Anatolia, a 18 kilómetros de Laodicea), el apóstol Pablo llama a Jesucristo “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Colosenses 1:15); un título que indica su posición como el bendito legítimo heredero de todas las cosas, porque todo fue creado por medio de él y para él. Sin embargo, no todas las dobles retribuciones implican bendición. En este pasaje de Apocalipsis estamos viendo el juicio sobre Babilonia, a la que debe pagarse doble castigo según sus obras. En la Escritura se enseña que una doble restauración era requerida en los casos de fraude. Las leyes sobre la restitución se encuentran registradas en el capítulo veintidós del libro de Éxodo. El versículo nueve dice así: “En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo.”