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Algo del Evangelio

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El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org
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Algo del Evangelio (Spanish)

¡Bienvenidos a Algo del Evangelio! Este canal en Telegram te ofrece el evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar de la Diócesis de San Miguel en Buenos Aires, Argentina. ¿Quién es el Padre Rodrigo Aguilar? Es un sacerdote comprometido con la difusión de la palabra de Dios a través de este canal, brindando reflexiones diarias para fortalecer nuestra fe y conexión con la espiritualidad. ¿Qué encontrarás en este canal? Podrás escuchar las lecturas diarias del evangelio acompañadas de un comentario que te ayudará a comprender y aplicar su mensaje en tu vida cotidiana. Además, si deseas compartir tu testimonio o tienes alguna consulta, puedes escribir directamente a [email protected]. Únete a la comunidad de Algo del Evangelio y comienza tu día con inspiración y reflexión. ¡No te pierdas esta oportunidad de nutrir tu alma y fortalecer tu relación con Dios!

Algo del Evangelio

07 Dec, 23:36


Comentario a Lucas 1, 26-38:

Feliz día de la Santísima Virgen María de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, es un día para celebrar porque para Dios nada es imposible. Para Él fue posible elegir una mujer desde toda la eternidad para ser la Madre de Jesús y para ser la Madre del más Santo de los Santos. No podía hacerlo de otra manera que manteniéndola pura, sin pecado, naciendo sin el pecado original, naciendo sin esa tendencia con la cual nacemos todos los simples mortales de este mundo, y con la cual tendremos y tenemos que luchar toda la vida.
Feliz día, del día en que celebramos que, para Dios, todo es posible. Recuerdo en este momento que me he encontrado muchas veces con personas, incluso católicos, que les cuesta muchísimo la figura de María, no sé porque, será por sus historias, será porque también a veces en la propia iglesia, sin querer, la ponemos por encima de Jesús, no por maldad si no porque Ella es pura ternura. Y hay muchos católicos que sí, que le hablan más a María que al mismo Dios. Hay muchos católicos que les cuesta escuchar, que la Virgen es Virgen y que fue Pura, y todos los dogmas que nosotros celebramos como milagros de Dios en su vida. La palabra dogma asusta muchísimo en estos tiempos, parece que un dogma es simplemente una verdad que se tira por la cabeza y no se puede ni pensar. Pero porque es tan difícil creer que para Dios todo es posible, porque a veces nos cuesta tanto, a los católicos o algunos, no quiero generalizar
que para Dios todo es posible. A veces creemos en cada cosa, o confiamos en cada cosa y sin embargo nos cuesta creer, que María es la Purísima, la toda Santa, la preservada de todo pecado, del pecado original, que nos inclina a todos hacia el mal, y nos dificulta el bien y fue preservada de todo acto pecaminoso.
María nunca pecó ni pensó en pecar, porque para Dios todo es posible. Toda su vida fue un Sí total y completo a cada deseo de Dios Padre. El la eligió y la predestinó para ser la Madre de nuestro Salvador, y por eso debía ser totalmente Pura
Predestinar no quiere decir, que le quitó la libertad, si no que la predispuesto, que ella pudiera elegir y ella siempre eligió lo mejor, siempre eligió el bien, nunca pecó.
Este dogma que hoy celebramos, no es una verdad fría ni abstracta de nuestra fe, es una verdad que toca lo más profundo de nuestro ser y nos da esperanza y consuelo para seguir, así son los dogmas, verdades vivas que nos dan luz para el camino. En realidad, no celebramos un dogma, si no que celebramos la Obra de Dios en la Virgen Santísima, porque para Dios nada es imposible. Celebramos que para Dios no hay imposibles cuando El desea algo, para el bien de la humanidad, y que, si Él lo desea, puede hacer su obra más allá del pecado, que reina muchas veces en el mundo, o que parece que reina.
La Virgen fue pura para recibir al Hijo de Dios y para darnos al mismo Jesús, y esa fue su misión y sigue siéndola. En ese momento en el que el Ángel se le apareció a la Virgen, Dios ingresó al mundo, vino a poner su carpa entre nosotros, su morada. La Virgen anticipó con su vida lo que el Padre quiere, para cada uno de nosotros, la santificación, la progresiva purificación de nuestra vida, para poder un día llegar verlo cara a cara. También que nosotros seamos morada, del Espíritu Santo, morada de Jesús en nuestro corazón. En María sucedió milagrosamente al nacer y en nosotros se va dando paso a paso lentamente, a lo largo de nuestra vida, en la medida que como María escuchamos la voz
de Dios y le obedecemos
Sí, obedecer, aunque no esté muy de moda esta palabra. Obedecer para ir haciéndonos santos, obedecer escuchando a Dios en todo para hacer siempre su voluntad. Escuchar su Palabra debería ser nuestro mayor anhelo, cada mañana, cada día. Callar nuestras voces interiores, para escuchar al Padre en nosotros y en los demás. Dios no cesa jamás de hablarnos, Él nos habla siempre. María dijo, Hágase en mí según tu Palabra, no dijo haré tu voluntad, su respuesta es humilde.

Algo del Evangelio

07 Dec, 23:36


Debemos dejar que Él sea el que haga en nosotros lo que quiera, y no ser tanto nosotros los que decidamos, lo que tenemos que hacer.
Que difícil, pero que paz encuentra en su vida quién descubre este camino
Que se haga en nosotros tu voluntad, Virgen Santísima enseñanos el camino de la escucha obediente.
Que tengamos un lindo y un gran día, sabiendo que, para Dios, nada es imposible si hacemos su voluntad.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

07 Dec, 23:36


Domingo 8 de diciembre + Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38

En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.»
María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?»
El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios.»
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho.»
Y el Ángel se alejó.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

06 Dec, 23:52


Comentario a Mateo 9, 35-10, 1.5a.6-8:

Buen día. Espero que tengamos un buen sábado, que terminemos esta semana de la mano, como siempre, de la Palabra de Dios. Terminando estos primeros días del tiempo de Adviento que comenzamos de hace una semana, intentando recorrer este camino tan lindo que nos propone la Iglesia de poder prepararnos verdaderamente para la celebración del nacimiento del Señor; para poder volver a pasar por el corazón esta gracia tan grande que hemos recibido, que el mismísimo Dios se haya hecho hombre por nosotros, que haya nacido en un pesebre, que haya estado en brazos de María y José. Pero también recordemos que es tiempo para mirar hacia el futuro y poner nuestra mirada en nuestra verdadera esperanza; fijar la mirada en aquel que nos da la esperanza, que es Jesús, que algún día volverá. Volverá para juzgar a vivos y a muertos. Volverá para juzgarnos con misericordia y con justicia, para separar las ovejas de los cabritos: unos a la derecha y otros a la izquierda; simbolizando aquellos que han buscado amar, aquellos que han intentado saciar el hambre y la sed de los demás y, por otro lado, aquellos que se negaron a utilizar los talentos que Dios les dio. Por eso, también es tiempo para revisar nuestra vida, para mirar a Jesús con amor y dejarnos mirar por él y sentirnos amados y de esa manera poder responderle con amor.
Así vamos en esta primera semana. Pero vamos hoy a Algo del Evangelio, en donde se nos describen varias cosas, entre ellas, que Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos enseñando. No solo enseñaba, sino que también curaba las enfermedades y las dolencias. Y, al mismo tiempo, se compadecía de esas ovejas que parecían que no tenían pastor. Por eso, vemos a Jesús que recorre, que sale de él mismo para acercarse a los necesitados, que enseña. Que no solo da cosas, sino que también transmite una sabiduría. Que no solo le interesaba curar los dolores del cuerpo, sino que también le interesaba enseñarle a la gente, enseñarnos a nosotros para que también aprendamos a vivir, a vivir como Hijos de Dios. La mayor compasión de Jesús está en ver que nosotros a veces o que el ser humano anda así: como ovejas sin pastor, como aquellos que no tenemos guía, que vamos sin rumbo, que solamente oímos las voces que nos desvían de los verdaderos caminos y no la voz de Jesús. ¡Qué lindo que es saber que nuestro buen Jesús siempre nos está hablando en la Palabra, nos está hablando al corazón para que nos demos cuenta de que sin él no podemos! Que, si no escuchamos la voz del buen pastor, no podemos seguir adelante. Y para eso Jesús también eligió guías, pastores, «porque la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos». Hay que rogar para que haya pastores similares, parecidos al corazón de Jesús, que siempre buscó guiar al Pueblo. Esa es la misión de los sacerdotes: hablar y enseñar y compadecerse como lo hizo Jesús. Y por eso convocó a doce discípulos y sigue convocando hoy en día a tantos sacerdotes en el mundo para que puedan vivir y cumplir la misión que Jesús tuvo acá en la tierra, entregándose completamente al Reino de Dios, entregándose completamente a llevar el mensaje del Padre. Y es ahí donde escuchamos, al final del evangelio, que Jesús les dice a sus discípulos: «Vayan. Vayan por el camino, proclamen que el Reino de Dios está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente». Todos de algún modo recibimos esta misión. Es verdad que especialmente está destinada a los sacerdotes, a los pastores, a los consagrados. Pero también podríamos pensar que todos hemos recibido gratuitamente y tenemos que dar gratuitamente. Todos recibimos la Palabra de Dios gratuitamente y por eso todos podemos ser también transmisores, instrumentos, puente entre Dios y los hombres.
¡Qué lindo que es sentirse elegido por Jesús! Que, a pesar de nuestras debilidades y nuestros pecados, nos vuelve a elegir y nos dice: «Vayan por el mundo. Vayan y hagan lo que yo hice.

Algo del Evangelio

06 Dec, 23:52


Vayan y no se detengan. Salgan de su comodidad, miren para adelante y vean que la gente necesita de mí, necesita de mi amor».
Dios quiera que todos sintamos este llamado y nos sintamos enviados a llevar la Palabra de Jesús por todos lados.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

06 Dec, 23:52


Sábado 7 de diciembre + I Sábado de adviento + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 9, 35-10, 1.5a.6-8

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
«La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.»
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones:
«Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

06 Dec, 00:28


Comentario a Mateo 9, 27-31:

A raíz de lo que venimos hablando en estos días sobre el tema del miedo, ese miedo originario, esa herida profunda que llevamos dentro, que tratamos de descubrir, que en la Palabra de Dios de alguna manera recorre toda la historia de la salvación –desde el pecado original hasta el fin de los tiempos–; alguien se me acercó a contarme sus miedos, el miedo a la frustración, el miedo a que no le salgan las cosas como él piensa, el miedo en definitiva a que aquellos que tiene cerca, aquellos que más lo aman, en el fondo dejen de amarlo porque él no pueda cumplir sus expectativas. Sin embargo, al ir hablando con él, al ir abriendo su corazón, él se fue dando cuenta que, en realidad, ese miedo lo tiene él, ese temor de dejar de ser amado por sus más queridos era una gran contradicción, porque aquellos que él tiene cerca no se cansan de decirle que no lo van a dejar de querer porque no le vaya bien en ese proyecto, en ese sueño que él tiene. Sin embargo, él no terminaba de convencerse. Tiene miedo, tiene miedo a que todo se venga abajo, porque no le salga ese trabajo o ese proyecto que tanto anhela. ¡Qué linda charla!
En definitiva, juntos nos dimos cuenta que ese gran temor, que él tiene, es el temor a dejar de ser amado. Y a mí me ayudó a pensar: ¿cuál es nuestro miedo más profundo?, ¿cuál es el temor que nos envuelve, que nos acompaña a lo largo de toda la vida y que es tan humano, pero en el fondo es una gran herida que todos tenemos? Es eso, es el temor a no ser amados, el temor a quedarnos solos, que cuando lo pensamos, lo racionalizamos, sabemos que no es así. Sin embargo, nuestras actitudes y nuestra manera de actuar muchas veces se impregnan, todas nuestras actitudes en este gran temor. Por eso hay que ir al fondo del corazón, del tuyo y del mío, para darnos cuenta que en realidad ese temor que proyectamos en los demás o que sin querer le entregamos a los otros, pensando que son ellos los que nos dejarán de amar, es en definitiva nuestra propia incapacidad de amarnos a nosotros mismos.
Si nosotros estuviéramos plenamente conformes con nuestra vida, con nuestro modo de ser; si nosotros nos amaramos como Dios nos ama, si nosotros descubriéramos que él siempre nos ama, por más que nosotros nos escapamos, por más que nosotros nos escondamos de él, en definitiva nunca nos sentiríamos solos. Por eso nuestro camino tiene que ser el del amor sincero, verdadero y profundo hacia nosotros mismos que nos dará la seguridad para actuar sin estar buscando el aplauso, sin tener temor al qué dirán y caminando con pasos seguros, sabiendo que nunca dejaremos de ser amados. Por eso no tengamos miedo, venzamos ese miedo profundo que tenemos y demonos cuenta que él nos ama así. Él quiere que cambiemos, pero nos ama así y nosotros tenemos que amarnos así.
Por eso, los que tenemos fe, ya desde ahora, tenemos de alguna manera en nuestro corazón la prueba de lo que todavía no vemos. No necesitamos que él se nos aparezca, sino que ya sabemos que él nos ama. La prueba está, en definitiva, en el corazón del que cree y empieza a ver todo distinto. La pregunta de Algo del Evangelio de hoy de Jesús a los ciegos nos viene muy bien, porque les dijo esto: «¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?». ¿Creen, tienen la certeza de que yo puedo darles lo que necesitan? ¿Confían en que mi presencia puede colmar todas las ansias de felicidad de sus vidas? ¿Vos crees que Jesús te ama? ¿Vos crees que Jesús te devolvió la vista? ¿Vos crees que Jesús fue el que le dio el sentido a tu vida y que, en definitiva, nos seguirá dando ese sentido que todos buscamos.

Algo del Evangelio

06 Dec, 00:28


Por eso Jesús, en el fondo, les estaba preguntando: ¿creen que yo soy su esperanza? Empecemos a imaginarnos las miles de preguntas que el mismo Maestro puede hacernos hoy a vos y a mí: ¿crees que yo soy el que te puede ayudar a empezar a ver todo eso que no estás pudiendo ver? ¿Crees que soy el que te puede ayudar a vencer los miedos que no te permiten vivir libre y en paz? ¿Crees, estás seguro que necesitás ser curado de tu incapacidad de ver tantas cosas que te llevas a veces por delante y no te das cuenta? ¿Crees que te puedo ayudar a ver la falta de amor que estás teniendo en tu casa, con tus hijos, con tu mujer, con tu marido, con tus amigos? ¿Crees que yo te puedo hacer ver todo lo que podés dar y a veces te guardás por temor o incluso por egoísmo?
El mayor milagro de Jesús que hoy quiere hacer en tu vida y en la mía no es el de curar ciegos, aunque lo puede hacer, sino el de hacer que los que vemos todo nos demos cuenta que muchas veces no vemos nada. El milagro que Jesús quiere hacer hoy es que empecemos a ver con el corazón, que empecemos a gritar –porque en el fondo no vemos–: «Ten piedad de nosotros», para que descubramos que andamos con fe pero a veces como ciegos ante miles de situaciones que no percibimos, que el mundo está ciego porque no se arroja a los pies de Jesús para pedirle que lo cure de la ceguera.
Que hoy el Señor nos abra los ojos a todos. Que hoy creamos que también estamos un poco ciegos y que podemos ver mejor que en nuestro Maestro que es nuestra fe, nuestra esperanza y que con él, en definitiva, ya tenemos lo que buscamos. Lo que pasa es que no terminamos de darnos cuenta.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

06 Dec, 00:27


Viernes 6 de diciembre + I Viernes de adviento + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 9, 27-31

Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David.»
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:
«¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor.»
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído.»
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús les exigió: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa.»
Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

01 Dec, 23:46


Mientras nosotros sin querer pedimos cosas materiales, mientras nosotros pedimos a Jesús que nos ayude a que nos vaya bien en esto o lo otro, mientras «usamos» a veces la oración diaria para quedarnos en paz con nosotros mismos o para no pedir lo realmente necesario… muchas personas «sufren terriblemente», como dice el Evangelio de hoy. Mientras yo estoy preocupado porque no pude comprar esto o lo otro, porque mi jefe no es tan bueno como quisiera o porque me chocaron un poco el auto, o porque el ómnibus no frenó, o porque hace calor o hace frío… mientras pasa todo esto, hay miles de personas que necesitan mi oración y mi confianza en Jesús, mi fe, que con solo una palabra él sigue sanando a miles y miles. Los milagros de Jesús se siguen dando, todos los días, en el silencio de la fe, mientras el mundo y nosotros nos seguimos perdiendo lo lindo de nuestra fe.
La ecuación es sencilla, aunque difícil de asimilar. Si aprendemos a pedir por los demás, a pensar en los otros, por los que están peor que nosotros, nuestros problemas y tristezas se minimizan, no porque dejan de existir, sino porque dejan de pesar o le dejamos de dar el peso que le dábamos. Ahora, cuando creemos que somos los únicos que tenemos problemas y que los nuestros son los peores, entonces los problemas se agrandan y perdemos la fe, perdemos la esperanza.
Recemos juntos, que nos salga de lo más profundo del corazón, este pedido a Jesús: Señor, no somos dignos de que entres en nuestra casa, somos débiles, pero una palabra tuya bastará para sanar a alguien que hoy necesita más amor, más consuelo, más liberación que nosotros. No somos dignos, pero sí podemos pedirte, sí podemos suplicarte por los que más necesitan, por aquellos que les tocó vivir algo peor que nosotros, por los que nadie reza. Pensemos, pensemos quién necesita de nuestra oración, quién necesita que intercedamos por él. Recemos los unos por los otros, no nos olvidemos que «bastará una palabra de Jesús para sanarlo». Que en este día podamos experimentar la maravilla de la fe, la maravilla de confiar plenamente en Jesús, como lo hizo el centurión, y que eso nos colme el corazón de esperanza.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

01 Dec, 23:46


Comentario a Mateo 8, 5-11:

Adviento es tiempo de esperanza, tiempo para levantar la cabeza, tiempo para despertarnos, de mirar un poco a nuestro alrededor, de cambiarnos los «anteojos» con los cuales vemos esta realidad en la que vivimos que a veces parece tan desabrida, sin color, sin sabor, sin alegría, de dejar de correr un poco, de sacar, como se dice, el «pie del acelerador». Es un tiempo lindísimo que tenemos que aprovechar muchísimo, tenemos que disfrutarlo siempre desde la Palabra de Dios, como siempre te digo: ¿Viviste alguna vez un adviento escuchando y meditando cada día la Palabra? Es distinto, te lo aseguro, probá hacerlo este año. La Navidad no será igual a las otras. Mi deseo es que podamos vivirlo así. Quiero que nos animemos juntos a que cada día podamos meternos lentamente en el espíritu de lo que se nos propone.
Le decía a alguien que me consultaba sobre tantas voces que se escuchan de profetas de calamidades que anuncian que ya se vendrá el fin, etc., y yo le decía algo así: «En el fondo es porque no escuchan la Palabra de Dios, no comprenden lo que Jesús dijo. Todo lo que está pasando es lo que Jesús dijo y todas las voces que en realidad no son las de Dios, también Jesús las predijo». Dijo que no las escuchemos. Si algo nos da temor y nos quita la esperanza, es porque no viene de Dios. Es verdad, se vendrá el fin en algún momento, pero nuestro corazón no tiene que estar puesto ahí. Por eso la esperanza quiero que sea la virtud, eje de estos días, que intentaremos como que esté trasfondo de todo lo que escuchemos, todo lo que Jesús nos diga; porque la esperanza es la virtud del Adviento. ¡Cuánto necesitamos de la esperanza! Veremos que sin esperanza no somos cristianos en serio, no somos cristianos enteros y que esta virtud dada por Dios en el bautismo a todos sus hijos y que se reaviva cada día, especialmente en los sacramentos, es una de las virtudes más desgastadas en estos tiempos, más desprestigiada por usar mal la palabra, la menos tenida en cuenta, pero al mismo tiempo la más necesaria para todos.
Acordémonos que tenemos que despertarnos y no dejarnos aturdir por las preocupaciones de este mundo. ¿Pensaste de qué cosas tenemos que despertar? ¿En qué aspectos de nuestra vida andamos como sonámbulos, aturdidos por tantas cosas? Todavía tenemos toda la semana para rezar y pensar. Pero vamos a Algo del Evangelio de hoy, que por ser un acto de fe, tan puro y sincero de un hombre pagano, es también un canto a la esperanza. Siempre donde está la fe, está la esperanza. Las personas que realmente tienen fe, son personas que inevitablemente tienen esperanza. No puede haber fe sin esperanza. Eso es algo que iremos descubriendo y aprendiendo. Este centurión, este soldado romano sabía de obediencia y de mando. Sabía que su vida se regía por el obedecer y el mandar y que siempre obedece el que es inferior, el que está por debajo. Diría que la tenía bien clara, porque supo trasladar la misma lógica del mundo a su relación con Jesús. Muy fácil: si a mí me obedecen mis subalternos, ¿cómo no te van a obedecer a vos que sos el Señor de la vida? «Una palabra tuya bastará para sanar». ¡Qué lindo! ¡Qué acto de fe y esperanza en nuestro Maestro! ¡Cómo quisiéramos tener la confianza de este hombre que no busca que Jesús entre en su casa, no se siente digno, solo quiere la sanación de su sirviente! Esa es la fe del que no quiere nada para sí, no busca nada a cambio, solo desea que los demás dejen de sufrir. ¿Te diste cuenta de eso? No pide para sí. No pide por un familiar, ni siquiera. No pide por un amigo. No pide por trabajo. No pide para que le vaya bien en un examen, como hacemos nosotros a veces. Pide para que otro deje de sufrir. Despertémonos del sueño de la fe en el que vivimos muchas veces.

Algo del Evangelio

01 Dec, 23:45


Lunes 2 de diciembre + I Lunes de adviento + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 5-11

Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

01 Dec, 15:58


https://youtu.be/ycpmyw6YHRo

Algo del Evangelio

30 Nov, 23:57


Comentario a Lucas 21, 25-28. 34-36:

Aturdidos por todos lados, muchas veces desde nuestro interior y muchas otras desde afuera, empezamos este domingo en toda la Iglesia el tiempo o momento, podríamos decir, de Adviento, tiempo en el que justamente intentaremos lentamente salir un poco del aturdimiento generalizado en el que vivimos, para poder percibir la presencia de Jesús en nuestras vidas. Porque él ya vino, porque él ya está y, además, él vendrá algún día lleno de poder y de gloria. ¡Qué esperanza, qué alegría saber que eso, algún día, va a suceder! Domingo a domingo, y también durante los días de la semana, iremos paso a paso dejándonos llevar por la Palabra de Dios que siempre nos enseña y que buscará que estemos vigilantes, que estemos atentos, que tengamos ánimo, que levantemos la cabeza para que podamos ver todo lo que nos perdemos por andar a veces aturdidos, por estar caminando con la cabeza gacha mientras lo mejor de la vida nos pasa por al lado y no nos damos cuenta.
Por eso no te olvides que es bueno armar en tu casa la corona de Adviento que simboliza esta preparación espiritual, que simboliza cómo la luz de Cristo, que está presente, quiere también ir encendiéndose en nuestros corazones para nacer otra vez en la Navidad que se acerca. Por eso no te olvides en estos días ir sacando el pesebre que tenés guardado, para armarlo con tus hijos, con tu familia, o si estás solo o sola, el ocho de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
Claramente Algo del Evangelio de hoy hace referencia a la segunda venida de Jesús, que incluso ya estuvimos meditando la semana anterior. Pero los consejos de nuestro Maestro, que da a sus discípulos sobre la actitud que debemos tener para que ese día no nos encuentre desprevenidos –nosotros diríamos en cualquiera cosa–, también son especiales para nosotros, para estos días previos a la Navidad, para estos tiempos que vivimos, para que no nos encuentre con el corazón en cualquier cosa, aferrado a mil actividades, a mil propósitos y regalos que tenemos que hacer y tantas cosas más.
Hoy me quedo con un consejo de Jesús: no dejarnos aturdir. Será porque también yo como sacerdote muchas veces ando aturdido. Nosotros, los que «trabajamos» para Dios, también muchas veces predicamos de lo que andamos necesitando. Todos andamos a veces medios «aturdidos» y creo que en este tiempo más que hacer muchas cosas, lo que deberíamos intentar hacer, valga la redundancia, es dejar de hacer tantas cosas. Como si fuera que está nublado y necesitamos ver el sol o que el sol nos dé más de su calor y lo que hace falta en realidad es que las nubes se corran y no tratar de inventar el sol. En estos días, creo que la propuesta es dejar cosas que nos aturden y no nos dejan escuchar, percibir, detectar que Jesús ya vino a nuestra vida, que está y que además puede venir en cualquier momento de una manera especial, nos puede sorprender. Pensemos en las miles de cosas que nos aturden, como dijimos al principio, desde dentro y desde afuera. Nos aturden nuestros propios pecados, egoísmos, individualismos, nuestra pereza, nuestra sensualidad y superficialidad, nuestras broncas, rencores e incluso el odio, la crítica, la soberbia, el orgullo, la falta de perdón y de misericordia. Nos aturde un dolor profundo por la pérdida de alguien, por una enfermedad. Y así podríamos seguir sin parar. Seguí haciendo vos tu lista. Pero también nos aturden desde afuera, hay que reconocerlo, el cansancio y agobio por el fin de año, nos aturden a veces nuestros hijos, sus reclamos y necesidades, nuestro marido y nuestra mujer con sus problemas, con sus impaciencias, lo que sea, por decir algo. Nos aturde nuestro jefe y nuestros compañeros de trabajo, la gente con la que tratamos diariamente, los problemas económicos, los problemas del país, de la escuela, el colegio, la facultad, la universidad, las parroquias, del grupo y así la lista podría seguir. También podés terminarla vos y hacerla a tu medida.

Algo del Evangelio

30 Nov, 23:57


Pero lo importante no es quedarse en eso, en lo que nos aturde, sino en lo que Jesús nos propone, en tener ánimo y levantar la cabeza, porque el estar aturdidos nos quita el ánimo y nos hace bajar la cabeza, todo un símbolo de cuando el cansancio nos gana el corazón.
Empecemos este Adviento levantando la cabeza, pidiendo ánimo, pidiendo fuerzas para correr los problemas de lado, los que nos aturden o bien dejar que pasen como las nubes, teniendo paciencia. Hay algunos que tendremos que hacer el esfuerzo para no darle la trascendencia que no se merecen y otros que tendremos que dejar que pasen, será cuestión de tiempo.
Sería bueno que, en estos días, pensemos realmente qué nos aturde y qué deberíamos dejar de hacer para andar un poco más tranquilos, qué deberíamos proponernos para tener la cabeza un poco más levantada y el corazón más animado; seguramente tener algún tiempo más de oración, para estar atentos a la presencia de Jesús en nuestros corazones; seguramente dar un poco más de tiempo a los demás, animarnos a acercarnos a alguien que lo necesita, no esperar «tanto» de afuera, no esperar la venida de Jesús «comercialmente», sino esperarla desde adentro, esperarla desde nuestro corazón, esperar el nuevo nacimiento y cotidiano de Jesús en nuestras vidas.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

30 Nov, 23:56


Domingo 1 de diciembre + I Domingo de Adviento(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 25-28. 34-36

Jesús dijo a sus discípulos:
«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.»
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

29 Nov, 23:37


Comentario a Mateo 4, 18-22:

Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa para nosotros, los cristianos, recibir una esperanza, una esperanza nueva, distinta a la que nos da este mundo. La esperanza se recibe, no se fabrica, no se inventa, no se maneja por decreto. La esperanza es un don, no es un mero sentimiento de optimismo, de decir y pensar que “toda va a salir bien” mientras todo se esté viniendo abajo, mientras la realidad diga lo contrario. El cristiano con esperanza, es realista, una cosa no quita la otra. Cuando confundimos la esperanza cristiana con un simple “optimismo” entonces es cuando sin querer, a cualquier cosa le llamamos tener esperanza. En realidad, la esperanza que recibimos desde el bautismo, esa gracias, esa virtud, es la que nos posibilita conocer a Dios, pero al Dios verdadero, no al que a veces fabricamos nosotros mismos. Dicho sencillo, en criollo. Dios mismo quiere que lo conozcamos bien y por eso nos dio la fe y la esperanza, el amor por supuesto. Fe y esperanza son intercambiables. Solo espera aquel que confía, aquel que se fía de Dios y solo se fía de Dios, aquel que tiene fe, aquel que tiene esperanza, aquel que espera en Alguien. Lo que nos posibilita creer, entonces, es esperar, y al revés. Pero Dios es tan bueno, que Él mismo nos da ese don al corazón.
Aprovechemos que estamos por comenzar el tiempo de la Esperanza, el tiempo de Adviento, pidamos esta virtud tan linda, virtud que viene de lo alto y que sin querer la hemos ido aplastando tanto y hecho tan humana que últimamente decir que se tiene esperanza es casi decir que se tiene optimismo. El desafío de este tiempo es reordenar nuestras esperanzas, aprender a esperar lo esencial y dejar a un lado lo que cambia. Tenemos que educar nuestro corazón para que sepa esperar lo importante, que sepa esperar a Jesús y no tanto cosas que van y vienen, y son pasajeras.
En Algo del Evangelio de hoy, Fiesta de San Andrés, uno de los apóstoles, hermano de Pedro, hay un claro ejemplo de alguien que esperaba a Jesús verdaderamente y, además, lo que provoca en la vida de una persona un encuentro con la Esperanza con mayúscula. Aunque no lo dice el Evangelio explícitamente, me animo a decir que Andrés y los demás personajes de hoy, son capaces de dejarlo todo, inmediatamente (porque en ambos casos dice esa palabra), porque ya, de algún modo, lo estaban esperando en su corazón. Nadie puede dejar todo si antes no está esperando algo mejor. Nadie puede cambiar de vida de esa manera, tan repentina, si en realidad en el fondo de su corazón no está deseando encontrarse con algo más grande. Si no lo pensamos así, esta escena de hoy termina siendo demasiado idealista, pero poco real, y por eso muy lejana a nuestras posibilidades. Es bien real. Fue así. Andrés dejó todo porque de hace rato andaba esperando al todo. Él y su hermano, Juan y Santiago, eran hombres muy comunes, muy normales, pero que esperaban al Salvador y solo por eso son capaces de dejar sus cosas, sus trabajos y sus familias, por seguir a Jesús.
Siempre me quedo con las ganas de decir más cosas, porque el Evangelio es una fuente inagotable de sabiduría, hoy más que nunca. Por eso elijo dejarte preguntas picando para rezar. ¿No será que nosotros a veces somos incapaces de dejar algo por Jesús porque tenemos atrofiada nuestra capacidad de esperar, de desear, lo eterno, lo más grande? ¿No será que deseamos tantas cosas mundanas, en esta cultura de lo inmediato, del clic, “del llame ya”, que ya no nos queda espacio para desear algo mejor? ¿No será que nuestro deseo interior es como nuestra hambre del cuerpo, que cuando peor nos alimentamos o más desordenadamente, con menos ganar de comer llegamos a la mesa? Así nos pasa con Jesús. Nos vamos saciando continuamente con miles de comidas, ricas pero pasajeras, que cuando tenemos que pensar en Él, escucharlo a Él, estar con Él, hablarle a Él, ya no sabemos qué pensar, qué decir, cómo escuchar.
La esperanza está relacionada con nuestros deseos. Dime qué deseas y te diré qué esperas.

Algo del Evangelio

29 Nov, 23:37


Deseas cosas bajas, esperarás cosas bajas y tendrás cosas bajas. Deseas bienes grandes, vas a esperar bienes del cielo y tendrás los bienes del cielo.
Pensemos que estamos deseando hoy, que estamos esperando. Nos queda toda una vida para seguir deseando lo mejor, nos queda este día para darnos cuenta que no vale la pena esperar cualquier cosa, que vale la pena dejarse mirar por Jesús, escuchar su llamada, dejarlo todo, dejar lo que no sirve, dejar lo que nos molesta y seguirlo en esta linda aventura que es tener fe y esperanza en Jesús.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

29 Nov, 23:36


Sábado 30 de noviembre + Fiesta de San Andrés Apóstol + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 18-22

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca de Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

28 Nov, 23:56


Comentario a Lucas 21, 29-33:

Al final, al final de nuestra vida y de la historia, solo importará una cosa, o pocas cosas, pero entre ellas importará la más importante, valga la redundancia: si reconocemos o no a Jesús como nuestro rey. ¿De qué servirá todo lo demás? Qué importará si tuvimos esto o lo otro, si alcanzamos nuestros sueños terrenales, si logramos tener más o menos bienes. ¿Qué sentido tendrá haber gastado tantas energías en miles de cuestiones, si al final de cuentas en ese instante tan crucial no le decimos a Jesús: mi rey, mi amor, mi maestro, mi Señor, mi todo? Solo eso importará, solo eso nos debería importar hoy, tomando el Evangelio del domingo pasado, reconocer en definitiva que la vida y la historia recobran sentido solo en él. Hacia allá vamos, hacia Vos, Jesús, vamos juntos. Venimos de vos y vamos hacia vos. El cielo y la tierra pasarán... Todo lo que tenemos a nuestro alrededor, si miramos ahora, va a pasar, todo va cambiando, todo tiene su principio y su final; nuestra propia vida también, aunque sabemos que nuestra alma es inmortal. Y como todo lo que tenemos a nuestro alrededor pasará, tenemos que saber ponerlo en su lugar.
En estos días –como es el final del año litúrgico– venimos meditando los tiempos finales, cuando Jesús anuncia su segunda venida; pero hoy te propongo que traslademos este anuncio del Maestro de que «hay que estar atentos a su venida», de que «hay que aprender a distinguir», así como distinguimos en la naturaleza a través de signos y manifestaciones que hay algo que vendrá después; así mismo, te propongo y me propongo que hoy pensemos esto llevado a nuestra vida espiritual, concreta, de cada día, no tanto que pensemos en la «segunda venida», sino en las venidas continuas de él a nuestra vida, a la presencia del Reino de Dios en nuestro corazón, en cada cosa que hacemos.
Y para eso tenemos que escuchar estas palabras de Jesús que nos invita justamente a estar atentos; en realidad, nos invita a saber interpretar, porque ahí es donde fallamos muchas veces. Nos cuesta muchísimo interpretar que detrás de lo que vemos y hacemos, de lo que nos pasa, de lo que se nos manifiesta, de las personas, de las situaciones, de todo, tanto de lo bueno como de lo malo; tenemos que aprender a ver ahí detrás de estas realidades la bondad de las cosas, la manifestación de un Dios tan bueno que siempre aparece en los acontecimientos. Así como a través de la cruz de Jesús nosotros aprendemos a ver el amor que él nos tiene, también tenemos que aprender a ver incluso en las situaciones difíciles de nuestra vida la presencia del Padre. Porque tenemos una gran capacidad a veces para ver lo malo, tenemos una gran capacidad para juzgar las cosas difíciles que pasan, incluso para etiquetar situaciones y personas, juzgar, prejuzgar y sacar conclusiones de cosas que vemos, de situaciones que nos han pasado, y muchas veces somos muy implacables en mostrar las cosas malas de los demás.
¿Por qué no aprendemos a ver lo bueno? ¿Por qué no aprendemos a ver, por ejemplo, que detrás del enojo de una persona hacia nosotros, podemos darnos cuenta que puede ser una corrección para nuestra manera de ser? ¿Por qué no aprendemos a ver que detrás del enojo de tu marido, de tu mujer, de tus hijos, por ejemplo, en realidad lo que te están manifestando es el amor que no saben mostrarlo, no saben ejercitarlo? Sí, es verdad, no lo están haciendo bien, pero se puede decir que nos están pidiendo, nos están reclamando amor. Aprendamos a ver la bondad de las cosas que hay detrás de lo que nos pasa. Aprendamos a ver –como decimos a veces– la parte llena del vaso y no quedarnos con la parte vacía. Si nos ponemos a pensar en este día que empezamos, en nuestro trabajo, mientras estás viajando, mientras estás haciendo las cosas de la casa o mientras estás queriendo descansar; podrías empezar por levantar la mirada y darte cuenta que hay un montón de situaciones que, si las aprendemos a leer mirando más allá, lo que vendrá, siempre podemos sacar algo bueno, siempre.
Siempre, incluso del mismísimo pecado.

Algo del Evangelio

28 Nov, 23:56


El pecado inaugura en nuestra vida el tiempo de la misericordia, el tiempo del perdón, el tiempo del nuevo acercamiento a Jesús. Por eso «hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve que no necesitan perdón».
Bueno, ojalá que en este día todo lo que nos pasa podamos interpretarlo con la bondad que Jesús nos pide.
Y esto no es para caer en un optimismo ingenuo, sino para que realmente veamos la presencia del Padre en nuestra vida. Porque si no, reducimos su presencia y la experiencia que nosotros tenemos de las cosas buenas y a las cosas que nosotros consideramos que son buenas. Qué pobre es nuestra experiencia de Dios cuando la reducimos solamente a lo que nosotros percibimos como bueno; al contrario, qué distinto es cuando decimos: «¡En esto que me pasó tiene que estar Dios!», en esta situación «mala» que incluso me hizo sufrir, tengo que encontrar a mi Dios, en este compañero de trabajo, en mi marido, en mi mujer, en mis hijos, en mis sobrinos; bueno, en todo lo que nos pasa cada día.
Que este día sea una oportunidad para darnos cuenta que se acerca el verano, que se acerca algo mejor, que siempre podrá venir algo bueno si aprendemos a ver las cosas con fe. Acordémonos que tener fe no es creer únicamente que Dios existe, sino creerle a él. Hoy creámosle a él: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

28 Nov, 23:55


Viernes 29 de noviembre + XXXIV Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 29-33

Jesús hizo a sus discípulos esta comparación:
«Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca.
Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

27 Nov, 23:50


Comentario a Lucas 21, 20-28:

El reinado de nuestro rey de reyes no tenemos que buscarlo fuera del corazón, no tenemos que pretender que provenga de la organización de este mundo tan contradictorio, tampoco podemos ambicionar, incluso, que lo hagan presente en la Iglesia solo aquellos que les toca ocupar un puesto especial, un lugar, aunque deban hacerlo, sino que el reinado de Jesús comienza por casa, por tu corazón y el mío; solo desde ahí comienza a nacer y se hace presente. Ese rey silencioso que se dejó juzgar por los poderes injustos de este mundo, también está cada día queriendo reinar por el amor en nuestros corazones, como si fueran su trono. Solo Jesús puede desterrar el ego de nuestras vidas, ese pequeño pero gran gigante que quiere ser siempre el dueño de nuestro corazón. Solo Jesús puede destronar a ese rey ruidoso que es nuestro propio yo, ese que siempre quiere sobresalir.
Parte de algo del Evangelio de hoy que acabamos de escuchar, el final especialmente, será el Evangelio que escucharemos el domingo que viene, que, dicho sea de paso, te recuerdo que será el primer domingo de Adviento, el tiempo especial para prepararnos a la Navidad, por eso quería aprovechar para que nos centremos en esta parte compartida y el domingo podemos continuar el comentario con lo que sigue.
Claramente el texto de hoy tiene dos partes. La primera se refiere al anuncio que hace Jesús sobre el sitio y la destrucción de Jerusalén en el año setenta –algo que hablamos el martes–. La segunda parte tiene que ver con la necesidad de prepararse para la segunda venida de Jesús, que no tiene fecha, o mejor dicho, no la sabemos. ¿Cuándo será?, te habrás preguntado alguna vez. ¿Cuándo será? se preguntan muchos. ¿Cómo será ese día? Creo que ya hablamos de esto en algún otro audio la semana pasada y me parece que lo importante en realidad pasa por otro lado, el centro Jesús lo pone en otro lado, el acento es otra cosa; no vale la pena quedarse con lo accesorio. Justamente Jesús quiere corregirnos de ese deseo desordenado, a veces insaciable, de saber lo que vendrá y cómo será. Lo que Jesús nos enseña o nos quiere remarcar, es la actitud que tendremos que tener cuando esto pase, si nos toca vivirlo, porque, además, no lo sabemos. Habla de tres cosas muy concretas: ánimo, levantar la cabeza y liberación. Alcanza el tiempo para que meditemos en la primera; con las otras, podemos rezar y pensar cada uno por su cuenta.
Podríamos decir que a veces Jesús parece ser bastante pretensioso, por decirlo de alguna manera. Desea mucho de nosotros con cuestiones que a nosotros, a simple vista, nos causan un poco de rechazo, o por lo menos nos cuestan demasiado. Después de decir todo lo malo que puede llegar a venir, de todo lo que puede pasar, parece irónico que termine diciéndonos que debemos tener ánimo. ¿Cómo es posible? ¿Es posible? Tener ánimo ante lo que pinta como desastroso, catastrófico –ya sea el fin del mundo, incluso el fin de nuestras propias vidas o la vida de un ser querido–, es una actitud que solo puede tener aquel que tiene los pies bien puestos sobre la tierra, pero al mismo tiempo los ojos y el corazón en el cielo, simbólicamente, solo el que tiene su corazón anclado en la eternidad, en la vida que vendrá, pero con esperanza. Es el ánimo que proviene de la fe, solo el que cree puede pensar y sentir así, pero no me refiero al que solo cree que Dios existe, sino el que le cree a ese Dios que existe, le cree a ese Dios que se hizo hombre, a Jesús, y como le cree a él, sabe y tiene la certeza de que sus palabras son verdad y jamás pueden engañarnos. ¿Se entiende la diferencia entre decir que crees y creer como Dios pretende que creamos? El ánimo ante estas situaciones es, de alguna manera, un indicador de nuestra fe.
Decimos que creemos, pero ¿nos desesperamos, perdemos la esperanza ante la muerte o ante lo que pueda pasar? Entonces nuestra fe está enganchada con alfileres, como se dice, nuestra fe se la puede llevar cualquier sufrimiento, cualquier dolor inevitable de nuestra vida.

Algo del Evangelio

27 Nov, 23:50


Si ante la posibilidad del fin perdemos la esperanza, es porque nuestras certezas están atadas con criterios demasiados humanos. Muchos de nosotros tenemos la fe atada con alambre, y por eso tenemos que pedir siempre más fe, tenemos que pedir con fe mucha más fe de la que tenemos, aunque parezca tonto decirlo. No hay que dar por sentado que tenemos la fe suficiente como para tener ese ánimo en los momentos más difíciles. A veces somos un poco ingenuos y decimos todos sueltos de cuerpo y convencidos: «Tengo fe». Muchas veces tenemos fe hasta que llega la prueba, ahí es donde se comprueba verdaderamente la fe, donde pasa por el verdadero tamiz que a todos nos pasará, tarde o temprano.
Pidamos siempre la fe, porque es un don y una respuesta que tenemos que dar todos los días. Hoy pidamos ese ánimo, un alma alegre para estar dispuestos y preparados a lo que venga, sabiendo que nada se escapa de las manos de nuestro Padre del cielo.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

14 Nov, 00:03


Dios reina cuando alguien lo deja reinar, y ese alguien tenemos que ser vos y yo en este momento, no esperar que aparezca de golpe, como por arte de magia. Todo un desafío, toda una oportunidad.
Dice Jesús que «el Reino no vendrá ostensiblemente», no vendrá espectacularmente, no vendrá a lo grande, como le gusta al mundo. No esperemos la llegada del Reino como en las películas, no lo esperemos con fuegos artificiales. Esa aclaración de Jesús vale tanto para la venida definitiva de su Reinado (lo que a veces se llama también con miedo el fin del mundo, pero que para nosotros será el inicio de la Vida con mayúscula) como para la experiencia de Reino que tenemos cada día, que podemos tener. El que busca encontrar a Dios y su Reinado en lo ostensible, mejor que se dedique a otra cosa porque le va a ir muy mal, se frustrará muy rápido. Así como Jesús pasó casi desapercibido en este mundo e incluso cuando resucitó solo se dejó ver por algunos, de la misma manera Jesús hoy está, pero cuesta verlo si pretendemos verlo a nuestro modo. Está siempre, pero no ostensiblemente. Está en la Eucaristía, en cada sagrario y en cada misa, está en cada uno de nosotros y especialmente en los más apartados y en los más pobres. Está, pero no corramos a buscarlo al modo de este mundo, mejor frenemos y aprendamos a encontrarlo en nuestro corazón y en los que nos rodean.

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Algo del Evangelio

14 Nov, 00:03


Comentario a Lucas 17, 20-25:

La generosidad no solo nos abre el corazón a los demás, sino que nos abre al corazón de Dios, que siempre es generoso y para dar no mide tanto quién se lo merece y quién no. En realidad, esas generosidades, la que es para los demás y la de Dios para con nosotros, van de la mano, porque no se puede amar a Dios, a quien no se ve, si no amamos a los que vemos día a día, si no nos compadecemos de la carencia ajena. Muchas veces no queremos dar porque prejuzgamos lo que los otros harán con nuestra limosna, con nuestra ayuda, justificando inconscientemente nuestra mezquindad. «Si le doy, no sé qué hará con ese dinero, mejor no darle», se escucha decir. Es verdad que debemos discernir muchas veces en qué momento dar, a quién darle, a qué institución, buscando que se use bien lo que damos, pero también es verdad que no podemos vivir «controlándolo» todo, no podemos seguir, por decirlo así, la cadena de nuestro dar, y que a veces debemos conformarnos con nuestro simple acto de dar, con amor, y dejarle lo demás a nuestro buen Dios.
Decía que la generosidad nos abre al corazón de Dios, porque cuando damos en serio y no de lo que nos sobra, inmediatamente vamos a experimentar que la providencia divina se hará presente de alguna manera en nosotros, en nuestro entorno. Cuando damos algo de nosotros, cuando nos quedamos sin algo de lo que creíamos necesario, para socorrer una necesidad ajena, somos nosotros los que actuamos de «providencia divina» para los demás, somos presencia del amor de Dios para los otros y, de alguna manera, nos aseguraremos que, nos pase lo mismo, pero al revés. «¿Cómo hacemos para sentirnos amados por Dios?», me preguntó alguien una vez. ¿Es una gracia? Sí, es una gracia que debemos pedir, pero es una gracia que debemos buscar y aceptar humanamente, a través de otros, por mediaciones humanas. Tanto para hacer sentir a los otros el ser amados como para sentirnos amados nosotros por Dios, no existe otro camino que el amor humano, la mediación de los demás. Por eso no es solo una gracia que debemos pedir que «caiga mágicamente del cielo» al corazón, sino que es algo que debemos buscar dentro de nosotros, amando también, y experimentarlo en los amores humanos que Dios nos presenta en cada situación cotidiana. La generosidad es una oportunidad para experimentar el amor de Dios, por eso la viuda del Evangelio del domingo fue generosa, seguramente porque se sabía amada por Dios, porque había experimentado el amor de Dios Padre a través de otros que habían sido generosos con ella. Nosotros podemos hacer lo mismo, para hacer que otros se sientan amados, para dejar que otros nos amen como Dios nos ama.
En Algo del Evangelio de hoy Jesús nos deja una enseñanza profunda que muchas veces dejamos de lado. El Reino de Dios ya está. No solo hay que esperarlo, no solo hay que saberlo esperar, sino que hay que saber mirar el hoy, el ahora. Solo podrá percibir su llegada cuando venga el final de los tiempos, aquel que supo encontrarlo ahora, entre nosotros; aquel que está atento siempre y empieza a darse cuenta de que el Reino de Dios no está allá o más allá, sino que está acá, ahora, entre nosotros. Por ejemplo, mientras hacemos el esfuerzo en este momento por escuchar la Palabra de Dios y ella penetra en nuestra alma y nos enciende, nos consuela, nos anima; ahora, mientras estás viajando y estás de algún modo rezando interiormente, buscando ver un mundo distinto, ayudar; mientras estás viendo alguien necesitado y tenés ganas de acercarte a socorrerlo, y lo hacés; mientras llevás a tus hijos al colegio o la escuela sabiendo que estás haciendo todo lo posible para que estén bien; mientras entrás a trabajar y tenés la oportunidad de arrancarle una sonrisa a alguien con tu amor, a pesar de tantos malos humores. Miles de manera de hacer presente el Reino de Dios, que en realidad está dentro nuestro y anda empujando para salir y hacerse presente. Porque, en definitiva, el Reinado de Dios está cuando hay un Rey y alguien que se deja llamar, que escucha y ama.

Algo del Evangelio

14 Nov, 00:02


Jueves 14 de noviembre + XXXII Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 20-25

Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: «El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: "Está aquí" o "Está allí." Porque el Reino de Dios está entre ustedes.»
Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: "Está aquí" o "Está allí", pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.
Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

12 Nov, 23:58


Comentario a Lucas 17, 11-19:

«¿Cómo, no quedaron purificados los diez? –preguntó Jesús– ¿Los otros nueve dónde están?».
Dónde está la gente que es curada por Jesús, que le ha pedido a Jesús insistentemente algo y después desaparece...
¿Dónde estamos nosotros? ¿Tenemos esta vivencia de la fe del samaritano?
Por eso hoy te propongo que pensemos en tres características de la fe, que nos pueden ayudar a ver si tenemos una fe madura, completa, una fe plena, una fe que salva; no solamente una fe que cura, sino una fe que nos hace levantarnos y nos hace vivir salvados.
Primero, una característica de la fe es la confianza; que es la que tienen los diez leprosos. Todos confían. Jesús les dice: «Vayan a presentarse a los sacerdotes», que era la condición que tenían que pasar para ser aceptados en la comunidad de vuelta, y todos confían, todos se ponen en camino y finalmente gracias a esa confianza son curados.
Hay un primer movimiento de la fe que es una respuesta a la invitación de Jesús –que nos hace a todos en la vida– y esa respuesta es la confianza, es confiar que el estar cerca de Jesús nos va a curar.
Y por eso la primera consecuencia de esta confianza es la curación; los diez se curan porque confían. Como tantas veces nosotros nos hemos curado de algo por habernos acercado a Jesús. Si no, pensá en esto: te tenés que acercar a Jesús y confiar en Él para curarte de algo en tu vida: de algún pecado, de alguna debilidad, de algún vicio o de algo que no te deja vivir, que te tiene "aislado"; porque eso es la lepra: el estar aislado de todos.
Entonces, esta es la primera característica de la fe.
Sin embargo, hay una segunda característica de la fe que es la acción de gracias y es la que únicamente tiene el samaritano.
Entonces pensemos en esto: la acción de gracias.
La fe nos tiene que llevar a agradecer, nos tiene que llevar a arrojarnos a los pies de Jesús con el rostro en tierra dándole gracias, o alabar a Dios en voz alta.
Esta segunda característica de la fe es la que pocos tienen, es la de vivir dando gracias; vivir dándose cuenta que todo lo hemos recibido de Dios.
Pensemos si a veces nos falta un poco esta característica de la fe: la acción de gracias.
Y la tercera característica de la fe es: ponerse en camino.
Jesús finalmente le dice al samaritano: «Levántate y vete», ponete en camino. La fe es ponerse en camino, camino de seguir a Jesús; eso es la salvación. Una cosa es ser curado, una cosa es haber pedido algo y que Dios me lo haya dado; y otra cosa es ser salvado. Ser salvado es ponerme en camino para entrar en comunión con Jesús, con Dios; para conocer a Dios.
Porque «Esa es la vida eterna –dice Jesús–: Que te conozcan a tí, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo».
La fe madura, completa; es la que me hace ponerme en camino a la salvación, que es conocer cada día más a Jesús.
Bueno, ojalá que hoy podamos pensar en estas tres características de la fe, en qué momento estamos, en qué cosas tenemos que hacer más hincapié porque nos hemos olvidado.
Confianza, acción de gracias y ponerse en camino; eso es ser salvado.
A veces por ahí hemos sido curados y nos ha faltado muchísimo agradecer; o nos hemos quedado en el camino, no nos hemos puesto a caminar.
Pidámosle a Jesús que hoy como el leproso samaritano, vivamos en acción de gracias y podamos caminar un día más en este transitar que es seguir a Jesús en el día a día de nuestra vida.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

12 Nov, 23:58


Miércoles 13 de noviembre + XXXII Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 11-19

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!»
Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes.» Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

11 Nov, 23:56


Comentario a Lucas 17, 7-10:

Retomemos algunas de las palabras que citábamos ayer del Papa Francisco sobre nuestra oración cotidiana con la Palabra de Dios.
Decía así Francisco: «A veces Él no habla; yo no siento nada sólo vacío, vacío, vacío...». ¿Cuántas veces experimentaste esto en la oración? ¿Cuántas veces lo experimentamos todos en esta relación de amor que es el tratar de rezar día a día?
La oración se puede parecer a un monólogo, no solo porque por ahí nosotros somos los que hablamos siempre y no dejamos espacio a Dios (eso en realidad es culpa nuestra porque no sabemos callar, podemos ser como loros en la oración), sino también porque a veces Él parece que no habla.
Y qué dura se hace la oración cuando Dios no habla, se vuelve árida, difícil, muy luchada. Pero hay que estar tranquilos, es como parte de este «juego de atracción» de Dios para con nosotros, para llevarnos hacia Él. Dios calla para que también nosotros aprendamos a callar un poco, los diálogos no se hacen sólo de palabras, sino también con gestos, con silencios... ¿Cuántas veces te quedaste callado frente a alguien solo para decirle algo? ¿Cuántas veces un silencio pudo más que mil palabras?
Por eso no nos angustiemos si en la oración Dios calla y no sentimos nada; la oración no es solo un sentimiento, no es buscar un sentimiento, sino fundamentalmente es un acto de fe, un acto de confianza profundo, en el que Dios está a pesar de todo y a pesar del silencio.
Si hoy Dios en tu oración calla, tratá de callarte un poco primero, porque por ahí no estás escuchando lo suficiente, porque por ahí no parás de hablar; y por ahí Dios calló también para que aprendas a callar y a escuchar. La oración es una escuela de silencio y escucha. Hagamos hoy la prueba también nosotros.
De Algo del Evangelio de hoy, empecemos por el final para entender el principio. Jesús dice: «Ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”». Esto es lo que deberíamos aprender a decir cada día al terminar nuestras actividades: tus tareas de madre –por ejemplo–, de padre, tus tareas de ama de casa, o tu tarea de hombre de la casa que tenés que estar todo el día afuera lidiando con todas las cosas de este mundo para poder llevar el pan de cada día, con tu estudio si te estás preparando para ser profesional, con tu trabajo que te está ayudando a ser más responsable, en definitiva, con todo lo que toque hacer; hoy a la noche digamos todos estas palabras: «Soy un simple servidor, estoy haciendo lo que me toca, lo que me corresponde, incluso lo que yo mismo elegí. En definitiva, lo que tengo que hacer para ser lo que soy: un hijo de Dios, un servidor de Dios en este mundo».
Qué lindo sería tener esta conciencia todos los días; un verdadero equilibrio entre sentirse hijo y al mismo tiempo partícipe de las responsabilidades.
Hijo de Dios, pero no hijo caprichoso; hijo que asume lo que le toca o lo que eligió y no reclama nada ni le echa la culpa a nadie, sino un hijo que hace las cosas sintiéndose amado y por eso no busca la «palmada» en el hombro que lo haga sentir bien, sino que se sabe siempre amado y por eso se siente bien.
La suposición de Jesús de hoy –esta situación que plantea– no va en contra de saber ser agradecido con los que están a nuestro cargo cuando hacen las cosas bien, no, eso por favor no dejes nunca de hacerlo; sino que Jesús advierte el peligro de creerse y adueñarse de algo que no nos corresponde.
Dios no quiere que nos adueñemos del mérito de una acción, o sea que mientras vivimos es nuestro deber trabajar siempre. No hay que creerse más de lo que somos: hijos de Dios. Amados por Dios, pero hijos, hijos que se deben a su Padre; esa es la convicción con la que debemos vivir.

Algo del Evangelio

11 Nov, 23:56


Y por eso pienso que algunas preguntas nos pueden ayudar para que pensemos: ¿Cuándo hacemos las cosas buscando el reconocimiento, en el fondo por qué o por quién lo estamos haciendo? Cuando nos quejamos porque no nos agradecen, ¿no será que perdimos la alegría de encontrar paz por el solo hecho de hacerlas? ¿No será que nos estamos adueñando de los dones que Dios nos dio? Además, si nos ponemos a pensar seria y objetivamente: ¿no podría haber hecho todo mucho mejor de lo que lo hice?
Bueno, que nos quede hoy esta frase: «somos simples servidores» y tenemos que reconocer que muchas veces somos servidores mediocres, pero a pesar de todo recibimos el aliento de vida de cada día para seguir adelante.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

11 Nov, 23:56


Martes 12 de noviembre + XXXII Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 7-10

El Señor dijo:
«Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: "Ven pronto y siéntate a la mesa"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después"? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"».

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

10 Nov, 23:54


Si vos y yo pecamos, algo que nos pasa seguido a todos, tenemos que aprender a reconocerlo cuando alguien nos corrige; y una vez corregidos, nuestro deber es pedir perdón a quien sea necesario. «Si tuviéramos la fe de un grano de mostaza», viviríamos como la viuda, desprendidos, sabiendo que en este mundo podemos equivocarnos todos, muchísimas veces, pero si nos sentimos hermanos, no existe otro camino que el del perdón mutuo. ¿Vos crees que podremos sentirnos hermanos mientras quede un rescoldo de rencor, de ira, de odio, de menosprecio, de desprecio, de discriminación, de bronca y de tantas cosas más en el corazón que nos alejan día a día de tantos hombres y mujeres?
«Señor: Auméntanos la fe». Lo necesitamos para vivir distinto, lo necesito para ser distinto y que esa diferencia no nos aleje de los que no tienen fe, sino todo lo contrario, que nos haga más cercanos, más humanos, más normales, pero más desprendidos, más generosos, más vivos desde adentro, más alegres, más perdonadores, más comprensivos, más misericordiosos, más libres para amar. Danos un poco más de fe, la que creas que necesitamos, la que nos abra a la generosidad y pobreza interior, aquella que nos lleve a ser capaces de dar todo, sin importarnos el mañana, confiando en que jamás nos quedaremos sin lo necesario para vivir.
Si alguien que querés, alguien que considerás un hermano peca, abrile los ojos, y si se arrepiente, perdónalo. No tenemos derecho a guardar rencor en el corazón si alguien reconoce su error.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

07 Nov, 23:52


Comentario a Lucas 16, 1-8:

Decíamos ayer, con respecto a la respuesta de Jesús y la del escriba, que ambas nos ayudaban a comprender mejor lo que debería ser inseparable para nosotros, pero que en definitiva muchas veces separamos, el amor a Dios y el amor al prójimo. Es por eso que san Pablo dirá: «Amar es cumplir la ley entera», y eso quiere decir que cualquiera que se precie de ser hijo de Dios y hermano de todos, no tiene otro camino para vivir su fe que no sea por medio del amor, a Dios y a todos los hijos de Dios. Los judíos de ese entonces estaban un poco «mareados» de tantas leyes, que más que adornar el mandamiento principal, terminaron por ahogarlo. El que ama, el que busca el bien de sus hermanos, en cada detalle, a cada instante, ese es el que ama a Dios, porque ama su creatura más perfecta. El que ama a Dios, desea amar a sus hermanos, porque los considera dignos de su amor, ya que son amados por el Padre de la misma manera que él es amado. Es por eso que, como bien dijo el escriba, vivir así vale más que cualquier sacrificio y holocausto, haciendo referencia al modo de dar culto que tenían los judíos, ofreciendo las primicias y animales para agradar a Dios. Nuestra entrega a nuestro Padre no deberían ser cosas, sino nuestro corazón, nuestro amor al prójimo, eso vale más que cualquier cosa que podamos ofrecerle, aunque por supuesto cuando le entregamos el corazón, también le ofrecemos nuestros bienes.
Con respecto a Algo del Evangelio de hoy, evidentemente Jesús no puede alabar la deshonestidad; diríamos en lenguaje popular: la viveza, el ser ventajero, el sacar provecho de cosas que no son nuestras, o sea, el pensar que el fin justifica los medios.
Muchas veces nosotros hacemos eso, pensamos que si queremos hacer algo bueno o tenemos un buen fin; entonces, si eso es bueno, vale todo para conseguirlo, y eso no es así, por favor nunca hay que hacerlo; diríamos en Argentina: es una argentineada, es una «avivada», y de esas cosas ya estamos bastante cansados.
Por eso, Jesús en realidad al contar esta parábola lo que alaba en realidad es la astucia, la «habilidad» de este hombre para pensar en lo que se venía –en su vida futura–, o sea, alaba la previsión que tiene, sabiendo que se iba a quedar sin trabajo. Y nos dice Jesús que «los hijos del mundo son más astutos que los hijos de la luz»; o sea, los que piensan solamente en este mundo, en cómo subsistir mañana, en lo material, son más previsores a veces que nosotros que estamos pensando supuestamente en el mundo futuro, en la patria del cielo, los hijos de la luz.
Entonces él quiere que pongamos la fuerza, astucia y corazón para ganarnos un lugar, de algún modo, en la casa del cielo, para aprender a recibir ese don que Dios quiere darnos, como a veces también lo ponemos para ganarnos un puesto o algo en este mundo. Y para esto es bueno pensar en una idea de fondo de la parábola: nosotros somos «administradores» de los bienes de Dios, nada traemos al mundo y nada podemos llevarnos de él –dice también la Palabra de Dios–, las cosas son nuestras, pero en realidad no son nuestras; tenemos riquezas materiales y espirituales que tenemos que aprender a administrar para el bien de los demás, especialmente para los más necesitados, para los más pobres.
Todos nosotros, los que tenemos alguna riqueza espiritual o material, debemos abrir nuestro corazón a los que más necesitan. Si somos generosos con lo ajeno –porque en definitiva nada es nuestro porque lo recibimos de Dios–, algún día tendremos lo propio en el cielo. En cambio, si nos guardamos lo que no es nuestro, nos será quitado cuando partamos de este mundo y nada recibiremos de Dios, y mucho menos de los que no supe ayudar.
Cuando una pareja se casa –por ahí sos casado por Iglesia y te acordarás– en la bendición final, antes de la despedida, el sacerdote puede decir estas palabras: «Que en el mundo sean testigos del amor de Dios y que los pobres y afligidos sean objeto de la bondad de ustedes, para que ellos los reciban un día en las mansiones eternas de Dios».

Algo del Evangelio

07 Nov, 23:52


Esto es lo que se pide para los que se casan; y es –creo yo– la idea de fondo de esta parábola hecha oración.
Ojalá que hoy se haga vida, en tu vida y en la mía, pero cuánto nos falta a veces a los católicos, en general, tomar conciencia y decidirnos de una vez por todas a ser generosos con la cantidad de bienes acumulados que tenemos, que no son nuestros y que no nos llevaremos el día de nuestra muerte. Qué afán a veces de prevenir tanto en todo lo material, el futuro mío, el de mis hijos, esto, lo otro, y la vida se nos va pasando por ahí. Para pensar un poco.... para rezar un poco. Hoy seamos astutos con algún pobre, con algún necesitado, para que cuando lleguemos al cielo, ellos nos estén preparando un lugar.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

07 Nov, 23:52


Viernes 8 de noviembre + XXXI Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16,1-8

Jesús decía a sus discípulos:
"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto”.
El administrador pensó entonces: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza”.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”. “Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez”. Después preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo”, le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo y anota trescientos”.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

06 Nov, 23:51


Comentario a Lucas 15, 1-10:

La respuesta de Jesús a la pregunta del escriba y la respuesta del escriba a la respuesta de Jesús, sumadas por decir así, o sea, entendiéndolas juntas, nos ayudan muchísimo –el Evangelio del domingo, acordate–. Porque más allá de lo que dijimos ayer, más allá de que el escriba seguramente lo estaba probando a Jesús de algún modo, lo interesante es descubrir que este hombre pregunta por el primero de los mandamientos y Jesús le responde con dos, o sea, hace de dos mandamientos uno solo y además el más grande, y por otro lado, la respuesta del escriba a la respuesta de Jesús, además dice que eso, cumplir esos mandamientos, «vale más que todos los sacrificios y holocaustos». Si te mareas un poco sobre lo que estoy hablando, es bueno que repases el Evangelio del domingo, que vuelvas a leerlo o escucharlo, así aprendemos a desmenuzar juntos la Palabra de Dios y eso nos enriquece mucho más. Jesús, a pesar de que buscaban probarlo o hacerlo caer, siempre aprovechó esas oportunidades para amar, para enseñar y dejarnos un legado a todos.
Jesús nos ayuda a interpretar bien la ley de Dios, no solo con sus palabras, sino con su propia vida. Por eso no pudo separar lo que Dios quiere que esté unido, no pretendió separar lo que nosotros inconscientemente a veces separamos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Les pasaba a todos los judíos de la época, nos pasa también a nosotros, eso de pensar que por un lado amamos a Dios y por otro lado amamos a los demás. Sin embargo, la respuesta muestra que en realidad son una misma realidad –valga la redundancia– y por eso dice esto que parece algo extraño: «No hay otro mandamiento más grande que estos». Una mezcla de singular con plural, que por supuesto no es un error, sino que es con intención, con intención de enseñarnos algo. Se ama a Dios amando al prójimo también, se ama al prójimo por amor de Dios, por amor a Dios.
Pero en Algo del Evangelio de hoy detengámonos por un momento en la lógica de Dios que nos sacude un poco, a veces Él no es tan lógico como deseamos –o por lo menos no concuerda con nuestra lógica– y justamente no tenemos acá que caer en la afirmación «fácil» de decir: «Dios es ilógico, no lo entiendo»; sino todo lo contrario, Dios es más sabio que yo, Dios tiene una lógica distinta a mis pensamientos, y como no lo entiendo, lo acepto por humildad, sabiendo que Él sabe por supuesto más que yo. ¡Qué distinto pensar así!, ¿no? Esa es la primera lógica que tenemos que cambiar. El pensamiento de Dios es superior al nuestro, la sabiduría divina es infinitamente mayor, incalculable que la nuestra.
Y la «Buena Noticia» de Dios de hoy, o por lo menos una de las tantas que podemos sacar de la Palabra, es que Él hace lo que nadie haría –por lo menos sería muy raro de hacer–: dejar noventa y nueve ovejas para buscar una. Eso que parece muy normal en la parábola, en realidad es lo extraño. Nuestra lógica es muchas veces práctica, utilitarista y materialista; difícilmente arriesgaría a perder todo por una sola. Lo que parece obvio en realidad no es tan obvio, justamente Jesús cuenta esta parábola para mostrar que esa actitud no es tan obvia. Dios no es como nosotros, justamente para mostrarnos que el amor de Dios rompe toda lógica humana.
El amor de Dios es tan grande para con vos, para conmigo, que supera nuestros pensamientos. No es obvio ser tan bueno, la lógica de los hombres busca muchas veces lo obvio, Dios rompe todos los esquemas. Esa es la gran noticia de hoy, la parábola es sobre un Dios que recibe a los pecadores y come con ellos. ¡Qué noticia más linda! Quiere decir que nos recibe a nosotros, a vos y a mí, que vino a comer con nosotros, vino a recibirnos, a buscarnos; quiere decir que la crítica más dura de estos fariseos fue en realidad el elogio más grande que podrían haberle hecho a Jesús. Nuestro Señor vino, dejó todo para buscar a todos, porque todos de algún modo somos ovejas perdidas. Si estás alejado De Dios, dejate encontrar, dejate invitar a comer y dejate perdonar.

Algo del Evangelio

06 Nov, 23:51


«Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por muchos buenos que no tienen necesidad de convertirse». Si te cae mal que Dios sea tan bueno, cambiá de mentalidad, Dios no es como pensás.
Bueno, y si Dios recibe a los pecadores como a vos y como a mí, si come con nosotros, ¿cómo no vamos a ser capaces nosotros de comer con gente que no nos cae tan bien o que diferimos en nuestra manera de pensar o que realmente están alejados? Tratemos de cambiar esa mentalidad para que así también cambien nuestras actitudes y nuestro corazón. Las palabras del Evangelio de hoy nos invitan a abrir las puertas del corazón y de la Iglesia, nuestra familia para que entren todos, especialmente los más alejados, los que se han perdido.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

06 Nov, 23:51


Jueves 7 de noviembre + XXXI Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-10

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".

Palabra del Señor

Algo del Evangelio

05 Nov, 23:49


Comentario a Lucas 14, 25-33:

No alcanza con saber los mandamientos para estar en el Reino de los cielos; si fuera así, Jesús, al ver que el escriba había respondido tan acertadamente, le hubiese dicho: «Tú estás en el Reino de Dios». Pero no, parece ser que no alcanza. De hecho, es algo que experimentamos vos y yo cada día, eso de que por más que sepamos los mandamientos, por más que tengamos claro qué es lo mejor o lo más importante, no siempre tenemos la fuerza para vivir eso, no siempre nuestro corazón está dispuesto a aceptar a hacer el bien, sino que incluso experimenta la impotencia de tener el bien a su alcance y no poder cumplirlo. San Pablo lo describe maravillosamente, aunque por momentos parezca difícil. Dice así: «Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco. Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena. Pero entonces, no soy yo quien hace caso, sino el pecado que reside en mí, porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí». Por eso Jesús no solo necesitaba lindas o acertadas respuestas, sino que necesitaba el corazón, necesita nuestro corazón. A él no le alcanza que sepamos qué es lo mejor, sino que quiere que lo aceptemos y podamos vivirlo. Los escribas de antes y los de ahora son los «idealistas» de la fe, diría el papa Francisco los «gnósticos», así lo describía: «El gnosticismo supone “una fe encerrada en el subjetivismo, donde solo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos”». A los escribas les interesa una serie de razonamientos, que los reconfortaban e iluminaban, pero que en el fondo no los conectaban con el amor al prójimo. Jesús pretende eso de nosotros, que no solo sepamos lo que debemos hacer, sino que, descubriendo su amor, podamos hacerlo.
Bueno, hasta aquí Algo del Evangelio del domingo pasado, pero con respecto a hoy nos pueden surgir muchísimas preguntas: ¿qué es todo lo que poseemos y debemos dejar, a qué se refiere Jesús? ¿Qué quiere decir cuando nos dice que para seguirlo tenemos que amarlo más que a todos, incluso más que a nuestros propios hijos? ¿Es posible realmente algo así? ¿Es tan así? Si no renunciamos a todo lo que tenemos, ¿no podemos ser discípulos? ¿No se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo: ser discípulo y amar mucho a los demás también? ¿No será demasiado «exigente» el Señor? ¿No será que por eso tiene tan pocos amigos y seguidores –como diría santa Teresa–? ¿No hubiese sido mejor que fuese un poco más blando para atraer más corazones a él? ¿No lo hubiesen seguido más personas? ¿No habría hoy más cristianos comprometidos? ¿Tiene derecho a pedirnos tanto o pedirnos todo? ¿Qué significa «cargar la cruz» para ser discípulo? ¿Cuál es la cruz? ¿Cuál es nuestra cruz? ¿A qué se refiere Jesús?...
Imagino que estarás pensando: «¿Por qué en vez de hacerme tantas preguntas este sacerdote, no las empieza a responder?». Porque quiero que todos nos hagamos estas preguntas, cada uno personalmente; y, además, porque tampoco considero que tengo todas las respuestas, y mucho menos para un audio de unos pocos minutos.
Lo dije muchas veces en muchos audios durante todo este tiempo; que lo que pretendo siempre es que cada uno de nosotros haga su «camino», que cada uno personalmente escuche la Palabra de Dios, para que no nos quedemos en un palabrerío vacío y superficial de otro. No dejemos de escuchar la Palabra de Dios, no la dejemos de escucharla nunca; «la Palabra de Dios es viva y eficaz» y se hace carne en personas concretas como vos y yo, y si vivimos lo que escuchamos.

Algo del Evangelio

05 Nov, 23:49


Tratemos hoy de vivir algo de lo que escuchemos, tratemos de preguntarnos: ¿estaremos juntos llevando amor por donde nos toque estar? Jesús hoy nos pide TODO, pero ¿sabes por qué? Porque antes nos dio TODO y, además, porque nos da TODO continuamente, siempre.
Por eso no nos asustemos con la Palabra de Dios de hoy. Es lógico, tiene lógica, vos a tu mujer, a tu marido, a tu novia, a tu amigo, a tu amiga que le das todo tu amor, ¿le pedís que te ame más que a todos? ¿Jesús no puede hacer lo mismo con nosotros? La cruz de cada día será para cada uno la lucha continua por amar con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, con toda la mente al Señor. La cruz de cada día será aceptar siempre las realidades que no elegimos y en principio no podemos cambiar. La cruz de cada día serán las propias debilidades, incluso los pecados que a veces no podemos dejar y nos atormentan, el mal que no podemos evitar. La cruz de cada día será en definitiva el amor que podemos dar y nos cuesta manifestar. Pidamos a Jesús que nos ayude a cargarla con alegría, con paz.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

05 Nov, 23:49


Miércoles 6 de noviembre + XXXI Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 25-33

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: «Éste comenzó a edificar y no pudo terminar».
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres, puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

05 Nov, 00:24


Comentario a Lucas 14, 15-24:

Si el escriba respondió “tan acertadamente” como decía el evangelio del domingo…, diríamos que se sacó un diez en catecismo ¿No hubiese sido lógico que Jesús le diga que “estaba en el Reino de los Cielos” y no “tú no estás lejos del Reino de los Cielos? Pienso que la intervención del escriba fue más para probar a Jesús que otra cosa, no es coherente con la figura de un escriba el no saber cuál era el mandamiento más importante, al contrario, un escriba era justamente el que conocía a la perfección la ley, tan a la perfección que pecaban de soberbia y no les sobraba humildad. Por eso responde tan bien lo que en realidad ya sabía antes de preguntar. De hecho, los textos anteriores al que escuchamos el domingo, son muchas discusiones de Jesús con distintos personajes importantes del pueblo judío, que no hacen más que intentar que “pise el palito”, que se equivoque en algo, para poder acusarlo. Por eso creo que la respuesta de Jesús, más que un elogio hacia este hombre por su respuesta, es una ironía. Es por un lado una clara muestra de solo Él es el verdadero maestro e intérprete de la ley, y por otro lado un silenciamiento a tanta soberbia de los que lo rodeaban para probarlo, por algo el relato termina diciendo: “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. ¿Qué le habrá querido decir Jesús con esa respuesta? «Tú no estás lejos del Reino de Dios».
En algo del Evangelio de hoy escuchamos de boca de Jesús esta parábola llamada de los invitados "descorteses" –o podríamos decir nosotros: de los invitados ingratos–, toda una imagen de lo que pasó durante toda la historia de la salvación; tanto antes de Jesús, durante su vida especialmente y por supuesto que sigue pasando actualmente, en tantas circunstancias, incluso a nosotros, día a día.
Y como siempre estas palabras no son para que nosotros pateemos el problema hacia afuera; como para ver qué malos que fueron los fariseos de esa época, quedándonos mirando de lejos, como si esto no tuviera nada que ver con nosotros, con nuestra vida. No es sano pensar esto como si fuera pasado, como si fuera culpa de los judíos de esa época la ingratitud hacia un Dios tan bondadoso, hacia un Jesús tan misericordioso.
Por eso preguntémonos todos: ¿No seré uno de esos invitados por el Señor, que muchas veces –de una manera u otra– pongo excusas para no asistir al Banquete que Dios me tiene preparado, todos los días? ¿No seré ese que por comprar o tener cosas que hacer, ocupa más el tiempo en ver y en regocijarse con lo comprado; mientras el amor de Dios y de los demás me reclama a gritos? Por lo menos, yo me considero uno de esos, seguro; muchas veces me pasó y me sigue pasando.
¿No seré ese que compra unos bueyes y se muere por probarlos para ver si andan bien; mientras muchos alrededor no están bien y no me doy cuenta? ¿No seré ese que por un amor humano –lindo y legítimo– me olvidé del amor más grande que no excluye los otros amores sino al contrario; los incluye y los hace crecer?
En el relato, todos ponen excusas, bajo apariencia de bien, pero se pierden el banquete. Son todas excusas, obstáculos que nosotros mismos ponemos con tal de no disfrutar de cada llamado de Dios, que nos invita siempre a algo mejor, a algo más grande: al Banquete final cuando nos toque entregar la vida, pero mientras tanto en esta vida, hoy nos invita a miles de pequeños banquetes preparados para estar con Él. Siempre hay una mesa preparada para disfrutar para aquel que ama a Jesús, porque cada detalle de la vida se puede transformar en oportunidad para amar, y donde hay amor, está Jesús.
¿Por qué será que nos cuesta tanto ver a Dios como un Padre que nos invita a algo lindo y grande? ¿Dónde escuchamos o quién nos enseñó eso de que Dios molesta, que quita la libertad y la felicidad? Qué ideas tan raras tenemos a veces o qué ideas tan extrañas quiere meternos esta cultura en el corazón.

Algo del Evangelio

05 Nov, 00:24


Hoy Dios nos invita a todos al Banquete del amor, a amar para poder festejar; porque –digámoslo así– el que ama vive en una fiesta continua; vive la alegría de estar en comunión con Dios y con los demás. Esa es la invitación. Y cuando se piensa demasiado en lo personal, en lo de uno, difícilmente haya espacio para disfrutar y darse a los demás.
No seamos desagradecidos y aprovechemos este día para aceptar esas invitaciones de Dios. Él no se cansa de invitarnos; los que ponemos excusas somos nosotros. Él quiere la casa llena de sus hijos, pero nos quiere juntos, no dispersos. No hay que dar vueltas.
Estemos atentos porque seguramente Dios Padre nos va a invitar hoy a amar a otro; te va a invitar a que ames a alguien, te va a poner en el camino a alguien para que estés atento y no des más vueltas.

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p. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

04 Nov, 00:11


Comentario a Lucas 14, 1. 12-14:

Ayer pensaba en que decir en este lunes y me acordé sobre el porqué algún día se me ocurrió llamar a esta iniciativa de enviar el evangelio diario grabado… Algo del Evangelio. Quería recordártelo por las dudas que no lo sepas, pero imagino que te habrás dado cuenta alguna vez. Simplemente porque considero que nunca se puede decir todo, lo que uno quisiera o lo que se puede decir, nunca como sacerdote puedo pretender agotar las innumerables aristas que tiene la palabra de Dios, sería pura presunción. Considero que Dios me inspira algo y simplemente desde mi experiencia puedo transmitir algo. De la misma manera que te pasa a vos día a día, si te disponés a escuchar con seriedad. El otro día, tres jóvenes que escuchan todos los días la palabra de Dios, me contaban que en su grupo de WhatsApp tienen la costumbre de comentar, que le dijo a cada una la palabra según lo que escucharon, como para aportar algo entre ellas, y justamente me decían que se daban cuenta que a cada una la misma lectura le decía cosas distintas, que siempre comentaban cosas distintas. Es así, eso es lo lindo de la palabra de Dios, a cada uno nos dice “algo”, a mí me dice algo, y siempre podemos decir algo, nunca todo.
El escriba del evangelio de ayer, ese hombre que se acercó para preguntarle a Jesús cuál era el mandamiento más grande, “no estaba tan lejos del Reino de Dios”, según las palabras de Jesús al escucharlo responder bien. Propongo que esta escena nos acompañe toda la semana, para ayudarnos a comprenderla mejor. ¿Qué habrá querido decir Jesús con eso de que “no estaba tan lejos del Reino de Dios? Siempre es bueno revisar el contexto del texto. No se puede entender el evangelio con palabras sueltas o frases dispersas. Muchas veces los sacerdotes lo hacemos, tomamos una frase que nos gusta, pero en el fondo para que nos ayude a decir lo que nosotros queríamos decir, y en realidad el camino es el inverso. Antes que nada, debemos saber qué quiso decir el evangelista al escribir lo que escribió, y para eso hay que tener en cuenta la escena en su contexto, que venía antes y que viene después. Vamos a intentar hacer ese camino estos días.
Vamos a la escena de hoy. ¿Alguna vez te pusiste a pensar que para Jesús no hay personas que son mejores y otros peores, no hay personas de primera o de segunda? ¿Te habías dado cuenta alguna vez que la verdadera salvación se da cuando Jesús logra destruir todo muro de enemistad que a veces construimos entre nosotros por diferentes razones? ¿Te diste cuenta que la lógica de este mundo lo único que hace y fomenta, es la división, es la “etiquetación”, es la comparación, es la discriminación, son las diferencias que distancian y no las que unen? ¿Te das cuenta que este mundo nos divide y enfrenta y que sus “remedios” terminan siendo venenos que jamás nos pueden curar? ¿Nos damos cuenta que nosotros somos parte de ese mundo y que también colaboramos de alguna manera a todo esto, cuando nos miramos de reojo, cuando nos tenemos miedo o recelos?
Jesús nos propone, en algo del evangelio de hoy, eliminar distinciones, pero para vivir como hermanos. No podemos hacer caridad con aquellos que sabremos que tarde o temprano nos retribuirán. No podemos hacer las cosas buscando algo a cambio. Se puede esperar algo, es humano, es natural, ahora… otra cosa es hacer las cosas buscando eso, solo buscando la retribución.
Siempre me parece gracioso y me enojo al mismo tiempo, cuando veo los carteles que ponen en las calles nuestros funcionarios públicos, gastando nuestro propio dinero, no importa el partido y el color, mostrando todo “lo bueno” que hacen, todo lo buenos que son, jactándose de lo que en realidad es su deber y no deberían refregar. ¿Para qué lo hacen? ¿Para qué gastan nuestros bienes en publicitarse a sí mismos? Es como pensar que una madre, o un padre, les dejen un cartel a sus hijos a la mañana temprano antes de ir a la escuela, o a la tarde cuando vuelven diciéndoles algo así: “Hijo, hija, hoy fui a trabajar, lo hago por vos” O que los hijos les digan a sus padres: “Mirá

Algo del Evangelio

04 Nov, 00:11


que hoy fui a la escuela, lo hago por vos” ¿Desde cuándo hay que publicitar lo que cada uno debe hacer? El deber y el amor no se publicitan, es lo que tenemos que hacer para vivir en paz. Pasa en la Iglesia también y es triste. Podemos hacer caridad, estar con los más pobres y después publicitarlo para que todos nos digan lo buenos que somos. ¡Qué increíble! Con los pobres no se lucra. No se busca recompensa y aplauso. Se ama por amar, no para que nos retribuyan. A veces criticamos a los funcionarios, pero nosotros también podemos hacer lo mismo.
Mejor hagamos lo del evangelio de hoy. Invitemos a un pobre a comer… vayamos a la casa de un pobre a ayudar… demos limosna a alguien que no nos agrada tanto, sin esperar nada a cambio, sin esperar ningún “me gusta”, sin que nos vea nadie. Si buscamos que nos vea alguien ya tenemos nuestra recompensa, el pasajero aplauso de los hombres. Si no nos ve nadie, en realidad solo nos ve Dios Padre. ¿Necesitamos más que eso? Si necesitamos más que eso es porque todavía no consideramos al otro como hermano, igual que nosotros.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

04 Nov, 00:10


Lunes 4 de noviembre + XXXI Lunes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 12-14

Jesús dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

03 Nov, 15:04


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Algo del Evangelio

03 Nov, 15:04


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Algo del Evangelio

03 Nov, 00:04


El amor a Dios brota y crece casi naturalmente cuando se escucha su Palabra, la escucha es como la lluvia que riega las plantas, porque al escuchar cosas lindas, cosas de nuestro Padre, nos purifica el corazón para poder verlo más nítidamente y, una vez que lo vemos, empezamos a amarlo con todo el corazón, con toda el alma, el espíritu y las fuerzas. No se puede no amar a un Dios tan bueno. En cambio, cuando las cosas quieren ser al revés, o sea, obligarse a amar a un Dios, a una persona que no se escucha y no se sabe bien quién es, es casi imposible, es como estar ciego o sordo y querer enamorarse a la distancia de alguien que ni siquiera veo ni escucho.
Empecemos entonces por el principio en este domingo y el camino será más posible y más lindo. En realidad, en los Evangelios anteriores, Jesús venía respondiendo discusiones y pruebas, y se podrían decir muchísimas cosas con la respuesta de hoy de Jesús. Pero quería centrarme en esta, que a veces pasa desapercibida a nuestro paladar del corazón, a veces no escuchamos la primera palabra importante del mandamiento más importante, y nos preguntamos cómo hacemos para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo. ¿Sabés cómo? Escuchando. Otra vez te lo digo: si no escuchamos a Jesús, no hay posibilidad de amar a Dios Padre con todas las fuerzas y al prójimo como Él desea. La escucha diaria, continua, paciente, perseverante, es la que nos dispone para andar en el camino del amor. Si escuchamos a Jesús, amaremos; si no escuchamos, no amaremos, subsistiremos. ¿Vos creés que amás y en el fondo no escuchás? ¿Vos creés que amás y nos sos capaz de estar un tiempo sentado escuchando a los que decís que amás?
Probemos hoy escuchar más y profundamente, y que el escuchar nos abra el corazón para amar a Dios y a los demás, porque en realidad escuchar ya es de algún modo empezar a amar.

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p. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

03 Nov, 00:04


Comentario a Marcos 12, 28b-34:

Son muchas las veces que a los sacerdotes se nos parte el alma, de alguna manera, cuando un niño, por ejemplo, durante una confesión, aunque estrictamente a veces no son confesiones y por eso se puede contar, nos dice casi con lágrimas en los ojos: «Padre, mi papá no me escucha, mi mamá no me escucha, no me prestan atención». Es muy triste escuchar eso. Es triste, la verdad, pero pasa, son muchos los niños, y también te puede pasar a vos en tu matrimonio o en una amistad, que no se sienten escuchados, por diferentes razones, pero que en definitiva es lo mismo; cuando no nos escuchan, no importa tanto el porqué. ¿Será que a Dios Padre le pasa lo mismo con nosotros? Si el domingo anterior el milagro del ciego nos quería enseñar que andamos un poco ciegos del corazón todos, hoy, aunque no se habla de milagro, sí nos enseña sobre la escucha. Bartimeo no veía, pero dice la Palabra de Dios que se «enteró» de que Jesús pasaba por ahí, aunque podríamos decir que «escuchó» que pasaba por ahí, tenía el oído atento, listo para escuchar.
Por eso la gran tarea de nuestra vida, lo mejor que podemos hacer es trabajar para escuchar. Algo del Evangelio de hoy nos enseña que primero hay que escuchar, antes que nada. ¿Qué tenemos que hacer? Escuchar. No ama el que no escucha y no escucha verdaderamente el que no ama. «¿Cuál es el primero de los mandamientos?», le preguntaron a Jesús. «Escuchar para amar». «Amarás, si escuchás», podríamos decir. Es lindo saber que el mandamiento también es una promesa, de algún modo… «Amarás, amarás», dice la Palabra. Vamos a terminar amando, pero si empezamos por escuchar. Escuchar es lo primero que quiere Dios de nosotros. Sin escucha del corazón no hay posibilidad de amar, no hay amor que prospere. A veces creo que los cristianos sin darnos cuenta queremos empezar por el final del camino y nos olvidamos del principio del trayecto. Siempre es bueno empezar por el principio. Como dice una canción: «Crece desde el pie, musiquita, crece desde el pie». Todo crece desde el pie, desde el principio. ¿Cómo pretender que Dios sea todo si no le damos lo primero y principal que es el oído del corazón, el tiempo que hace que las palabras lleguen a nuestra alma? ¿Quién se puede enamorar de alguien al que jamás escucha y le presta su atención? Por eso es bueno volver a escuchar que el primer mandamiento en realidad es escuchar, valga la redundancia. No se puede amar a quien no se escucha. No podemos darle a Dios Padre lo mejor de nosotros si no le damos lo principal.
Mirá a tus hijos, a tu marido, a tu mujer, a tus hermanos, miralos y preguntate con sinceridad si es posible amarlos de verdad, si no los escuchás de corazón, si no te tomás el tiempo para saber qué piensan, qué les pasa, qué sienten, qué necesitan, sentándote un rato con ellos. Cuando empezamos a escuchar a los que tenemos al lado, nos llevamos muchas veces sorpresas, para bien y a veces para mal. Nos sorprendemos para bien cuando nos damos cuenta y descubrimos una riqueza inimaginable en personas que antes no teníamos en cuenta. Nos sorprendemos para mal cuando sin darnos cuenta o conscientemente nos distanciamos de personas que, en realidad, no conocíamos bien, porque, en el fondo, no nos escuchábamos. Nos sorprendemos para mal, pero en el fondo para bien cuando nos damos cuenta que estábamos llenos de prejuicios por no haber escuchado sinceramente, por haber supuesto cosas, por haber emitido juicios que no nos permitieron saber lo que tenía el otro en el corazón. ¿No será que con Dios nos pasa un poco lo mismo? ¿No será que nos alejamos de Él porque nos perdemos de escucharlo, nos perdemos la mayor riqueza que nos regaló, la capacidad de amar escuchando? ¿No será que algún día nos enamoraremos perdidamente de Él cuando nos decidamos a escucharlo?

Algo del Evangelio

03 Nov, 00:03


Domingo 3 de noviembre + XXXI Domingo durante el año(B) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28b-34

Un escriba se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»
Jesús respondió: «El primero es: "Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay otro mandamiento más grande que estos».
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

02 Nov, 00:03


Comentario a Lucas 24, 1-8:

No se pueden ocultar las tristezas de la vida; es bueno reconocerlas y –como se dice– ponerles nombre, identificarlas, saber de dónde vienen y a hacia dónde nos llevan también. No hay peor tristeza que la anónima, esa que no se identifica –eso la verdad que nos hace muy mal–, porque en el fondo estamos tristes pero, además, seguimos tristes por no saber de dónde proviene y, por lo tanto, no poder sanarla. Todos tenemos una especie de «instinto» de supervivencia, esa necesidad de «estar siempre bien» –cosa que es natural–, pero que muchas veces no nos hace bien, porque justamente no nos permitimos la posibilidad de a veces pasar por un mal, por situaciones que lógicamente nos hacen mal, como –por ejemplo– la pérdida de un ser querido.
¿Hoy estás triste? ¿Estás pasando por alguna tristeza profunda en tu alma ya que alguna persona que amabas no está más con vos? Está bien. Aunque parezca duro lo que te voy a decir, está bien que así sea. Es bueno y necesario sufrir por el que se ama. Quiere decir que amamos y tenemos vida en el alma. Son momentos inevitables, que tenemos que pasarlos, aunque no nos guste.
Hoy celebramos lo que en la Iglesia llamamos «la conmemoración de todos los fieles difuntos». Si ayer nos alegrábamos por los millones de santos que están en el cielo junto a Dios Padre, hoy nos unimos a los que están en vías de llegar, en camino al cielo, en ese estado del alma que tradicionalmente llamamos «purgatorio». Esa instancia que tendremos que pasar o no según como hayamos vivido para poder ser purificados, para poder tener el corazón puro; santificados por el Padre y así llegar a su presencia. «Felices los puros de corazón porque ellos verán a Dios», nos decía Jesús en el Evangelio de ayer.
No está bien llamarle día de los muertos. Creo que es mejor llamarle conmemoración de todos los fieles difuntos, día de todos los fieles difuntos, que están en el purgatorio.
Lo primero que te propongo es que pensemos, desde Algo del Evangelio de hoy, en el sentido de este día, porque nosotros creemos en lo que rezamos y celebramos; o sea, cuando en la liturgia rezamos –en este caso también con una devoción que es muy popular–, cuando lo expresamos con fe, significa que creemos en eso. No rezamos por rezar, no rezamos así nomás. No podemos rezar y celebrar algo de lo que en el fondo no creemos. Sería muy ridículo. Y lo mismo al revés, celebramos, rezamos lo que creemos. Ahora… podemos preguntarnos: ¿En qué creemos o qué quiere decir que rezamos por los fieles difuntos? Como me gusta decirte siempre, debemos evitar los extremos. Si en una época por ahí hemos caído en el dramatismo ante la muerte y en acrecentar el sufrimiento del purgatorio y del infierno, alertar de no caer en el otro extremo tan común hoy en día, en el que parece que todos los que mueren son inmediatamente «canonizados». Es común hoy ir a un velorio o entierro y escuchar a los sacerdotes, como yo, casi con naturalidad decir que el difunto «ya está en el cielo», «ya está en la casa del Padre». Sí, lo dicen con mucho amor y con muy buena intención, pero entonces ¿de qué serviría este día si morimos e inmediatamente todos vamos al cielo? Si es así, entonces ¿para qué rezamos todos los días por los difuntos en cada Misa? ¿Para qué rezamos hoy en todo el mundo?, ¿qué sentido tiene? Es para pensarlo. La Iglesia –como familia, como madre, como maestra– siempre enseñó y enseña que, de alguna manera, si no hemos vivido plenamente esta búsqueda de santidad, si no hemos amado como el Señor nos enseñó, si no hemos vivido las bienaventuranzas en la tierra, de algún modo tendremos que ser purificarnos para poder ver a Dios; y no porque Dios Padre sea «malo» o porque nos «castiga», sino porque para ver algo tan grande necesitamos tener un corazón bien grande, y para tener un corazón bien grande, tenemos que prepararnos, dejar que ese Alguien nos lo agrande si lo tuvimos un poco chico.

Algo del Evangelio

02 Nov, 00:03


Eso es lo que creemos en la Iglesia cuando hablamos del purgatorio, que en definitiva no es un «lugar» físico, sino que es un estado del alma, una instancia necesaria para poder ver a Dios y alcanzar la santidad.
Por eso, centrémonos en este día en la alegría, en la oportunidad que Dios nos da para poder verlo algún día. No en un lugar de «castigo» o de «tormento», a secas, sino en esa oportunidad que el mismo Dios nos dará a todos para poder llegar a estar cara a cara con él. Bueno, muchísimas almas también están en este estado y por ahí algún familiar nuestro por el cual tenemos que rezar hoy especialmente, porque solo nosotros y los que están en el cielo pueden interceder por los que están en el purgatorio. La Iglesia hoy nos invita a ofrecer algo de nosotros: la celebración de la Misa, la confesión, recibir la Eucaristía, para poder ayudar a que un alma llegue al cielo.
Y creo que hay Algo del Evangelio de hoy que también nos puede ayudar a pensar distinto. Dice que estos hombres les preguntaban a las mujeres: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?». ¡Jesús está vivo! La resurrección de Cristo es lo que le da sentido a nuestra vida y a nuestra fe. Nuestros seres queridos difuntos también están vivos. Sí, de otra manera, pero están vivos. Todavía sin su cuerpo, esperando la resurrección final, pero vivos.
Muchas veces hoy –incluso entre católicos– vivimos la muerte con demasiado dramatismo, con poca fe. Es cierto que el dolor de alguien ante la pérdida de un ser querido es sagrado –y hay que respetarlo siempre –, pero también es cierto que el mensaje cristiano tiene su fundamento en una verdad de vida, de esperanza cierta, de confianza total en que Jesús ha vencido a la muerte y nos abrió las puertas de la eternidad para que algún día podamos disfrutarla todos.
Hoy recemos por nuestros fieles difuntos, por nuestros seres queridos, pero con una sonrisa, sabiendo que están vivos. Dejemos que la tristeza se vaya yendo para que lentamente se transforme en el gozo que solo el Espíritu Santo puede darnos.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

02 Nov, 00:02


Sábado 2 de noviembre + Conmemoración de todos los fieles difuntos + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 1-8

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Porqué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

27 Oct, 23:37


Descubrimos nuestras capacidades, nuestros talentos, en la medida en que decidimos estar con Él y decimos que «sí». No es que tenemos que esperar a ver todo lo que tenemos o con lo que contamos para decir que sí.
Yo te aseguro que cuando le decís que sí a tu Padre, cuando te decidís a seguirlo a Jesús, empezás a descubrir cosas que nunca hubieras imaginado. Eso descubrieron los apóstoles. El primero de la lista es Pedro, el más débil, el que lo negó también tres veces. Y el último de la lista es Judas el Iscariote, el traidor. ¡Qué increíble lo que Dios puede hacer llamándonos, como a Judas y a Tadeo!
Bueno, ojalá que hoy descubramos este llamado de Dios Padre hacia cada uno de nosotros. No importa dónde nos toque, no importa dónde nos quiera llevar Jesús –como a Simón y a Judas–. Lo importante es que nos sintamos llamados, amados e impulsados a vivir una vida distinta y abrir el corazón de par en par.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

27 Oct, 23:37


Comentario a Lucas 6, 12-19:

Hoy en toda la Iglesia celebramos la fiesta de dos apóstoles: Simón, llamado «el Zelote», y Judas, hijo de Santiago; los que escuchaste que aparecen en Algo del Evangelio de hoy. Lo que te propongo y me propongo, aunque el llamado de los apóstoles es claro que está dirigido de un modo especial a los que Jesús eligió para sucederlo en su ministerio –o sea, en su servicio–, de curación, de enseñanza y que se transmitió en la Iglesia a lo largo de los tiempos a través del sacerdocio, del episcopado, del diaconado –o sea, del sacramento del Orden–. También podemos pensar que ese llamado es para cualquier cristiano porque cualquiera de nosotros de algún modo –en el sentido amplio– también es apóstol, enviado de Jesús. Cuántos enviados de Jesús, cuántos apóstoles y santos que no fueron sacerdotes o consagrados, sino que son laicos y cada vez más en la Iglesia. Por eso, también podemos reconocer que el llamado de Jesús es para todos, para transmitir lo mismo que Él nos dio.
Quería que hoy pensemos en dos cosas, haciéndonos, al mismo tiempo, dos preguntas que nos pueden ayudar a comprender un poco este ministerio tan grande, este misterio tan grande.
¿Qué hace Jesús antes de elegir? ¿Qué hizo Jesús? Dice el Evangelio que se retiró a una montaña para orar y pasó toda la noche en oración con Dios, con su Padre. Eso quiere decir que Jesús antes de decidirse a elegir no solo se puso a pensar –diríamos–, sino que se fue a orar, a estar con su Padre y a hablar con Él de sus hijos, o sea, de sus hermanos. Porque Jesús es el Hijo, ¿y de qué hablaba con su Padre si no de nosotros, que también somos hijos del Padre y hermanos de Jesús? ¿De qué habló esa noche si no fue de los Doce? Y también podríamos pensar y soñar o imaginar que pensó en cada uno de nosotros ese día.
Cuando Jesús va a hablar con su Padre, seguramente, además de hablarle como Hijo, le habló de sus hermanos –de cada uno de nosotros–. Entonces, ¡qué lindo es pensar esto!, ¿no? Que Jesús no sube a la montaña para calcular, para hacer un cálculo y razonamiento de quién era el mejor y a quién podía elegir, sino que Jesús va más allá, a hablar con su Padre y abrirle su corazón, para que Dios le enseñe a quién elegir más allá de las capacidades humanas.
Y eso es lo que tenemos que hacer nosotros también ante decisiones importantes: pasar largos ratos de oración. No podemos solamente elegir las cosas, las situaciones, las personas por lo que pensamos, por los cálculos, sino por lo que Dios nos ilumina y nos transmite de alguna manera cuando rezamos. Y, además, Jesús elige no a los que están capacitados, sino que capacita a los que llama.
Y la segunda pregunta que no podemos dejar de hacernos es: ¿Qué tuvo en cuenta Jesús al elegir esa noche? ¿Qué pidió? Tiene que ver con lo anterior. ¿Pidió un currículum para conocer las «capacidades» de los discípulos? ¿Pidió un certificado de «buena conducta»? No, nada de eso. Jesús no pidió ningún certificado, ni ningún currículum. Para elegir no tuvo en cuenta las capacidades humanas o si tenían o no pecados. Elige a los que quiere y por amor. No por ser muy buenos, sino para «hacerlos» buenos y santos, para que estando con Él se transformen y se hagan verdaderos discípulos suyos.
Lo mismo hace con nosotros: no te eligió y no me eligió a mí por ser buenos. No nos eligió porque tenemos grandes capacidades. No tuvo en cuenta en esa noche eso, sino que nos eligió por puro amor. Y yo creo que también por algo más, porque apuesta a nuestro corazón. Confía en el fuego que puede salir de nuestro corazón, porque lo que más importa es poner el corazón en lo que hacemos. Y acá está el misterio al cual nos podemos hoy abrir. Pensemos en esto: te eligió por amor. No te eligió por lo que hiciste o por lo que dejaste de hacer. Sí, es verdad que al elegirnos nos invita a desarrollar nuestras capacidades y a vivir de una manera distinta: a ser más buenos, pero más santos. Pero nos hacemos buenos y nos hacemos santos en la medida que estamos con Él.

Algo del Evangelio

27 Oct, 23:36


Lunes 28 de octubre + Fiesta de Santos Simón y Judas + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 12-19

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

27 Oct, 16:28


https://youtu.be/E2Tmpgu6oik?si=qCniLaHt5B_9Pmsk

Algo del Evangelio

26 Oct, 23:31


¡Cuidado!, a veces los «descartados» al borde del camino, los que están descartados de nuestra sociedad, de la Iglesia incluso, los que están sufriendo, los supuestamente más «pecadores», los que pensamos que no tienen nada para dar; tienen una fe más pura y más valiente que la de los que andamos caminando «cerca» de Jesús, a veces andamos casi como «guardaespaldas» cuidándolo de que no se le acerque nadie aparentemente «indigno». Esta actitud de Bartimeo es para imitar, él pidió ver y Jesús se lo concedió. Pero el ciego no se fue a su casa, no se fue a hacer sus cosas, a descansar, sino que se puso en camino para andar con su Salvador. Toda una imagen de la vida, de la vida de fe, del que se siente curado por Jesús, que no puede hacer otra cosa que ponerse a caminar con Él.
Cuando Jesús nos abre los ojos –porque en definitiva eso es la fe: que se nos abran los ojos del alma–, deberíamos empezar a caminar junto con Él a lo largo de la vida, del camino de la vida –despacito– porque Él vino a darnos esa capacidad de ver, vino a darnos la luz de la fe. «Tu fe te ha salvado», le dijo; no dijo «tu fe te ha curado», sino «tu fe te ha salvado», tu fe te permite empezar a caminar, la fe nos da la luz necesaria para dar cada paso cotidiano. No pretendamos mucho más que eso. Sabemos dónde terminará, pero nos da la luz para cada día.
Dios quiera que hoy seamos como este ciego Bartimeo; que pidamos a los gritos: ¡Jesús que vea!, que vea algo más de mi vida, que te vea presente en mi familia, en mi trabajo, en mis amigos, que te vea, que te vea, así me pongo a caminar junto con Vos y tantos hermanos.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

26 Oct, 23:31


__Comentario a Marcos 10, 46-52:_[

En este domingo, creo que es lindo detenernos tranquilos en esta escena tan maravillosa de la Palabra de Dios, en la que podemos contemplar tantas cosas, tanto la actitud de Jesús como la de la multitud, la de los discípulos y, por supuesto, la de este ciego mendigo llamado Bartimeo; un cieguito testarudo, cabeza dura, como decimos a veces, hablando cariñosamente, pedigüeño, pero con un corazón inmenso que nos enseña tanto.
Jesús iba caminando hacia Jerusalén, iba caminando dispuesto a entregarse por todos, como lo había dicho el domingo pasado. Les había venido explicando a los discípulos durante el camino que se iba a entregar, pero los discípulos no entendían; se enojaban porque otros hacían el bien como ellos, se peleaban por el primer puesto, pensaban que era imposible que un rico entrara en el Reino de los Cielos; no comprendían, en el fondo. Todo esto lo meditamos los domingos anteriores.
Los discípulos y la multitud van caminando con Él sin entender mucho –bastante desubicados, como decimos– y, por otro lado, está este ciego, el mendigo al costado del camino, en la banquina, como decimos, que rompe a gritos todos los esquemas mentales que podemos tener como freno para comprender. Estos son los personajes de Algo del Evangelio de hoy, que está lleno de simbolismos y enseñanzas.
Empecemos por Jesús.
Jesús se detiene porque escucha, escucha el grito; lo manda llamar y le pregunta: «¿Qué puedo hacer por tí?», mientras todos quieren callar al pobre mendigo; Jesús escucha, llama, pregunta y salva. ¿Puede hacer algo mejor? ¿Puede haber algo tan bueno? En esta escena, como en tantas otras, nos muestra que Jesús es el único que escucha verdaderamente entre tanta gente, el único que nos escucha profundamente, que nos escucha a nosotros en medio de la multitud de la humanidad, que a veces nos pasan por encima en este mundo tan egoísta. Él es el único que nos escucha no para enojarse y mandarnos a callar, sino que escucha para salvarnos y hacernos entrar en su camino, en el camino. ¡Qué linda esta imagen! Y la delicadeza de Jesús es maravillosa.
Bueno, ¿ese es el Jesús que conocemos vos y yo? ¿Ese es el Dios al cual le rezamos? ¿Es el Jesús que viene a quitarnos la ceguera, o el Jesús que no tiene nada de qué curarnos? ¿En qué lugar estamos vos y yo? ¿En ese lugar de los que callan al ciego, a los otros porque no dejamos que se acerquen a Jesús o con nuestras actitudes alejamos a los demás? ¿O somos ese ciego que anda pidiendo a los gritos algo del Salvador y está sintiendo esa experiencia linda de que Él siempre nos escucha?
Mientras tanto también tenemos la otra cara: los discípulos y la multitud no dejan que el más «débil» se acerque libremente a Jesús. El ciego mendigo molesta con su presencia y con sus gritos; solo uno termina siendo intermediario, pero porque Jesús se lo pidió. En realidad, todos los que van caminando con Él, de algún modo, son una imagen de la Iglesia en camino, de la Iglesia que tiene que convertirse también; por eso… ¿qué Iglesia queremos? ¿Una Iglesia puente que deja que los demás crucen los ríos para encontrarse con Jesús?, ¿o una Iglesia que pone trabas y obstáculos para que los demás se acerquen a Él? ¿O hacemos callar a los demás con nuestras actitudes porque nos creemos que el estar cerca de Jesús nos hace «mejores» que los demás? ¡Cuidado! Cuidado porque los discípulos veían el camino, pero no comprendían el modo de caminar; en cambio, el mendigo, que estaba al costado del camino y terminó abriendo los ojos para largarse a caminar con Jesús, como Jesús, finalmente es el que ve, ve profundamente.
Y, por último, vamos al ciego.
El ciego Bartimeo insistente, ¡nos enseña tanto! No le importó nada; sólo le importó encontrarse con Jesús, ver y empezar a caminar con Él. Podríamos pensar que, si gritó así, es porque ya algo creía en Él, significa que ya había escuchado sobre Él y sabía que si le pedía algo a este hombre –al hijo de David, al Rey–, iba a ser curado.

Algo del Evangelio

26 Oct, 23:31


Domingo 27 de octubre + XXX Domingo durante el año(B) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo».
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Él te llama».
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver».
Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

25 Oct, 23:00


Comentario a Lucas 13, 1-9:

¡Qué lindo que es aprovechar el sábado! Un día que es muchas veces para descansar un poco, para hacer cosas distintas que nos gustan, para estar en familia. Pero también aprovecharlo para, justamente, hacer otras cosas –como estas– que nos alimentan: escuchar la Palabra de Dios, leer un libro para enriquecerse con una buena lectura, para retomar algo de la semana, volver a meditar algún Evangelio. Qué bien nos hace escuchar la Palabra de Dios, qué bien nos hace darnos cuenta de que «es viva y eficaz».
Y hoy simplemente quería detenerme en esta pequeña parábola del viñador y contarte una anécdota que nos puede ayudar a comprender lo que es la «infinita paciencia» de nuestro buen Dios, que a veces nos hace sufrir un poco. Nos cuesta comprender que Dios tenga tanta paciencia. Nos gustaría que acabe rápido con el mal de afuera y el de nuestro corazón. Por eso, en esta parábola en la que se muestra que el padre envía al hijo –que es el viñador–, que intercede por nosotros y busca siempre «apostar» por vos y por mí, podemos pensar a veces que Dios tiene esa actitud con nosotros, ¿no? Como la que escuchábamos del dueño de la viña, que a veces quiere cortar la planta porque no da fruto. Bueno, pero en esta situación es Jesús de algún modo el que intercede, el que dice: «¡No!, todavía dale tiempo. Todavía le falta. Dale un poquito más de tiempo». ¿Cuánto tiempo nos dio Dios, esperando que demos frutos en nuestras vidas? ¿Cuántas veces habrá apostado por nosotros, aunque ni nos dimos cuenta?
Nuestro buen Jesús «apostó» por nosotros dando la vida. Vino al mundo a decirle a Dios Padre: «¡No!, todavía hay que darle una oportunidad más a los hombres. Hay que darles otra oportunidad. Yo voy a morir por ellos. Voy a morir y voy a hacer lo que ellos no pueden hacer por vos, Padre. Y con mi amor voy a abonar la tierra de sus vidas para que se den cuenta que algún día tienen que dar frutos». Tenemos que «dar fruto». No podemos ser a veces tan mediocres, no podemos ser plantas estériles. No podemos estar plantados en esta tierra de la vida sin hacer nada, sin dar frutos de amor. Ese es el verdadero sentido de nuestra vida. Pero entonces pensemos en esta doble dimensión: la necesidad que tenemos de dar frutos para vivir plenos y, por otro lado, cómo Jesús apuesta por nosotros, por cada uno de nosotros. ¿Cuántas veces removió la tierra de nuestro corazón para abonarla y volver a darnos tantas oportunidades? ¿Cuántas veces? Por eso dales más oportunidades a tus hijos, dale oportunidades a tu marido, a la gente que está a tu cargo, a tus hermanos, a tus amigos. Todos podemos volver a dar fruto, aunque parece que estamos estériles. No queramos arrancar las cosas de raíz antes de tiempo. Demos tiempo. A veces la paciencia de Dios –como decía– nos hace sufrir. La paciencia de Dios nos hace sufrir, es verdad. Dios es tan paciente que a veces nosotros no podemos comprenderlo.
Pero –como te dije– quería terminar contándote una anécdota de algo que me pasó hace tiempo y que realmente me removió la «tierra» del corazón y fue un «abono» para mi vida sacerdotal. Todavía me acuerdo.
Una vez iba en mi auto y frené en un semáforo porque estaba en rojo y se acercó uno de esos jóvenes que limpian los vidrios y se acercan a ofrecernos ese servicio. Y cuando me vio vestido de sacerdote, casi que se metió por la ventana, me tomó la mano y me dijo:
–Padre, era lo que necesitaba. ¡Yo no puedo creer que Dios pensó en mí! Mirá, tengo la piel de gallina –me dice.
–¿Qué te pasa? —le dije.
–No. Yo necesito hablar, hablar con alguien —me dice—. ¿Podés hablar conmigo?
–Sí, bueno... —le dije.
Entonces me frené, estacioné a un costado de la calle. Me bajé del auto y me abrazó apenas me bajé, y me dijo:
–Yo necesitaba esto, padre, yo necesitaba un signo de Dios. Yo me estaba por suicidar. Me quiero tirar de un puente. ¡No soporto más esta vida, no soporto la culpa de vivir así!
Yo me quedé muy sorprendido y casi sin poder decirle nada, pero le dije:
–¿Qué te pasó?

Algo del Evangelio

25 Oct, 23:00


–No, porque estuve preso, y a raíz de eso, mi familia una vez me fue a visitar y en el camino tuvieron un accidente y se murieron todos en la ruta. ¡No puedo vivir así, padre! ¿Cómo puedo vivir así? ¡Ayudame a sacarme esta culpa!
Bueno... Al final, digamos que no fue una confesión sacramental –por decirlo así–, pero fue una verdadera confesión de vida. Ese hombre necesitaba sacar lo que tenía en su corazón, lo que no podía cargar. Necesitaba remover la tierra, sentirse amado y perdonado por Dios, que es Padre. Le dije: «Dios sabe lo que hiciste y reconoce tu amor y tu arrepentimiento, y te perdona. Dios te ama. Dios apuesta hoy por vos». Bueno, finalmente, el hombre me abrazó. Me dijo su nombre y yo le dije el mío y partimos cada uno para su rumbo.
¡Qué removida de corazón fue eso para mí! ¡Qué removida y qué abono para mi vida de sacerdote! Como para decirme: ¡Vale la pena ser sacerdote, vale la pena andar vestido de sacerdote y que los demás vean un signo de Dios, aunque haga calor, aunque haga frío, aunque algunos se burlen! Y seguramente para él fue una removida de corazón y un abono para su vida, para dar fruto. Yo simplemente lo escuché.
Dios nos remueve la tierra del corazón y nos abona de mil maneras. Hay que estar atentos, hay que estar atentos y abiertos a las sorpresas de Dios, que es Padre. Porque él espera de nosotros para que demos frutos. Que algunas palabras de Algo del Evangelio de hoy nos ayuden a vivir un sábado en paz, dispuestos a dar fruto y dispuesto también a dejarnos «remover» la tierra de nuestro corazón.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

25 Oct, 22:59


Sábado 26 de octubre + XXIX Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El respondió:
«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.»
Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?" Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás."»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

24 Oct, 23:30


Comentario a Lucas 12, 54-59:

Ser primero es otra cosa, ser grande es otra cosa. No nos engañemos, esa idea que traemos en nuestro ADN y que, además, cierta educación y cultura se encargan de exacerbar, no es la idea de Dios, no es la de un Jesús humilde, que fue grande y primero en todo, pero de otra manera. Se es primero sirviendo, se es grande cuando se sirve a todos. Nuestras frustraciones y tristezas nos invaden cuando buscamos grandezas y puestos mundanos, y no las de Jesús, eso es algo que tenemos que aprender día a día. El hombre se afana por alcanzar cosas y lugares que no siempre traen la felicidad, no conducen necesariamente a la alegría, porque no siempre van de la mano del verdadero servicio. Podemos ser los primeros en todo, grandes para todo el mundo, pero si no utilizamos ese lugar para servir, de nada sirve. Por eso Jesús no va en contra de esos deseos, sino que en realidad nos ayuda a conducirlos para el bien, para el bien de todos. Se tienen que dar esas condiciones para que esas búsquedas sean camino de felicidad, para el bien y el bien de todos. ¿Qué andamos buscando hoy? ¿Para qué queremos ser primero en eso que tanto nos desvela? ¿Qué buscamos, en el fondo, cuando buscamos algo grande a los ojos de los demás? ¿Para qué usamos ese don que nos hace distinto a los otros y que nos hace a veces llevarnos ciertos aplausos? Estas y otras preguntas son las que nos tenemos que hacer para purificar o, por lo menos, descubrir nuestras intenciones, que pueden tener mucho de ángel y, al mismo tiempo, bastante de bestia. Jesús nos tiene paciencia y nos conduce a la entrega verdadera, confiemos en eso.
Algo del Evangelio de hoy tiene claramente dos partes; y quiero que nos concentremos en la primera para que podamos meditar sobre este «reproche» de Jesús hacia la multitud y también hacia nosotros.
En general, sabemos a veces distinguir ciertas cosas que pasan en la vida; tenemos la capacidad de encontrar la causa de muchas cosas, de hecho, el hombre progresó muchísimo en saber por qué pasan las cosas que pasan, en la naturaleza especialmente. Sabemos predecir el tiempo –como dice Jesús–, vemos el tiempo, vemos una nube y sabemos lo que puede traer; y así en muchos otros ejemplos vemos cómo el hombre avanzó muchísimo en el conocimiento. Sin embargo, somos muy certeros para las cosas del mundo, para lo material, para saber la causa de las cosas y así sacar conclusiones; pero hoy, de alguna manera, Jesús creo que nos dice a todos: «¿No les falta también saber interpretar mi presencia en el mundo?, porque cuando dice «el tiempo presente», se está refiriendo a él. Por eso, podemos imaginar que nos dice: «Hipócritas, a veces no saben distinguir que Yo estoy entre ustedes». Escuchamos que veían a Jesús y no se daban cuenta quién era...
A nosotros también nos pasa lo mismo. ¿Cuánto esfuerzo ponemos a veces en las cosas de todos los días, en nuestro trabajo, en encontrar la causa de nuestros problemas, en buscar soluciones en la medicina, en las ciencias, en tantas cosas que ponemos mucho el corazón y nuestra energía para poder crecer? Sin embargo, en lo espiritual, ¿cuánto nos falta? ¿Qué capacidad es la que tenemos de discernir? A eso se refiere Jesús, no sabemos discernir su presencia en el mundo. Y por eso vivimos a veces sin esperanza, con poca paz, sin alegría, frustrados, enojados con la realidad que nos toca, con nosotros mismos, con los demás; porque no terminamos de reconocer que él está entre nosotros.
Por eso hoy te propongo –y me propongo– que aprendamos a discernir. ¿Qué significa discernir? Distinguir una cosa de la otra, señalando la diferencia que hay entre ellas para poder elegir la mejor. Eso es aprender a discernir. Y comúnmente se utiliza esta palabra para aprender a reconocer las diferentes emociones que brotan de nuestro corazón. Y por supuesto, se trata de aprender a discernir la presencia de Dios en los demás. Pienso en dos cosas: aprender a discernir en nosotros mismos y aprender a discernir en los demás.

Algo del Evangelio

24 Oct, 23:30


Discernir en nosotros mismos, ¿qué cosa? La acción de Dios en nuestras vidas; no podemos a veces ser tan ciegos como para no reconocer todo lo que Dios hace en nosotros, la presencia de su amor, la cantidad de dones que nos regaló y nos mostró a lo largo de toda nuestra existencia, incluso ahora, en este día, en el que te acabas de levantar y te bendijo con un día más de vida, que nos brinda la posibilidad de volver a ver a los que más queremos, a tus hijos, a tus hermanos, la bendición de tener un trabajo, y así tantas cosas que muestran que Dios, de algún modo, se hace presente y actúa. No seamos necios. Aprendamos a ver que Dios nos hizo crecer y nos seguirá haciendo crecer día a día, en la fe, en la posibilidad de escuchar su Palabra, y así en tantísimas cosas más.
También necesitamos aprender a discernir en los demás. Aprendamos a ver que en los demás también Dios está obrando. Siempre hay un núcleo profundo de bondad en cada persona y siempre podemos darnos cuenta de cómo fueron creciendo a lo largo de sus vidas, tus hijos, tus hermanos, tus padres, nuestras comunidades; cómo avanzaron en la vida gracias a la presencia de nuestro Salvador y el amor que Dios nos tiene también a cada uno de nosotros. No seamos tan negativos, no miremos todo el día lo malo en los demás, en lo que nos rodea...
Bueno, hoy te propongo que sea un día para aprender a discernir, aprender a distinguir: «esto es así porque pasó esto...», «acá hay cosas buenas, por eso hay frutos buenos...»; aprender a ver eso, quedarnos con lo bueno y desechar también lo malo. Como dice san Pablo: «Examínenlo todo y quédense con lo bueno».

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

24 Oct, 23:30


Viernes 25 de octubre + XXIX Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 54-59

Jesús dijo a la multitud:
«Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede.
¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?
¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

24 Oct, 00:07


Comentario a Lucas 12, 49-53:

Jesús siempre aprovechó las debilidades de sus amigos para enseñarles, para «reunirlos» aparte y marcarles el camino con mucho amor, con demasiada paciencia, como lo hace con nosotros una y otra vez. Así es la pedagogía divina, la de nuestro Maestro, no rechaza de «plano» lo que sentimos y pensamos, aunque no sea lo correcto, sino que a partir de ahí nos ayuda a descubrir nuestra debilidad para poder cambiarla lentamente a lo largo del tiempo, sabiendo que a la larga va a triunfar su amor. Los discípulos lo vivieron así, sus propias vidas fueron un testimonio de que Jesús logra transformar los corazones de los que elige, sin importarle mucho sus debilidades, como lo hace con vos y conmigo, día a día. Nuestras debilidades, esa «bestia» que llevamos dentro del corazón y que nos «juega» malas pasadas tantas veces, no son para Él obstáculo, todo lo contrario, son el sustrato de humildad que debemos aceptar, que tenemos que tener para construir, confiando en Él. Volvamos a decirle a Jesús que queremos un puesto, pero el puesto del amor, el ser primeros y grandes para servir.
Hoy suena «durísimo» que Jesús diga: «No he venido a traer la paz a la tierra». ¿Cómo es posible que Él haya dicho eso?, si en muchos pasajes del Evangelio dice: «La paz esté con ustedes»; como cuando se les aparece a sus discípulos después de haber resucitado. En otro momento también dijo: «El que no está contra mí, está conmigo». Y en resumen, sabemos que Jesús vino a traer un mensaje de paz, entonces ¿cómo entender lo que nos dice en la Palabra de hoy? Para entender esto pensemos en tres cosas de algo del Evangelio.
Primero, Jesús habla de «fuego»; en segundo lugar, habla de un «bautismo» y, por último, habla de la «división». Fuego, bautismo y división. Jesús viene a traer fuego, viene a traer el «fuego» de su presencia, el fuego del amor que ilumina, que quema y da calor; todo eso hace el fuego. Todo eso hizo Jesús con su presencia en la tierra y lo sigue haciendo.
Él es fuego que ilumina, que da un sentido nuevo a la vida, que nos permite ver las cosas de una manera diferente, que nos abre el entendimiento y nos revela otro panorama de nuestras vidas, haciéndonos ver cosas que no hubiésemos conocido de no ser por la fe. Es «fuego de amor» que quema, porque da ganas de vivir, de entregarse a los demás, da ganas de encarar las cosas de otra manera.
Y también su amor da calor, porque el que está cerca de alguien que ama a Jesús también se siente bien. Cuando sentimos frío, es el calor quien nos da cobijo y nos ayuda a mantenernos en pie. Por eso cuando Jesús está en nuestras vidas, nos ayuda a iluminar, a quemar y dar calor a otros.
En cuanto al bautismo del que habla Jesús, cuando dice «tengo que recibir un bautismo», ¿a qué se refiere? En definitiva a su muerte y su resurrección, a su entrega. Cuando nosotros recibimos el bautismo y participamos de esa vida de Jesús, también tenemos continuamente que aprender a morir y resucitar. Eso es el amor; el amor es tantas veces morir a un interés propio para renacer, para resucitar. El amor, como el fuego, quema y transforma las cosas. Por eso esto implica el bautismo. Vivir el bautismo, nuestra vida de bautizados es aprender a morir y resucitar continuamente en todo lo que hacemos, en cada acción. Eso es algo que nos podemos proponer hoy: «Quiero morir y resucitar, quiero vivir mi vocación de bautizado, quiero ser un verdadero cristiano que traiga fuego a la tierra como Jesús lo trajo a los discípulos y a partir de ahí se extendió por toda la tierra».
Y el último tema es el de la «división», que es con lo que empezamos, y profundizar esto nos va a ayudar a terminar de comprender... Jesús no se refiere a que quiere la división, que quiere la «guerra» –problemas– en la tierra; lo que está diciendo es que su presencia en el mundo trajo división. Porque el amor, en definitiva, «divide»; el amor nos guste o no –aunque es algo lindo para nosotros– nos divide, nos divide interiormente.

Algo del Evangelio

24 Oct, 00:07


Por eso santa Teresa –una gran santa– decía: «A veces siento que soy dos, que hay dos en mí». ¿No te pasa que a veces sentís que tenés sentimientos y pensamientos encontrados? Unos que quieren entregarse, que quieren amar, que quieren vivir la vida plenamente; y otros que nos frenan, que nos hacen quedarnos, que nos hacen ser egoístas, que nos detienen para amar a los demás. Y eso pasa a nuestro alrededor: Jesús de algún modo trajo la división con su presencia porque –fijémonos en nuestras familias, en nuestro contexto– no todos creen, no todos se comprometen con el amor, no todos quieren vivir la vida cristiana, incluso otros –muchísimos– la rechazan. A eso se refiere hoy.
Por eso, tranquilo, tranquila, tenemos que estar tranquilos, tenemos que alegrarnos de que Jesús es nuestro fuego; Él nos invita a vivir el bautismo entregándonos en cada cosa que hacemos; y –aunque no lo quiera directamente y no nos guste– provoca la división con su presencia. Nos guste o no, divide. Por eso puede pasar que nuestros seres queridos no estén de acuerdo, tu mujer, tu marido y por ahí tus hijos, tus parientes o tus amigos, que a veces pueden estar en otra cosa.
Aprendamos a vivir la alegría de saber que Jesús nos eligió y que quiere que seamos fuego. Seamos fuego que ilumine, que queme y transforme la realidad que nos toque vivir, dando el calor de nuestro amor a los demás.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

24 Oct, 00:05


Jueves 24 de octubre + XXIX Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 49-53

Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

22 Oct, 23:48


Hagámonos estas preguntas para que nos ayuden a no ver ese momento del cual habla el Señor hoy en el Evangelio como un momento dramático, sino al contrario, como el momento culmen de nuestra vida, en el cual nos encontraremos con Aquel que nos dio la posibilidad de vivir esta linda vida, con Aquel que nos dio toda clase de dones y con Aquel que quiere que algún día podamos abrazarlo con todo lo que dimos en esta vida, con todo lo que pudimos amar y con todo lo que nos reservamos por temor y por no haber descubierto los grandes dones que teníamos.
Que las palabras de hoy nos ayuden a no andar con temor, sino a andar con la frente en alto, esperando la venida de Jesús a cada paso, en cada esquina, en cada persona, en cada detalle.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

22 Oct, 23:48


Comentario a Lucas 12, 39-48:

Si tuviéramos tiempo, si nos hiciéramos el tiempo para detenernos, rezar y pensar cuantos SÍ le dimos a Jesús envueltos de nuestra propia debilidad, como lo hicieron los mismos discípulos, nos sorprenderíamos de la maravilla que hace su amor en nosotros. Esa debería ser la gran noticia del Evangelio que venimos desmenuzando desde el domingo, de la presencia de Jesús en nuestras vidas, que a pesar de nuestra debilidad nos sigue ayudando; que él nos toma, nos elige como somos, como estamos, para llevarnos a un lugar mejor, para que cambiemos, es verdad, pero para ayudarnos, no para juzgarnos.
Los discípulos, excepto Juan, según la Palabra de Dios y la tradición, terminaron dando la vida, terminaron muriendo literalmente por Jesús, terminaron perseguidos a causa del evangelio, terminaron recibiendo el bautismo y bebiendo el cáliz que Jesús bebió. De la misma manera empezó nuestro camino de seguimiento consciente y maduro del Señor. Algún día nos animamos a decirle que sí, nos animamos a decirle «podemos». Y a partir de ahí, empezó la aventura de lo cierto, pero también de lo incierto; la certeza de que vamos por el buen camino, de que vamos hacia buen puerto, pero con la incertidumbre de no saber lo que pasará mañana, de no saber qué es lo que nos pedirá, de no saber a qué nuevo servicio nos llamará algún día. ¡Qué lindo que es seguir así a Jesús!, con la certeza y la incertidumbre de estar siempre con él, a pesar de todo, a pesar de nuestras fragilidades, aun con nuestras pequeñas ambiciones, a pesar de lo que somos, con lo que somos, sin descartarlo, sino amándolo y sanándolo día a día con los sacramentos, con la oración, con su amor.
Con Algo del Evangelio de hoy simplemente te propongo algo sencillo, algunas preguntas para poder meditar, para hacer nuestro propio camino también.
La primera tiene que ver con el enfoque con el cual pensamos en esta venida del Señor de la que tanto habla la Palabra de Dios, podemos relacionarla con el día en que nos toque partir de este mundo –cuando nos llegue la muerte–, o bien con lo que llamamos «el fin del mundo», pero que en realidad esa será la llamada segunda venida del Señor.
¿Cómo la pensamos? ¿Como algo que nos da miedo, como un momento de temor, como un momento de incertidumbre; o la pensamos como un momento de alegría, como ese encuentro definitivo con Aquel que amamos? ¿Cómo la pensamos? Es importante pensarlo porque también ahí se juega en definitiva cómo vivimos hoy, cómo veremos ese momento, cómo lo viviremos. Hay que mirar esto de frente, no esquivarlo, porque en esa forma de mirar se juegan muchas cosas de nuestro día a día.
Por otro lado, si el Señor nos llamara hoy, ¿tendríamos temor o tendríamos esperanza? ¿Qué sentimiento o pensamiento se nos viene al corazón? Y si tenemos temor, ¿por qué tenemos temor? ¿A qué le tememos? ¿Le tememos a Jesús o tememos porque no estamos haciendo las cosas bien y no confiamos tanto en la Vida eterna? Nosotros tenemos que pensar que, si se nos dio mucho, no tiene que tomarse esto como una responsabilidad que nos ahogue y no nos deje avanzar; sino al contrario, debe ser más bien una alegría el saber que porque se nos dio mucho, el Señor nos pedirá mucho, pero como algo que es lógico, no es ilógico, no es algo tirado de los pelos –como se dice–, sino como una consecuencia de lo que él pretende de nosotros. Amor con amor se paga. Porque él nos dio todo y quiere exigirnos mucho para que ayudemos a otros también a encontrarse definitivamente con él.

Algo del Evangelio

22 Oct, 23:48


Miércoles 23 de octubre + XXIX Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 39-48

Jesús dijo a sus discípulos: "Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?".
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo.
Pero aquel que, sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

Palabra del Señor

Algo del Evangelio

21 Oct, 23:45


Sabiendo esto, sabiendo que la meta, o sea Jesús, vendrá algún día hacia nosotros, y que por eso también viene todos los días cuando nos damos cuenta de su presencia, cuando nos dejamos sorprender por su amor, nuestro modo de vivir se transforma en un estar preparados, encendidos, en esperar sin miedo esa venida, es desearla. Así lo decía san Pablo: «Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo». Choca un poco a nuestra mentalidad ese «desear irse» para estar con Cristo, o sea, en el fondo querer morir. Hoy en día, más que nunca, la muerte parece ser un tabú, no queremos enfrentarla, no queremos hablar de ella, no queremos ni mirarla de cerca. Por supuesto que debemos amar la vida y no tenemos que buscar jamás la muerte, sin embargo, el que ama a Jesús y lo espera, no debería tenerle miedo a ese encuentro, a ese momento que nosotros llamamos muerte, o, mejor dicho, el miedo natural a ese momento no debería ser más grande que el deseo de estar con él.
Pero no pensemos en cosas tan drásticas, como en la muerte, aunque a veces mal no nos hace, sino también pensemos en el día a día. Qué distinto es empezar el día diciéndonos: ¿En dónde voy a dejar encontrarme por Jesús hoy? ¿Qué tengo que hacer para dejar que él venga a mi vida y dejar que me sirva? Qué distinto es terminar el día preguntándonos: ¿En dónde y en qué situación me dejé encontrar por Jesús y en dónde y cuándo me distraje haciéndome yo el escurridizo? ¿Cómo hacemos para mantener la lámpara del corazón encendida y preparada? Me imagino que sabés la respuesta. Amando y dejándonos amar. Buscando el bien de los otros antes que el nuestro y dejando que los otros también nos hagan el bien. Ese es el camino, ser servidores de Jesús en donde nos toque estar, ser grandes, pero amando, ser los primeros en dar la vida por los demás, especialmente por los más pequeños.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

21 Oct, 23:45


Comentario a Lucas 12, 35-38:

No aceptar que somos muy débiles a la larga puede hacernos cometer errores todavía mucho más grandes de que si en realidad nos consideramos –aunque suene duro decirlo– un poco «bestias», capaces de hacer cualquier cosa. Jesús desea de cada uno de nosotros nuestro servicio, nuestro amor, nuestra entrega, no una pureza angelical. Por eso, es bueno reconocer que no somos ángeles, sino seres humanos, con algo de cada cosa: bondad y maldad, santidad y pecado, generosidad y egoísmo, soberbia y humildad, y así podríamos seguir. Los servidores de Jesús que no se dan cuenta de esta realidad, pueden transformarse en bestias, incluso bajo apariencia de espiritualidad. ¿Cuántos dolores y sin sabores en nuestra amada Iglesia, por no reconocer que todos somos débiles, que incluso un elegido de Jesús puede caer en lo peor? La historia de la salvación está llena de ejemplos de servidores que, por descuidos, por olvidos, por sus debilidades, terminaron hundiéndose en el barro… un ejemplo claro es el gran rey David, pero que finalmente supo reconocer su pecado y pidió perdón.
Quedaba claro desde la escena del Evangelio del domingo que Jesús no se enoja con la debilidad de sus discípulos, de los Doce, sino que aprovecha esa «avivada» de Juan y Santiago y la indignación de los otros diez para enseñarles que ese no era el camino. Lo interesante de la actitud de los dos discípulos es que incluso su debilidad los llevó a decir «podemos», sin saber a lo que se estaban comprometiendo. ¡Qué lindo! Qué alivio es saber que Jesús se «aprovecha» de nuestras debilidades para arrancarnos un sí, que a la larga nos purificará por el amor que recibimos de él. Si tuviéramos que esperar a ser puros, ángeles, para seguir a Jesús, para servirlo, ninguno de nosotros podría hacerlo. Son muchas las personas que no se animan a servir a Jesús de cerca, porque no se consideran «dignos», porque no se creen capacitados, porque se sienten pecadores, pero se olvidan que es él el que nos dignifica con su perdón y que en realidad nadie es digno; se olvidan de que nadie está verdaderamente capacitado, sino que su amor nos capacita, y, finalmente, no se dan cuenta que todos somos pecadores y él es el que nos santifica.
Algo del Evangelio de hoy usa una imagen muy linda para ayudarnos a comprender cuál es el verdadero sentido de nuestra vida y cómo debemos vivirla. Porque eso es lo más importante, las dos cosas al mismo tiempo: saber hacia dónde vamos, pero también saber cómo vamos. Mucha gente sabe hacia dónde debe ir, hacia dónde va, sabe cuál es la meta, pero no sabe cómo ir, y eso en definitiva es tan importante como el saber hacia dónde. No saber cómo llegar a dónde tenemos que llegar nos desgasta mucho, nos hace perder muchas energías y también nos puede hacer perder tiempo y el rumbo. Cualquier persona, crea o no crea, sabe más o menos que quiere ser feliz, tiene esa meta en la vida, pero muy pocos saben elegir el verdadero camino para alcanzar la felicidad. Bueno, a los cristianos también nos puede pasar lo mismo. Podemos tener bien claro el hacia dónde, o sea que vamos hacia el cielo, pero no el cómo.
¿Cuál es la meta de nuestra vida?, podríamos preguntarnos hoy. En definitiva es esperar el regreso del Señor. ¿Cómo tenemos que vivir esa espera? Preparados, con la lámpara del corazón encendida, con el corazón encendido. Cuando nos mundanizamos, cuando nos acomodamos al modo de vivir de este mundo, nos olvidamos de la verdadera meta de nuestra vida. ¿Sabías que no somos nosotros los que alcanzamos a Jesús, sino que es él el que nos alcanza y que será él el que nos venga a buscar? ¡Qué distinto que es pensar así!, ¡qué alegría es saber que en realidad la meta se nos va acercando a nosotros, que la meta de nuestra vida no se hace «escurridiza», sino que, al contrario, se hace «encontradiza»!

Algo del Evangelio

21 Oct, 23:45


Martes 22 de octubre + XXIX Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 35-38

Jesús dijo a sus discípulos:
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!

Palabra del Señor

Algo del Evangelio

20 Oct, 23:56


Comentario a Lucas 12, 13-21:

Buen día, pidamos en este día, en este lunes, empezar la semana con más deseos de escuchar la palabra de Dios, con más ganas de disfrutar de las maravillas que salen de la boca de nuestro Padre, por medio de Jesús su Hijo e iluminados por el Espíritu Santo, que siempre nos guía, que siempre nos ilumina, que siempre nos vuelva a despertar. Decía el evangelio de ayer, que Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». Si prestamos atención a un detalle, aunque tiene muchísimos que iremos desojando en estos días, estos discípulos piden, pero pretendiendo demasiado, piden de un modo distinto, como queriendo arrancarle un sí a Jesús antes de que supiera lo que querían. ¿Alguna vez pediste así, de esa manera? Imagino que sí. Todos alguna vez pretendimos demasiado de nuestros padres, de algún superior, de algún ser querido, y fuimos capaces de intentar robar un sí antes de que el otro conociera nuestros deseos, pensando solo en nosotros, no atendiendo a las necesidades de los demás. Sin embargo, Jesús, que conocía los anhelos más profundos de sus amigos, y conoce también los nuestros, sabe, aunque nosotros no nos demos cuenta, que a veces en nuestro corazón se mezclan dobles intenciones, deseos escondidos que nosotros no conocemos, búsquedas egoístas, ambiciones desmedidas, vanidades ocultas. Hay que reconocerlo, somos débiles, somos capaces de pretender demasiado, como Juan y Santiago, o bien de indignarnos con los que nos quitan el “puesto”, por eso es bueno recordar lo que decía Pascal: “No somos ni ángeles ni bestias, pero cuando pretendemos ser ángeles, nos trasformamos en bestias” Quiere decir que no somos una cosa o la otra, sino que somos las dos, así eran los discípulos, de carne y hueso. Nosotros también, somos débiles creaturas, deseosos de ser mejores, de ser más santos, más puros, más buenos, pero arrastrando en nuestro interior deseos que, incluso a veces no podemos manejar y nos superan, haciendo que las pretensiones de ser los más grandes y primeros nos alejen de los demás. Seguiremos con esto, en estos días.
Algo del evangelio de hoy nos ayuda a seguir profundizando en nuestras debilidades que nos aíslan, que nos impiden amar con libertad.
Por un lado, percibimos en este episodio, que a Jesús hay que hablarle para cosas importantes, no hay que meterlo en lo que en realidad tenemos que resolver nosotros: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Jesús no está para eso, no está para las mezquindades de este mundo, para nuestras peleas egoístas por bienes materiales. No está para solucionarnos los problemas de dinero con los demás. No está para satisfacer nuestras “avaricias y ambiciones” que nos hacen olvidarnos de lo más importante, de lo esencial, sin darnos cuenta que en cualquier momento podemos partir de este mundo. A veces somos así, acudimos a Dios para que nos solucione problemas que, en definitiva, Él nos ayuda a resolver no por un “toque de magia”, sino porque con su amor y enseñanzas nos da el criterio para saber decidir lo mejor.
Al contrario, Jesús vino a librarnos de toda avaricia, que finalmente lo único que logra es que nos quedemos hablando con “nosotros mismos”. El hombre de la parábola de hoy termina “panza para arriba” pensando que su vida estaba en sus manos, que tenía todo controlado, que había logrado todo lo necesario y que a partir de ese momento podía empezar a “comer, beber y darse buena vida”, o sea a disfrutar, pero olvidándose de los demás, un disfrute mentiroso. ¿Con quién habló este hombre? Con el mismo. ¿En quién pensó? En el mismo. ¿Y Dios? ¿Y los demás? Brillan por su ausencia en la vida del avaro que solo acude a Dios cuando lo necesita.
La falta de discernimiento nos va atrofiando el corazón y por más que seamos muy buenos, por más que hagamos cosas muy buenas, sin diálogo con nuestro Padre nuestros diálogos se van transformando en monólogos, o en diálogos entre yo y Yo. Muy aburrido.

Algo del Evangelio

20 Oct, 23:56


¿Viste esas personas que hablan y se contestan ellas mismas o que hablan con vos, pero nunca te dejan que les contestes? Son las personas que les encanta hablar y les encanta escucharse a ellas mismas, como el hombre de la parábola de hoy. ¡Qué triste terminar así! Qué insensatos que somos, qué tontos que somos a veces, que infantiles. No sabemos si hoy será el último día y no terminamos de entenderlo. Y así podemos pasar días y años sin darle a Jesús lo que es de Él, nuestro corazón.
Tener claro esto, es lo que nos ayuda a que salgamos de nuestro “yo” egoísta y avaro para dejar de acumular sin sentido abriéndonos a los demás. La escucha de la palabra de cada día nos abre siempre los oídos del alma para no dejar nunca de hablar con nuestro Padre y escuchándolo, aprender a decidir lo mejor para nuestras vidas, pensando que incluso nuestros bienes, no son exclusivamente nuestros.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

20 Oct, 23:56


Lunes 21 de octubre + XXIX Lunes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo:
Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.»
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.»
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha." Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

19 Oct, 23:45


Comentario a Marcos 10, 35-45:

Hoy, domingo, el día del Señor, como siempre es lindo pensar que tenemos que aprovechar para estar más con él, también con nuestra familia, para dedicar más tiempo a las cosas que nos alimentan el alma y nos hacen tan bien, y así, dejar de lado tantas cosas que a veces no nos dejan escuchar a nuestro Dios que es Padre y escuchar también a los demás.
Por eso, con Algo del Evangelio de hoy podemos intentar escuchar a Jesús más atentamente y fijarnos también en la actitud de los discípulos que nos enseña tanto.
Otra vez los discípulos no entienden mucho, están como «desubicados», como estamos viendo de hace ya varios domingos; están ubicados en otro lugar, no se dan cuenta en el fondo con quién están y lo que quiere Jesús de ellos. En realidad, como dije, no entienden mucho; no entienden casi nada. Jesús les venía hablando de su Pasión, les venía hablando hacía tiempo de entrega, de amor; y algunos –Juan y Santiago– están murmurando por atrás, buscando el modo de robarle un «puesto» a Jesús, olvidándose de sus hermanos. Una actitud bastante egoísta, parecida a tantas realidades de nuestro mundo.
Por eso Jesús les dice: «No saben lo que piden», no tenían ni idea lo que estaban pidiendo. Pero bueno, por sus deseos de grandeza, mezclado con una pisca de ambición, son capaces de decir que sí a cualquier cosa, incluso a un sufrimiento futuro que no saben que les vendrá, como tantas veces también nos pasa a nosotros. Los deseos de grandezas humanas se mezclan con nuestro amor, y podemos también cometer muchos errores.
Por eso Jesús con mucha inteligencia no se los reprocha; pero evita decirles que sí antes de saber qué quieren en el fondo. Él siempre tuvo esa gran capacidad de sacar lo mejor a veces de cosas no tan puras ni bien intencionadas. Les arranca un sí a ellos, antes de que ellos sepan a lo que se comprometen. «Sí podemos», dijeron ellos, pensando que lo sabían, pero no sabían lo que significaba ese «Bautismo» que Jesús iba a recibir, ni el «cáliz» que iba a beber; no sabían que su Maestro se refería a su Pasión, no sabían que se estaban comprometiendo a sufrir por amor a él.
Juan y Santiago dicen: «¡Podemos!», con mucho entusiasmo; pero pensando en un «puesto», en ese puesto que deseaban y Jesús en realidad –y eso es lo más lindo– les tiene preparado el mejor puesto y el primer puesto, que será finalmente el dar la vida, ser los primeros en dar la vida. Lo divertido, por decirlo así, es que los otros diez también muestran su debilidad y se indignan. No soportan que dos se queden con todo y que sean los primeros. Son tan ambiciosos en realidad como ellos; pero son incapaces de comprender el corazón de Jesús que les hablaba de otra cosa más profunda. Y acá está lo que propongo contemplar hoy: el corazón de Jesús; porque termina diciendo: «Háganse servidores para finalmente tener autoridad».
¿Cuándo caeremos en la cuenta en la Iglesia, en nuestras comunidades, en nuestras familias también, de esta enseñanza del Evangelio? ¿Será posible que tantas veces lo pasemos por alto? ¿Será posible que no entendamos que la verdadera autoridad es la que se funda en el amor y en el servicio; que la verdadera autoridad no significa ser primeros en todo, sino ser primeros en amar? Jesús no está en contra de que seamos primeros, en que deseemos cosas grandes y nos destaquemos en lo que hacemos, sino que lo que no quiere es que usemos eso para creernos superiores y finalmente someter a los demás.
Si somos buenos en algo, tenemos que usarlo para servir. Si nos tenemos que destacar en algo, no nos destaquemos para que nos digan que somos los primeros; destaquémonos para servir a los demás, para amar, en silencio. Esto no hay que llevarlo al extremo para descubrirlo, se manifiesta en cada cosa que hacemos día a día, empezando por la familia.
Hoy intentemos servir y no sentarnos primeros a la mesa para que nos sirvan los demás; levantémonos primeros de la mesa, pero no para ir a ver la televisión, una serie, sino para servir a los demás.

Algo del Evangelio

19 Oct, 23:45


La comida familiar puede ser una gran imagen de lo que pasa finalmente entre nosotros, lo que le pasa a cada uno por el corazón: ¿Quién se sienta primero? ¿Quién se levanta primero? ¿Quién se sirve primero? ¿Quién empieza a comer primero? ¿Quién es el que está ahí esperando que le alcancen todo y quién es el que realmente quiere servir?, ¿quién no se quiere sentar en el medio para no pasar las cosas a los demás?
Bueno, Dios quiera que en este día, en el que estaremos seguramente en familia y con el Señor, nos demos cuenta de lo que hoy quiere Jesús para nosotros, a lo que nos invita: a no desubicarnos. Si Jesús nos vino a servir, entonces ¿cómo nosotros pretendemos ser servidos y ser primeros en comodidad, buscando que nos sirvan los demás? Bueno, nuestro corazón finalmente es débil, pero al mismo tiempo él nos llena con su gracia y de su amor para que podamos vivir esta enseñanza.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

19 Oct, 23:44


Domingo 20 de octubre + XXIX Domingo durante el año(B) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 35-45

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir».
Él les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?»
Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».
Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?»
«Podemos», le respondieron.
Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo que Yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados».
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

18 Oct, 23:44


Gracias por el lugar donde nacimos y nos criamos, por la escuela o el colegio donde nos tocó estar y aprender, por los compañeros y amigos, por nuestros maestros y profesores, por cada una de las personas que nos marcaron y ayudaron con su esfuerzo (silencioso y cotidiano) y nos ayudaron a ser lo que hoy somos.
Gracias por los dolores que también nos ayudaron a ser fuertes en el amor, por las enfermedades que nos enseñaron la paciencia. Gracias por las tristezas que nos golpearon para darnos cuenta de que amar es necesario, y que para amar es necesario entregarse.
Gracias, Señor, por el don de la fe, que nos permite ver todo distinto en un mundo que se empecina por no creer y vivir al margen de Dios Padre. Gracias por los sacramentos que recibimos y que nos enriquecieron. Gracias por ese alimento de la Palabra que nos guía, fortalece y consuela siempre. Siempre gracias. Señor, gracias por las personas, sacerdotes, amigos y familiares que nos ayudaron a confiar en tu amor; que siempre nos precede, que siempre se nos anticipa a pesar de nuestras caídas. Gracias porque cada día te las «ingeniás» para buscarnos, amarnos y perdonarnos, para alimentarnos a pesar de nuestras debilidades y olvidos. Gracias por darnos la oportunidad, en este momento, de decirte gracias.
Gracias es la única palabra que deseamos juntos que se nos quede en el corazón en el momento que nos llames a tu encuentro. Gracias es la única palabra que vale la pena decir en el silencio de la oración. Gracias es la palabra con la que queremos terminar esta semana.
Señor, por todo ¡gracias! Y ayudanos a que, cuando nos toque hablar frente a los demás de tu amor, no tengamos miedo; que no tengamos miedo de decirle al mundo que gracias a tu amor estamos vivos y tenemos el corazón alerta para amar siempre.

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P. Rodrigo Aguilar

Algo del Evangelio

18 Oct, 23:44


Comentario a Lucas 12, 8-12:

Al terminar una semana siempre es bueno ver un poco el camino transitado. Lo hacemos en muchos aspectos de la vida, al terminar un año; a veces hacemos una evaluación al terminar un curso, al terminar una materia de la universidad. Se nos evalúa de alguna manera. Es verdad que nosotros no tenemos que caer en esa mirada, de alguna manera, llena de competencia que nos rodea en este mundo y estar evaluándonos como si fuera que Dios nos va a poner una calificación; pero de alguna manera tener una mirada crítica, en el buen sentido de la palabra, de nosotros mismos nos hace bien, porque nos ayuda a animarnos a progresar, a querer cambiar, a no quedarnos quietos.
Acordate que siempre se dice que, en la vida espiritual, si no se rema, se vuelve para atrás. Es como ir en contra de la corriente, de un río, del mar. Si no remamos, nos vamos para atrás. Por eso, siempre en la semana, al terminarla, es bueno decir: «¿Cómo estuve escuchando estos días?». No tanto una evaluación moral, si estuve muy bien o muy mal, sino cómo estuve escuchando: ¿estuve poniendo mi corazón?, ¿dónde estuvo mi corazón? «Donde esté tu tesoro, estará tu corazón», dice la Palabra. Por eso, poder mirar así nos ayuda a ver dónde está nuestro corazón y rectificar si hay que rectificar, afirmar si hay que afirmar, alegrarse si hay que alegrarse, dar gracias o pedir perdón si tenemos que hacerlo. Por eso siempre los sábados aprovechemos para mirar para atrás y decir: «Bueno, ¿cómo estuve escuchando esta semana? ¿Escuché a mi Señor o me escuché mucho a mí mismo?, ¿o escuché muchas cosas que, finalmente, no me aportaron nada?». Dios quiera que podamos hacer también este camino en este día.
Algo del Evangelio de hoy tiene que ver de algún modo con lo que venimos diciendo en estos días, porque Jesús dice: «Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios». En cierta manera, es esa actitud –que venimos hablando en estos días– que necesitamos todos: la actitud de humildad, la actitud de no caer en la hipocresía, en la doblez de corazón, en la soberbia, en pensar que todo lo que tenemos es gracias a nuestro esfuerzo, que todo lo que tenemos es gracias a nuestro trabajo; sino al contrario, darnos cuenta de que Jesús es el que nos da la gracia. Jesús es el que nos da la fuerza cada día para poder hacer lo que él nos enseña. Él, con su Espíritu, es el que nos inspira a las obras buenas que hicimos. Por eso, siempre es necesario dar gracias.
Por eso, en este sábado, te propongo un remedio contra la soberbia, el orgullo y la arrogancia; esas enfermedades del alma que se nos pueden meter en el corazón, que nos pueden invadir y nos hacen tanto mal, que hacen tanto mal a los demás. El remedio es que de nuestros labios se caiga una y mil veces la palabra GRACIAS; que cada uno pueda ponerle a esta palabra rostros, situaciones, gestos, cosas que nos pasaron.
Gracias, Señor, por darnos la vida. Gracias por darnos el ser y las ganas de levantarnos esta mañana. Gracias, aunque a veces nos cansemos. Gracias por dejarnos existir un día más, hasta hoy. Gracias por darnos tantos años y oportunidades para volver a empezar, para pedir perdón, para dejar que nos perdonen y que nos sigan amando a pesar de nuestras debilidades.
Gracias por la familia que nos diste, por nuestros padres, hermanos y hermanas, hijos e hijas. Son nuestro mejor regalo, aunque a veces no nos comprendamos, aunque nos equivoquemos, aunque ellos no hayan sido siempre los que hicieron todo bien; pero, sin embargo, son un regalo. Son nuestro mejor regalo porque es en nuestra familia donde aprendimos a amar, a veces cayéndonos; pero aprendimos, y a ser amados también.

Algo del Evangelio

18 Oct, 23:44


Sábado 19 de octubre + XXVIII Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 8-12

Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios.
Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir.»

Palabra del Señor.

Algo del Evangelio

17 Oct, 23:50


La oración de todos los cristianos es lo que «mueve» el corazón de Dios para hacer de hombres y mujeres comunes, personas entregados, entregadas a la misión de anunciar «que el Reino de Dios está cerca». Esa es la misión de aquellos que escuchan el llamado, de trabajar por Él todos los días, obviamente sabiendo que hay que descansar, pero para poder trabajar más, anunciando que Jesús está cerca y entre nosotros, aunque a veces no parezca, aunque a veces nos desanimemos y tengamos ganas de bajar los brazos.
Terminemos con algunas otras preguntas: ¿Rezamos por esta intención de vez en cuando? ¿Rezamos en nuestro grupo de oración por aquellos que son llamados? ¿Rezamos en nuestras comunidades por estas intenciones? ¿Rezamos por nuestros sacerdotes, por nuestros consagrados, por aquellos que me guiaron en la fe? Si sos madre o padre, ¿te animás a pedirle a Dios Padre que tu hijo, que tu hija se consagran a Él? Recemos hoy todos, no solo para que haya más personas que se consagran al Reino, sino para que haya cada día más que trabajen en serio por amor a Jesús y a su pueblo.

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P. Rodrigo Aguilar