La mujer duda un poco, todavía está afectada por lo que la otra le dijo. El hombre la mira expectante y al fin responde:
– Mi… mi relación de pareja.
– Cuénteme.
– Pues, es una relación corta, pero muy simpática, y fresca; no está desgastada. Hace sólo seis meses que nos conocimos.
-¿Y por qué la va usted a sacrificar? — pregunta el hombre.
– Por que… porque quiero conservar la familia.
– ¿Cuál familia? ¿es necesario conservarla?
– Pues sí, mi esposo tiene una amante y hace tiempo que está con ella, me miente todo el tiempo… entonces apareció en mi vida este nuevo hombre, y algo surgió entre los dos…
– Acláreme algo ¿cuál es la relación que desea sacrificar? ¿La vieja con su marido o la nueva con este hombre?
– Yo… (duda) la nueva por supuesto… para conservar a la familia.
– ¿Cuál familia? Usted misma acaba de decir que su esposo tiene a otra mujer y usted tiene a otro hombre ¿qué familia es esa?
– Bueno… Yo… En los documentos nosotros seguimos casados, o sea, tenemos una familia.
– ¿Quiere decir que se siente bien así?
– ¡No! ¡nada de eso! ¿cómo me puedo sentir bien con algo así? Lloro todo el tiempo y estoy intranquila.
– Pero aún así no quiere cambiar eso sacrificando la nueva relación ¿cierto?
– Es que… usted no entiende… mi marido está confundido y yo siento lástima por él.
-Siente lástima por él pero no se preocupa ni por usted ni por la nueva pareja… bueno, pues si a usted no le importa… sacrifíquense entonces… – le entrega unos papeles – Llene estos formularios por favor.
Ella ve los papeles confundida y mira al hombre diciendo:
– ¡Afuera me han dicho que aquí muestran un video acerca del futuro! ¿Por qué no me lo muestra?
– No tengo videos del futuro de su caso, pero si gusta le puedo mostrar uno del presente.
El hombre pone “play” en una pantalla. Al mujer no puede creer lo que ve.
– ¡Ou, ou ou! ¡Soy yo! ¡Dios mío! ¿así me veo? ¡Es mentira! Yo me cuido.
– Es en realidad su alma. Ésa es su verdadera apariencia.
– ¿Qué? ¿así? Los hombros abajo, los labios tristes, los ojos sin brillo, el cabello opaco…
– Así se ve la gente cuya alma llora…
– ¿Y ese niño tan débil ahí? ¡Mire como se recuesta en mí!
– ¿No lo reconoce? Es su esposo, la proyección de su alma.
– ¿Mi esposo? ¡Pero qué tontería! ¡él es un hombre adulto!
– Pero en su alma es un niño. Y se recuesta como si fuese usted su madre.
– Sí, así es cada día, se recuesta y debo ser yo quien lo contenga…
– ¿Quiere decir se recuesta él en usted y no usted en él?
– Verá, desde pequeña entendí que una mujer debe ser más fuerte, más sabia y más decidida que el hombre. Debe ser quien mande en la familia y a su esposo.
– Bueno, pues puede sentirse orgullosa, ha hecho muy bien el papel, así, de una mamá fuerte, sabia y decidida que manda a su niño-esposo, y lo regaña, lo consuela, lo arrulla y lo perdona ¿qué más quería?
– Pero yo no soy su mamá, ¡soy su esposa! y en la pantalla él se ve tan culpable…
– Pues la culpa no le impide correr a brazos de otra.
– Lo sé… ¡pero yo igual lo amo!
– Claro, es obvio, así sucede siempre, “el niño” juega en la arenera y luego vuelve a casa con su mamita, llora en su regazo, reconoce su culpa… En fin… Se nos acaba el tiempo. Terminemos esto de una vez.
– ¿Y el futuro? ¿por qué no me ha mostrado mi futuro? -pregunta la mujer.
– No se lo he mostrado porque no existe. Con un presente así su “niño adulto“ se va a ir, pero no necesariamente a los brazos de otra, es posible que sencillamente se vaya cuando usted menos lo espere. Mejor dicho, encontrará la manera de escapar de las faldas de ”mamá“; él también quiere crecer.
La mujer lo mira angustiada y confundida.
– Por favor, estoy muy confundida ayúdeme a entender, ¿qué debo hacer? Voy a sacrificar mi nueva relación… ¿con tal de qué?
– Pues eso dígamelo usted. Quizá a usted le gusta mucho ser una “mamita”, mucho más que ser una esposa.
– ¡No!, ¡a mí me gusta ser una esposa a la que amen!