Comienzo por las piernas,
tal vez con demasiado cuidado,
porque no quiero con mis uñas,
lastimen su piel o puedan dañarlo.
No soy experta en el tema pero,
hay cierto sentimiento
creciendo dentro de mí
que guía mis manos.
Subo hasta los muslos,
cara interior y exterior,
mientras él descansa desnudo boca abajo
y parece un lobo dormido,
dejándose consentir por la niña de un pueblo cercano.
Subo al norte.
Exploro su cuerpo,
una y otra vez
Y mil ideas locas brotan de mi mente,
desatando mi lujuria
y mis demonios se ríen de mi descaro.
Aplico un poco de crema.
Humedezco cada palmo.
Su piel se eriza y también la mía
Se inunda el sur de mi ombligo,
Me consumen las ansias,
necesito devorarlo.
Me posee algo y no logro controlarlo.
Ojalá y mi boca estuviera haciendo lo que hacen mis manos.
Me apetece morder, lamer y chupar
todo lo que han tocado mis manos.
Mi respiración se agita.
Mi corazón siente que es demasiado.
Quiero hacerlo mío.
De la manera más brutal que alguien pudiera imaginarlo.
Vuelvo otra vez a las piernas,
ahora con la crema que ha calentado mis manos.
Y termino en los pies.
Suavemente masajeando.
Me acuesto a su lado y lo miro.
Hay señales de alerta
que traen cierta tristeza, pero no a mis manos.
Quiere que siga.
No tiene ni idea del efecto que en mi, ha causado.
Me siento sobre sus nalgas y acaricio suavemente su espalda.
Mis manos y mi mente se van de cacería
Y no sé si la presa soy yo
O es el lobo indefenso entre mis piernas...
Mi lengua se ha quedado con ganas de acariciarlo.
Respiro suavemente y trago,
evitando ser víctima de mí misma
Y de su efecto en mí,
antónimo de desgano.
Termino acariciando tu pelo.
Él deseando amanecer así cada día,
Mis manos, lo mismo, deseando
y creo que se viene una tormenta.
Las cosas se están complicando.
Tengo un corazón que proteger
y no creo que él pueda cuidarlo.
Creo que va siendo hora de dejarlo ir,
antes de que sea demasiado tarde
y surja la inevitable necesidad,
de quedarnos una eternidad con él,
yo y mis manos.