¡Niño Dios, como los Reyes de Oriente, expectante ante tu Nacimiento, me postro en silencio ante Tí para adorarte y reconocer tu grandeza, la finitud de tu amor y la gracia de tu misericordia! ¡Me postro en silencio ante Ti, Niño Dios, con el corazón abierto y te suplico que toques mi corazón, abras mis labios y me concedas el don de saber alabarte y darte gloria! ¡Me postro ante Ti, Niño Dios, para que no permitas que mis penas y sufrimientos, mis preocupaciones y problemas me paralicen, que mi boca sólo exclame alabanzas, te de gracias y entone cantos de esperanza! ¡Niño Dios, como los Reyes Magos, me postro ante Ti y te adoro porque quiero salir de mi mismo, de mis actitudes mundanas, de mis egoísmos y tomar el camino que deseas para mi! ¡Niño Dios, como los Reyes de Oriente, me postro ante Ti y te alabo, te bendigo y te glorifico, exalto tu hermosura, tu bondad, te doy gracias por la paz que llenas en mi corazón! ¡Niño Dios, en el silencio de esta adoración, bajo la inspiración del Espíritu Santo, acojo tu invitación para renovar mi vida, para cambiar lo que deba ser cambiado, para transformar lo que desvirtúa mi camino cristiano, dar luz a los días grises de mi vida, llenar de plenitud mis fracasos, y transformarlo todo por tu presencia en mi corazón! ¡Niño, Dios, postrado ante tu presencia, con el corazón abierto y en silencio, te pido que me ayudes a enderezar mi camino hacia la santidad a la que con tanto anhelo aspiro y de la que tan lejos estoy!
𝙁𝙀𝙇𝙄𝙕 𝙀𝙋𝙄𝙁𝘼𝙉𝙄́𝘼 𝘿𝙀𝙇 𝙎𝙀𝙉̃𝙊𝙍!