🧿 Ejemplo-Guía: "Juzgar o no juzgar"
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. (Lucas, 6:3
1 No juzguéis para que no seáis juzgados. (Mateos, 7:1)
He rescatado estas dos citas del Nuevo Testamento, para introducir el tema que vamos a tratar con motivo de la Lección de hoy. Ambas citas, confirman uno de los mensajes que se repiten a lo largo de las enseñanzas de Un Curso de Milagros: dar es recibir. En la medida que hacemos uso del juicio, seremos juzgados, es decir, en la medida que sembramos, cosechamos.
Un Curso de Milagros, nos arroja mucha luz sobre el tema del juicio, y me gustaría extraer algunas referencias para ampliar nuestra visión sobre este interesante debate.
3Juzgar no es un atributo de Dios. (T.2.VIII.2:3)
Si aceptamos esta afirmación como verdadera, la cuestión que nos hemos planteado como ejemplo-guía, queda contestada de manera definitiva, pues si hemos sido creados a Imagen y Semejanza de Dios, no podemos ser diferentes a Él, lo que viene a significar, que juzgar no es un atributo que hayamos podido heredar.
Si Dios no juzga, el Hijo de Dios, tampoco. Entonces, ¿por qué juzgamos? Por la misma razón de que hemos olvidado lo que realmente somos y por haber elegido identificarnos con una imagen irreal de nosotros.
El juicio tiene su origen en el pensamiento que nos ha llevado a la percepción, a la separación. Como bien nos define el Texto, "la percepción, no puede tener lugar sin la creencia en "más" y en "menos". La percepción entraña selectividad a todo nivel. Es un proceso continuo de aceptación y rechazo, de organización y reorganización, de substitución y cambio. Evaluar es un aspecto esencial de la percepción, ya que para poder seleccionar es necesario juzgar. ¿Qué le ocurre a la percepción en ausencia de juicios, o de nada que no sea perfecta igualdad? Percibir se vuelve imposible".
Cuando la Biblia dice "No juzguéis y no seréis juzgados" lo que quiere decir es que si juzgamos la realidad de otros no podremos evitar juzgar la nuestra propia.
La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento.
Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en nosotros o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en nuestra mente porque ha sido percibido.
¿Has experimentado lo agotador que resulta estar permanentemente emitiendo juicios?
Un Curso de Milagros, nos dice a este respecto: "No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. Toda incertidumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar".
Tal vez te estés preguntando, cómo podemos sobrevivir en este mundo sin hacer juicios, sin valorar lo que es bueno o malo. La cuestión radica en que aún sabiendo que este mundo no es real, necesitamos saber lo que es falso o verdadero.
En este sentido, hay que añadir un nuevo elemento al debate, me estoy refiriendo a la condenación. "La condenación es un juicio que emitimos acerca de nosotros mismo, y eso es lo que proyectamos sobre el mundo. Si lo vemos como algo condenado, lo único que veremos es lo que hemos hecho para herir al Hijo de Dios. Si contemplamos desastres y catástrofes, es que hemos tratado de crucificarlo. Si vemos santidad y esperanza, es que nos hemos unido a la Voluntad de Dios para liberarlo. Estas son las únicas alternativas que tenemos. Y lo que veamos dará testimonio de nuestra elección y nos permitirá reconocer cuál de ellas elegimos. El mundo que vemos tan sólo nos muestra cuánta dicha nos hemos permitido ver en nosotros y aceptar como nuestras.