_DÍA 21_
_Oraciones correspondientes al martes 22 de octubre_
DOLOR QUE PADECÍ, AL SABER DE LA CRUELDAD QUE HERODES USO ATANDO A LOS NIÑOS INOCENTES DE BELÉN Y TODA SU COMARCA
Hijo, cada vez que vienes a mi carpintería, tu corazón es renovado y tu pensamiento es transformado. Porque mis palabras son como címbalos tocados armoniosamente que hacen eco en todo tu ser. Cuanto he deseado que entregues tu vida a Jesús, que te consagres a su Sagrado Corazón para que recibas muchas bendiciones y llueva sobre ti pétalos de rosas, que simbolizan todas las gracias que Él Señor concede a quien se ha dejado seducir por Él, a quien ha tomado la férrea decisión de seguirlo, a quien se ha propuesto un cambio y una renovación de mente y de corazón. Debes amar exageradamente a Jesús, sin importar dar tu vida por la salvación de las almas; no temas amar a la Virgen María, no la podrás amar más que a mi Divino Hijo.
Suéltate de tu pasado, no sufras más por tus errores y caídas; te ha llegado la hora de levantarte con dignidad porque Dios te ha perdonado, no desaproveches esta
oportunidad para seas feliz; lava tu conciencia y purifica tu corazón con una buena confesión. Porque esta es la hora de la misericordia, esta es la hora de la reconciliación.
Hoy te quiero compartir el dolor que padecí al saber de la crueldad que Herodes uso matando a los niños inocentes de Belén y toda su comarca; el poder y la ambición lo llevaron a cometer el acto más abominable frente los ojos de Dios.
Pobre hombre, satanás lo tenía subyugado, lo hizo su esclavo, sembró en su corazón avaricia y maldad, lo encegueció totalmente, hizo que arderá en cólera.
Que orgullo y prepotencia la de Herodes, al pretender cambiar los planes divinos; creía que, con el derramamiento de sangre de los primeros mártires inocentes,
cambiaría el transcurso de la historia, daría fin al Hijo de Dios, al Verbo encarnado.
Padecí gran tristeza porque era señalado, criticado; las familias de estos niños inocentes, en medio de su dolor, descargaban sobre mí su angustia, su impotencia de no haber podido hacer algo para salvar la vida de sus hijos.
Jamás vayas en dirección opuesta a la voluntad de Dios, acepta los designios que Él tenga trazados en tu vida, nunca te desvíes del camino ni permitas que se anide en tu corazón el deseo de fama y de prestigio. Herodes se consideró más que Dios; por eso, su proyecto de vida se derrumbó como un castillo de arena; no pudo ser feliz porque puso su mirada en las cosas que no perduran; nada pudo llevarse consigo el día de su muerte, sus manos estaban teñidas de sangre inocente; su
consciencia oscura, por su altivez e ignominia.