El corazón natural está lleno de veneno. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). Y aquella fuente no para de echar agua amarga.
El texto clásico que demuestra que los pecados actuales fluyen desde la fuente del corazón es Mateo 15:19 donde nuestro Salvador enseña lo siguiente: “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”.
El problema fundamental, pues, para el pecador no es su pecado actual, sino la corrupción radical que reside en su corazón. Hasta los creyentes tienen problemas con el pecado porque siguen cuentan con dos disposiciones internas: la condición natural que detesta a Dios y la condición renovada que se deleita en la ley del Señor. Pablo habla de estas dos condiciones en Romanos 7:22-23, describiéndolas como dos leyes.
Los pecados actuales, entonces, revelan que nuestro corazón no está en conformidad con Dios. Y de allí la gran necesidad de arrepentirnos y de pedirle al Señor que siga llenándonos de su Espíritu para que abundemos en el bien para su gloria.
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