No me queda más remedio que defenderme de una calumnia de la que espero algún día poder dar detalles.
Obviamente, a pesar de la persecución, sigo manteniendo mi propósito de ser fiel a la Iglesia de Cristo y a su jefe visible, que es el Papa Francisco. Ofrezco todos los sufrimientos de esta situación por la conversión de aquellos que dañan a la Iglesia, desde fuera y desde dentro.
¡Viva Cristo Rey!