Pastora de milagros! ¿Lo sobrenatural nació quizá contigo? Tu vida maneja los prodigios tan tuyamente como el color de tus ojos, o tu voz, o tu risa.
Y lo maravilloso parece tu costumbre, el quehacer fócil de cada día. Las sorpresas del mundo, lanzadas desde lejos sobre ti, como olas, en mansa espuma blanca a los pies se te quiebran, dóciles, esperadas. Lo imprevisto se quita, al verte, su antifaz de noche o de misterio, se rinde: tú ya lo conocías. Andando de tu mano, ¡qué fáciles las cimas! Alto se está contigo, tú me elevas, sin nada, tan sólo con vivir y dejar que te viva. Tus pasos más sencillos en ascensión acaban. Y en la altura se vive sin sentir la fatiga de haber subido. Tú le quitas al trabajo, al afán, su gran color de pena. Y en descensos alegres, se sube, si tú guías, la inmensa cuesta arriba del mundo.